| 07 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Susana Díaz aún está tratando de digerir la derrota.
Susana Díaz aún está tratando de digerir la derrota.

El susanismo ajusta cuentas con una lista negra de los 5 culpables de su derrota

El 21-M quedará ya grabado en el recuerdo de la presidenta andaluza como el día más amargo. Los suyos buscan chivos expiatorios para descargar a Díaz de responsabilidad. Y los han encontrado

| Ricardo Rodríguez Opinión

Los apelativos se quedan cortos cuando se intenta imaginar la profunda decepción vivida en el ya disuelto bando susanista desde que el recuento de votos fue helando las sonrisas, congelando las expectativas, destrozando, una a una, todas las cuentas de la lechera. El escrutinio resultó inapelable y aquello que se había anunciado y proclamado por todos los rincones -“Pedro no puede ganar. Pedro no va a ganar”- se desvaneció con la realidad de las papeletas.

El pinchazo resultó de tal envergadura que la propia Susana Díaz se lamentó ante los suyos del “desastre”. No hubo consuelo posible para quienes confesaban abiertamente el descalabro de los vaticinios creados; un aviso de calado de las bases a sus dirigentes; y una losa que hunde a Díaz en la mayor de las incertidumbres sobre su salto a la política nacional. En el entorno de la presidenta, a excepción quizá de Mario Jiménez, nadie preguntaba si lo iban a lograr o no, sino a qué hora iba a hacerlo… hasta las 20:30 horas, en que se dispararon las alarmas.

Media hora después, ya no había vuelco posible, y al filo de las 21:30 horas Susana Díaz llamó desde su móvil al de Pedro Sánchez. No le cogió. Hubo de mediar un mensaje de texto por medio para cumplir con el trámite de felicitarle por la victoria. La noche del 21-M quedará ya grabada en el recuerdo de la presidenta de la Junta de Andalucía como la más amarga de su vida. Casi 15.000 bofetadas y 10 punzadas en el estómago, cada uno de los votos y los puntos de diferencia, para conformar un recuento demoledor. Ya a salvo de la quema en su cuartel de invierno, empezó la búsqueda de culpables, y no iba a ser Díaz, faltaría más.

Varios son los “chivos expiatorios” que dieron al traste con las posibilidades de Susana Díaz, según su entorno. El primero, y capital –porque concatena varios -, fue creer a pies juntillas en la conveniencia de dilatar durante tantos meses la convocatoria de las primarias y del Congreso Federal. El calendario, lejos de ahogar a Sánchez, ayudó a inocular en las bases el relato de su martirio. Estos días, han podido volver a escucharse lamentos en privado porque los afiliados hayan mantenido grabada a fuego la implosión en aquel 1 de octubre del PSOE en directo por la ardua labor de La Sexta, con Antonio García Ferreras al frente.

Por otro lado, a juzgar por los numerosos y potentes apoyos con los que contaba Díaz, llegó a considerarse imposible que peligrara el cetro de Ferraz, más todavía teniendo tras de sí Andalucía, donde reside casi la cuarta parte de la militancia. Con tal potencia de fuego, los gurús susanistas creyeron conveniente que la candidata retrasase su paso al frente, centrara la campaña en positivo y eludiera el cuerpo a cuerpo con el ex secretario general. Esa fórmula también habría influido en el resultado de un proceso interno que, en realidad, se disputó a cara de perro.

El exceso de confianza también fue perjudicial intramuros del partido. Así, sorprendió la desmovilización en federaciones afines. Evidente resultó el desprecio de la fortaleza de Sánchez, sobre todo en Cataluña. La elección de los embajadores del susanismo para proyectar su mensaje tampoco ayudó. Una nómina que encabezó José Luis Rodríguez Zapatero, el mismo ex presidente del Gobierno que dejó a unas siglas centenarias para el desguace, así como Eduardo Madina, quien fuera en 2014 el candidato que ya resultó derrotado frente a “un tal Sánchez”. No fue, desde luego, la mejor manera de afrontar la contienda.

Por último, la propia Susana Díaz ha llegado a quejarse de la imagen proyectada de ella entre dirigentes de su propia marca y los medios de comunicación como un tenaz talón de Aquiles. Etiquetas como la de identificarla con el “socialismo de Los Morancos” o colgarle el apodo de “Khalessi” han cuajado de Despeñaperros para arriba. Poco más que añadir.