| 27 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Puigdemont estrechando la mano de la lider de la CUP, Anna Gabriel.
Puigdemont estrechando la mano de la lider de la CUP, Anna Gabriel.

La "cupaña" del sí o cómo la CUP tiene comiendo de su mano a Puigdemont

El president es un individuo aquejado por sus propios sueños de gloria, de pasar a la Historia aunque sea como mártir y aquejado, a la vez, de un síndrome de Estocolmo respecto de la CUP.

| Fernando Jáuregui Opinión

Finalmente, y de manera algo demencial, comienza la "campaña por el sí en el referéndum" secesionista en Cataluña. A quien quiere hacer una revolución contra lo establecido no le pida usted que acate las normas, las leyes y, menos, las imposiciones surgidas de instituciones a las que no reconocen.

Claro, el hecho de que no concurra ninguna de las condiciones que teóricamente dan pie a una revolución contra el sistema invalida desobediencias, desprecios y desplantes por parte de unos revolucionarios que, lejos de ser apoyados de manera masiva por su pueblo, se van viendo cada vez más solos. Y, así, la campaña iniciada contra los dictámenes del Tribunal Constitucional, de la Fiscalía, del Gobierno central y hasta de las instituciones europeas –Juncker no puede hacer más para avisar: esto queda fuera de la UE-, progresa.

El desafío al Estado irá en aumento en las dos próximas semanas

Se ha asaltado el Parlament, se ha silenciado la disidencia mediática y se han tomado las calles; posiblemente, se instalarán urnas en muchos municipios –a ver en qué locales- y el desafío al Estado irá in crescendo en las dos semanas apenas que quedan hasta ese fatídico 1 de octubre, fecha en la que nadie sabe qué ocurrirá.

El escenario solo puede ser contemplado con alegría y sin aprensiones por los locos o por los partidarios del cuanto peor, mejor. O sea, por gentes cuya única pretensión en esta vida es emular a Companys, proclamando, 83 después, la República de Catalunya desde el balcón de la Generalitat, en el primer caso. O, en el segundo caso, por la CUP.

Lo malo es que posiblemente el president de la Generalitat, el molt honorable Carles Puigdemont, participe de ambas cualidades. Porque yo ya no sé lo que es el PDeCAT, ni esa coalición a palos que es Junts pel Sí. Pero sí intuyo que nada tienen que ver con aquella Convergencia Democrática de Catalunya que conocimos, llena de gentes moderadas, educadas, normales; nacionalistas, sí, pero y qué. Corruptas en no pocos casos, de acuerdo, pero encantadas de que los suyos no les pasaran factura por ello, que era, por lo demás, obvio, aunque todos nos empeñásemos en no ver este pequeño detalle. Ah, la gobernabilidad...



No; Puigdemont es un individuo aquejado por sus propios sueños de gloria, de pasar a la Historia aunque sea como mártir y aquejado, a la vez, de un síndrome de Estocolmo respecto de la CUP. Que no es sino un grupo, inexplicablemente dotado por los electores de diez escaños en el Parlament, que no acepta las reglas del juego de una democracia.

No llegan a la violencia, como los antisistema llegaron en el País Vasco, pero sí al escrache contra los alcaldes reticentes a permitir en sus fueros el referéndum secesionista porque va contra los dictados de la ley. Y sobrepasan siempre el desmán jurídico, por ejemplo calificando como "ejecuciones extrajudiciales" al abatimiento a tiros de los terroristas que sembraron el dolor en Barcelona y Cambrils el pasado 17 de agosto. ¿Es a estos a los que apoyarán los mossos disidentes, si los hay, frente a la legalidad, representada por el Ministerio del Interior del Gobierno central?

Puede usted argumentar, si quiere, que una serie de errores, por ambas partes, ha llevado las cosas a donde ahora están. De acuerdo. Pero un tal Puigdemont, puesto a dedo ante la obvia incapacidad de Artur Mas para seguir gestionando las cosas, ha sido quien, en connivencia con Esquerra Republicana de Catalunya, que ha sido la causante de casi todas las desgracias que han aquejado a los catalanes desde hace un siglo, ha entregado la situación a la CUP.

Puigdemont es mucho más cercano a la CUP que aquella Convergencia que conocimos

De hecho, considero a Puigdemont mucho más afín a la CUP que a aquella Convergencia i Unió que conocí, que conocimos, y cuyo rastro civilizado se ha perdido. Por eso, esta campaña es la de la CUP, la cupaña, la de los vídeos que despeñan la furgoneta del procés y decreta que empieza el mambo, al son de acordeones y tamboriles, que ya se sabe que una buena revolución también tiene sus himnos.

Y yo no quiero a gentes como las de la CUP, con las que nada tengo que ver, ni ética ni estéticamente, controlando una parte del territorio de mi país, ni que impongan su voluntad antisistema a una parte, me parece que cada día más mayoritaria, de los catalanes. Es una aberración política y jurídica, un atentado contra la democracia que se dice querer potenciar, pero no: votar en urnas de cartón, allá donde se pueda, a espaldas de la legalidad e imponiéndose a una mayoría que es silenciosa a fuer de atemorizada, no es democracia.

Y mira que yo defiendo la institución del referéndum, cuando esta palanca se produce en pleno uso de las libertades, pero vaya usted a hablar de libertades a, por ejemplo, los medios de comunicación controlados por la Generalitat, o al Parlament de la señora Forcadell, que ya vimos lo que da de sí.

Abomino, como periodista, como ciudadano del mundo, como demócrata, de esta cupaña, que tanto daño va a producirnos a todos, seamos o no catalanes. En fin: veremos cómo nos reconstruimos a partir del 2 de octubre, cuando el desmán esté consumado, los vagones del tren que choca contra el muro, descarrilados, y la cordura vaya retornando, poco a poco, a nuestras playas, comenzando por las catalanas.