| 05 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Manuela Carmena.
Manuela Carmena.

Las extrañas disculpas de la señora alcaldesa

Se empieza asumiendo que asesinar, secuestrar y mutilar es hacer política, y se termina llamando teatro al vómito psicópata de dos piraos subvencionados.

| Marcial Martelo Opinión

@Pablo_Iglesias_: "Buenas noches compañeros titiriteros" @JuanDiegoBotto valiente, marca la diferencia. Rodilla en tierra amigo”.

Ahorcamiento de un juez, apuñalamiento de un policía, paliza a una embarazada, violación y acuchillamiento de una monja y, como momento estelar, exhibición de una pancarta con la leyenda “Gora alka-ETA”.

Básicamente, en esto consistía la obra de guiñol La Bruja y don Cristóbal, representada el viernes en el madrileño Barrio de Tetuán ante un público infantil, dentro de los actos organizados por el Ayuntamiento de Madrid con motivo de los Carnavales.

Según parece, elemento esencial de la obra era un crucifijo. Naturalmente, no utilizado para rezar, sino para acuchillar. Es claro que los componentes de Títeres desde Abajo no destacan por la sutiliza de su discurso, pero lo que no está tan claro es por qué tan poca innovación, es decir, por qué su valiente alegato contra la alienación del hombre por la religión (entre otros muchos temas mostrados con igual grado de sofisticación intelectual) lo lanzan ante niños y con la parafernalia come-curas de siempre, y no en la mezquita de la M-30 a la hora del rezo, sustituyendo el consabido crucifijo por una portada de Charlie Hebdo.

Alertada la Policía por los padres del infantil auditorio, los titiriteros fueron inmediatamente detenidos y puestos a disposición judicial. Ante el juez, los propios actores-dramaturgos declararon que no era la primera vez. La obra ya la habían representado en Granada “incluso con un contenido más violento”.

La benevolencia no acompañó a la innegable sinceridad de estos gudaris de la escena: prisión provisional sin fianza. A día de hoy, sigue sin confirmarse si las marionetas corrieron la misma suerte o lograron ser rescatadas por Diego Botto a fin de hacer con sus astillas reliquias de mártires para la Santa Iglesia de los Grupos Anarquistas Coordinados.

El Ayuntamiento de Madrid podía haber optado en su reacción por la cobardía, descargando toda la responsabilidad en los titiriteros contratados, o por el ridículo, disculpando el engendro bajo la bandera de la libertad de expresión. Naturalmente, al final se ha decidido por hacer ambas cosas a la vez: la cobardía, aduciendo que los responsables de su contratación no habían visto la obra con antelación; y el ridículo, denunciando el “rigor excesivo” en el encarcelamiento de los titiriteros, dado que éstos ejercían la “libertad de expresión” y, además, en Carnaval tiene lugar una “rotura de los márgenes normales en los que se lleva a cabo” ese derecho (sic).

Es más, no contento con eso, el propio Ayuntamiento ha suministrado a la opinión pública dos clavos más para su crucifixión política: la estupidez de reconocer implícitamente que la contratación fue un chanchullo a dedo (si “el Ayuntamiento no tenía ningún conocimiento” de la naturaleza del espectáculo, ¿en qué se basaron entonces para contratar a la compañía? ¿Quizás en el Quién es quién de la Royal Shakespeare Company?) y la infamia de decir que “ETA y los yihadistas de EI son un movimiento político”.

En realidad, aquí radica el problema: se empieza asumiendo que asesinar, secuestrar y mutilar es hacer política, y se termina llamando teatro al vómito psicópata de dos piraos subvencionados.