Susana Díaz busca entre los diputados del PSOE voluntarios para la peor tarea

En la cruenta batalla por el control del PSOE está irremediablemente cerca el desenlace. Mandado Pedro Sánchez al otro barrio, al menos por ahora, Susana Díaz y los suyos tienen muy crudo seguir jugando a la ambigüedad calculada con sus bases. El "ponerse de perfil" les ha permitido el asalto de Ferraz. Hasta ahora. Los barones más atrevidos a la hora de verbalizar la apuesta por la gobernabilidad de Mariano Rajoy siempre han sido el extremeño Guillermo Fernández Vara y el asturiano Javier Fernández. Otros también lo han sostenido en privado.

La negativa a hacer seguidismo del "no es no" de Sánchez ha podido revestirse de retórica durante este tiempo, pero ahora la ruptura con las posiciones del ex secretario general resulta la única opción de salvar los últimos muebles del incendio. La contienda en Ferraz dejó demasiado griterío, rabia contenida de Susana Díaz, pancartas, urnas que precipitaron la caída de Pedro Sánchez, con Rodolfo Ares trabajando a destajo como cerebro en la sombra, José Blanco predispuesto a encaminar sus pasos a los juzgados.... ¿Alguien cree seriamente que un PSOE arrasado, fracturado, desnortado, cargará con unas terceras elecciones generales?

El problema de la gobernabilidad dejó de ser exclusivo del PP para convertirse en una cuestión de Estado

"¿Así como estamos?", ironizaba un dirigente socialista. Que se lo pregunten, si no, a la extremadamente calculadora presidenta de la Junta de Andalucía: "Primero está el país y luego el partido". El viraje precisa de una pedagogía interna que nadie realizará. El problema de la gobernabilidad dejó de ser exclusivo del PP para convertirse en una cuestión de Estado y, por tanto, también de la oposición, ya con el alea jacta est escrito en su bancada.

Ahí es donde habrá de llegar la comisión gestora, con Javier Fernández al frente, creada para enfriar los ánimos -para "coser"- y, claro, para preparar el terreno a una abstención. En el mejor de los casos, según la panoplia de opciones barajadas hasta la semana pasada por el susanismo, prestando un solo voto. Es decir, que los populares sumasen a sus 137 escaños los 32 de C´s, el de CC y los 5 del PNV. Con ellos Rajoy se quedaría a un único voto de la mayoría absoluta.

Esa última abstención debía ser la de un "cabeza de turco", incluso elegido entre los 84 miembros del Grupo Socialista, forzado a seguir la orden de la comisión política. Ese era un escenario preconcebido por las baronías pero que les permitiría a la vez renegar de cualquier contrato de adhesión al PP. Entre las fuentes consultadas por ESdiario había una opinión compartida: el PSOE debía preservar el liderazgo de Susana Díaz para el futuro y debe salir incólume de este trance. La opinión pública, por tanto, no podría percibir a la andaluza como rostro visible del cambio de rumbo.

En otras circunstancias, la patriótica aportación socialista al desbloqueo hubiera prosperado, y deberá hacerlo, aunque Sánchez jugó a pecho descubierto su última carta, sabedor de que su tirón entre la militancia era superior al de sus críticos, y buscó hipotecar la carrera de Díaz y de sus demás detractores identificándolos con los partidarios de dar el Gobierno a Rajoy. La batalla por el relato la ha ganado el dimitido líder.

Los cálculos partidistas, las maniobras tácticas y movimientos cortoplacistas han dejado a Susana Díaz atrapada en una auténtica ratonera. De su capacidad para desenvolverse estos días dependerá su eventual salto a la secretaría general del PSOE.