Preocupación por el estado anímico de David Flores ante la tormenta judicial

Antonio David sigue convencido de que nunca ha interferido en las decisiones de sus hijos. De hecho, siempre ha buscado el buen entendimiento con Rocío. En más de una ocasión ha motivado encuentros telefónicos que no tuvieron el resultado esperado. Como cuando su hija telefoneó a su madre para preguntarle por el estado de salud de su hermano, que todavía vivía con ella. Su brusca respuesta provocó que Ro rompiera a llorar: “Aquí no llames, no soy tu madre”, reveló Flores en una entrevista concedida al papel cuché.

Las esperanzas que tenía Antonio David de que el proceso no siguiera adelante, se han desvanecido. Y eso que Rocío declaró estar más feliz que nunca el día de su boda. Sin embargo, algo no encaja, recordemos que manifestó ser completamente feliz antes, durante y después de la boda con Fidel Albiac. No asistiendo sus hijos, declaró que estaban las personas que eran importante para ella y Fidel, los que tenían que estar. Y Ro lloró, lloró mucho al escuchar a su madre. Y más que por ella, por su hermano. David no entiende el porqué su mami no le llama por teléfono. El porqué le ha condenado al ostracismo por haberse instalado en casa de su padre. 

Al conocer Antonio David que el proceso iniciado por su ex mujer seguía adelante, se quedó si palabras. No reaccionaba. Fue su hija quien lo sacó de su ensimismamiento al decirle que ahora, más que nunca, estaba decidida a dar su testimonio en el juzgado y con él hacer jaque-mate a la reina. Si tiene que escoger, escoge a quien siempre ha estado su lado, en lo bueno y en lo malo, su roca, su faro. Y lo hace libremente, sin las presiones que comentan los pocos fieles a su progenitora que todavía quedan. Los mismos que celebran esta demanda. ¿Acaso les gustaría tener una madre con idéntico comportamiento con sus hijos como la Carrasco? 

Hace semanas que la sonrisa se borró del rostro a Antonio David Flores. Apenas duerme, come muy poco y está desasosegado. Quienes le rodean están muy preocupados por su estado. Es fuerte, pero se viene abajo cuando el corazón está por medio. Y en este caso lo está. El suyo y el de sus hijos. Mientras tanto, Rocío sigue en su torreón, con las gafas de sol puestas y creyendo que todos están equivocados y que ella tiene la razón. Es la historia de la soberbia que nos mató.