| 24 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Sánchez ha pasado a tener que tragarse algunas palabras.
Sánchez ha pasado a tener que tragarse algunas palabras.

Sánchez se traga la frase sobre el BOE con la que se pavoneó en el Congreso

El líder del PSOE antepuso sus intereses partidistas al bien de la nación y ha terminado estrellado contra el duro suelo. Los saltos, mejor con red. Aunque ahora esté entrando en pánico.

| Ricardo Rodríguez Opinión

Los saltos, mejor hacerlos con red. Es lo que piensan ahora en Ferraz y alrededores después de haber dado con su voluntarismo en el suelo. En los ambientes socialistas se ha producido un innegable bajón consecuencia del descarrilamiento del expreso de la gobernabilidad, quiero decir, de esa perspectiva alargada artificialmente por Pedro Sánchez de lograr La Moncloa. Esa posibilidad parecía vista para sentencia de origen y, sin embargo, ese tropel de gentes que rodea al líder del PSOE llegó a pasearse por la Carrera de San Jerónimo hechos un pincel.

Los negociadores Antonio Hernando, Meritxell Batet, Jordi Sevilla e incluso el veterano José Enrique Serrano se dejaron contagiar por el curioso complejo vitamínico de su secretario general. “Tendremos en nuestras manos el Boletín Oficial del Estado a finales de abril”, repetían eufóricos, sabedores de que en España no hay más poder que el que emana del BOE. Pero llegó Pablo Iglesias para sacar de su ficción a Sánchez y situarlo en su real dimensión de aventurero de la política. “Pablo me ha engañado”, repite estos días el líder socialista.

Que todas las espadas del partido se desenvainen en defensa de la confianza ultrajada de Pedro Sánchez por Pablo Iglesias es un camino hacia ninguna parte. Que el mandamás de Podemos se comprometió en privado con el líder del PSOE a forjar un acuerdo a tres bandas o que su apuesta por el “pacto a la valenciana” sería solo de cara a la galería, etc. Vale. Sin embargo, la fatiga de materiales al que Sánchez ha sometido a sus propias siglas, como si todavía estuviese vigente el encargo del Rey, se le ha vuelto finalmente como un boomerang y ha surtido el efecto de hacer añicos sus otrora meritorios esfuerzos.

Desde el pasado 20-D, Pedro Sánchez ha oído voces internas alertando sobre el peligro de los podemitas. En palabras de Alfredo Pérez Rubalcaba, “el famoso asalto a los cielos es en realidad a Ferraz”. Iglesias tenía meridianamente trazado su plan y nunca iba a consolidar a Sánchez. Pero el secretario general del PSOE siguió adelante contra viento y marea, porque le iba la vida política en el intento y accionó el espejismo de la existencia de una hegemonía de izquierdas en el Congreso para echar al PP. Nunca fue así, aunque a fuerza de repetirlo machaconamente, creó unas virtuales esperanzas en las bases y en los votantes.

Recapitulando, que es gerundio, la negativa de Pedro Sánchez a explorar el tablero con Mariano Rajoy lo dejó literalmente atrapado entre opciones imposibles. Las habas estaban contadas. Atrás quedaron 110 días de declaraciones de unos y de otros, interminables ruedas de prensa, citas secretas, filtraciones interesadas y ridículo postureo. Punto y final. ¿Y qué hay de Sánchez? Posición complicada en extremo la suya. En huida hacia nadie sabe dónde, siempre en busca de una tabla de salvación, ante la mirada asombrada de gran parte del viejo PSOE.