| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La bancada del PSOE.
La bancada del PSOE.

Pedro Sánchez, marginado, recibe la puntilla de sus compañeros de escaño

Pensó que podía convertir la bancada socialista en una especie de "aldea gala" tras verse apeado de la Secretaría General y se ha dado cuenta de que apenas tiene ya quien le quiera.

| Ricardo Rodríguez Opinión

Tras la nube de polvo levantada sobre el incendio de Ferraz, con los gritos de “golpistas” y de “pucherazo” resonando aún en los oídos de leales y detractores de Pedro Sánchez, empieza a contabilizarse las bajas: coste de imagen del PSOE, sonrojo de dirigentes, fontaneros de patitas en la calle, y una fractura interna que habrá de ser reconstruida con mucho esfuerzo y, lo peor, en escaso tiempo. En esto está Javier Fernández, a la sazón presidente de la gestora, colgado siempre del móvil con los barones al otro lado del hilo conscientes del incierto futuro.

Con lo felices que se las prometían los socialistas este año, más de un miembro de la Ejecutiva saliente está preguntándose cómo es posible que las leyes de la física ejerzan estos demoledores efectos. El año 2016 arrancó con Sánchez de subidón, tocando con la yema de los dedos La Moncloa, y ahora el exsecretario general afronta los últimos meses ante el drama de enfrentarse solo a los caprichos del destino. El PSOE tiene la ardua tarea de limpiar los escombros y reconstruir un escenario seriamente dañado. Y hacerlo además en un tiempo récord, sobre todo ante las bases a nivel local y provincial. Porque, en el seno del grupo parlamentario, el cambio de bando de devotos de Pedro Sánchez ha sido masivo y solamente quedan casos puntuales de díscolos.

El entorno es lo que diferencia a un “mindundi” de un líder. Y en el entorno actual de Sánchez apenas quedan vestigios del poder que ostentó durante poco más de dos años. El propio César Luena, hasta anteayer “número dos”, discurre por la sombra de los focos, definiéndose a sí mismo como un cadáver político. “Yo ya estoy muerto, mu-er-to”, ha repetido en privado el otrora secretario de Organización que ha empezado a ver los sillones azules del Gobierno desde la sexta fila de la bancada socialista. A uña de caballo, a Luena aún pudo írsele la fuerza por la boca -con un fugaz llamamiento a la calma- una avalancha de bajas de militantes que en Ferraz cifran oficialmente en menos de medio centenar desde el bochornoso Comité Federal.

Una impagable lección que terminó de retratar a César Luena. A él correspondió, entre otras salidas de pata de banco, la orden de dejar en la calle a los medios de comunicación, en medio del barullo, con la idea de alimentar la presión sobre los integrantes del máximo órgano entre congresos. "Me sentí en El Álamo", confesaba uno de los presentes. "Si llega a salir Pedro, megáfono en mano, reclamando la dispersión de los concentrados ante las puertas de Ferraz, hasta hubiera ganado la partida", añadía. A partir de ahí, el descontrol de los acontecimientos.

A estas alturas, y dada su pretensión de hacer del Congreso de los Diputados su guarida, César Luena eludirá saltarse la disciplina de voto ante la previsible abstención a la investidura de Mariano Rajoy que fijará el próximo Comité Federal. Quedarían por tanto para convertirse en “perejil del plato” un puñado de pedristas como la aragonesa Susana Sumelzo o la asturiana Adriana Lastra. Y, de momento, los siete diputados del PSC para adornar el “no es no”. Poco más parece subsistir en la grada socialista de Sánchez. Hasta en su entorno existen serias dudas sobre que el exlíder se atreva a apretar el botón del “no” a palo seco y, en cambio, opte por la espantada en la segunda votación que revalide a Rajoy como presidente del Gobierno.

Nada gustaría más a sus adversarios internos que Sánchez fuese en contra de las directrices oficiales para ahondar en sus funerales. “Porque perdería definitivamente cualquier oportunidad de dar una batalla congresual”, aseveran quienes llevan en el bolsillo, deseosos de dedicársela, la partitura completa del Réquiem de Mozart. Es lo de siempre. Resulta ya un clásico. En el ambiente se masca la urgencia de dejar atrás el corolario de errores calamitosos y continuados dentro y fuera de las paredes de Ferraz, además de luchas intestinas, que han llevado las siglas a tal grado de deterioro que resulta obligado hacerlas permeables a toda corriente de aire fresco.