| 22 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Cifuentes se ha hecho acompañar de nombres muy sólidos en la gestora del PP de Madrid.
Cifuentes se ha hecho acompañar de nombres muy sólidos en la gestora del PP de Madrid.

Los fichajes más sonados de Cifuentes para su gestora del PP de Madrid

La presidenta de la Comunidad y sucesora de Esperanza Aguirre al frente de un partido con tantos éxitos a sus espaldas perfila su equipo para liderar Madrid y ser decisivo en el PP nacional.

| Antonio R. Naranjo España

La nueva dirección del PP de la Comunidad de Madrid confirma el poderío que, por méritos propios y problemas ajenos, ha logrado en Génova Cristina Cifuentes, donde casi nadie ya se atreve a toserla por el contraste entre su solidez en la Puerta del Sol y la acumulación de problemas, silencios, errores y marrones en el cuartel general ocupado por Rajoy.

Salvo Juan Carlos Vera, una aportación del marianismo que no obstante es leal también a la presidenta por partida doble, la nueva dirección responde milimétricamente al deseo de Cifuentes por tomar el control con sus reglas de juego, su equipo, su plan y su hoja de ruta sin ninguna injerencia.

No es que en Génova quisieran poner cortapisas, por mucho que algún Rasputín barajara hasta ayer forzar una imposible bicefalia en Madrid entre la Presidencia institucional y la orgánica, pero tampoco todo era alfombra roja hasta que el peso de los hechos acabaron con cualquier obstáculo.

Que fuera Pablo Casado el encargado de leer los nombres de la gestora, el hombre señalado por algunos como futuro presidente en un pronóstico que ya nadie sostiene ni se atreve a pronunciar, simboliza la entrega de todos los poderes a la nueva lideresa.

La gestora que dirigirá el PP de Madrid hasta el Congreso es mucho más que eso

El equipo elegido por Cifuentes tiene mucha miga. No es un simple compendio de personas de confianza para un periodo transitorio, sino la fotografía, tal vez, de un PP nuevo más allá incluso de la Comunidad de Madrid.

Los dos consejeros más políticos (Ángel Garrido y Pedro Rollán) se suman a los dos más técnicos (Jaime González Taboada y Carlos Izquierdo) y a un ramillete de expertos en distintas áreas cuya elección no es nada casual.

Pero merece la pena detenerse en los consejeros, cuyo perfil no es sólo el de políticos de toda la confianza de la presidenta. Rollán, exalcalde de Torrejón y viejo gallardonista que nunca fue bien visto por el aguirrismo, sería la persona que probablemente sustituiría a Cifuentes si –no es más que un juego político, válido a efectos de dibujar el perfil de cada uno- ésta diera el salto nacional en un escenario de hecatombe del PP, con nuevas elecciones y una candidatura que sólo ella, Soraya Sáenz de Santamaría y Alberto Núñez Feijóo podrían ostentar, probablemente.

Y Ángel Garrido, antiguo presidente del pleno del Ayuntamiento de Madrid con Ana Botella y leal desde siempre a Cifuentes, sería quien le acompañaría en la carrera nacional. Es una quimera, sin duda, pues la Comunidad de Madrid es el primer y único objetivo de una política que dice sentirse feliz gobernando la región y no pensar en nada más; pero encierra la clave más íntima del rediseño de los populares madrileños.

El nombramiento de Rollán y de González Taboada, además, es un guiño anímico y de confianza a dos personas que, de momento más desde el rumor que desde el dato, son constantemente señalados en procesos judiciales que nunca se precisan.  El primero fue el alcalde más votado de España y acumula tantos enemigos como devotos; y al segundo se le recuerda su paso por Arpegio, uno más de tantos puestos en los que sus dotes de fontanero, en el mejor sentido de la palabra, fueron reclamadas. De afecto también deriva incluso el nombramiento de Elena González Moñux, viceconsejera en tiempos del polémico Campus de la Justicia que tiene ahora una oportunidad de resarcirse gracias a alguien que siempre la tuvo en alta estima y valoró su capacidad.

Más nombres importantes

Isabel Díaz Ayuso y Alfonso Serrano, diputados muy cercanos a Aguirre en su día, de los pocos que podían llamarla amiga sin cometer una petulancia; son los fichajes para la intendencia electoral y el dominio de la política moderna.

Sin perder el afecto por la expresidenta, su afinidad con Cifuentes es ahora absoluta y su papel en la observación de tendencias electorales, posicionamiento político, necesidades en los municipios y marketing a la americana es crucial. Pocos como ellos podían participar en Borgen o en House of cards sin desentonar, si de lo que se trata es de conocer y controlar las herramientas y discursos que mueven al elector y al ciudadano.

Tampoco es baladí el ascenso de dos nombres poco conocidos pero decisivos para Cifuentes: uno para controlar el engranaje popular en tiempos de juzgados y jueces,  Manuel Quintanar; y otra para estar cerca siempre de la jefa, Rosalía Gonzalo, el báculo de total confianza heredado de los tiempos de la Delegación del Gobierno. Así como de jóvenes con mucho futuro en el PP de MadridMaría Martín Revuelta, exdiputada y concejala del Ayuntamiento de Villaviciosa de Odón, que se ocupará de la Secretaría de Comisiones de Estudios; y Marimar Blanco, secretaria de Sectorial.

Y dos últimos apuntes. No es casual la exclusión de alcaldes o portavoces municipales que lo fueron. Cifuentes sabe que en los ayuntamientos hay mil polémicas y no quiere ataduras. Lo de aplicar el “código ético” y fulminar a cualquier imputado va en serio, y no quiere que nadie llegue a ese momento –si llega- con más galones orgánicos de los necesarios.

El epílogo es para el nuevo tesorero, Pedro Muñoz Abrines. Un joven veterano, con trienios en la Asamblea de Madrid que no comenzó en ella esta legislatura: sólo recuperó su acta cuando Ignacio Echevarría dimitió tras dar positivo en un control de alcoholemia.

Este experto, respetado por casi todos por su solvencia técnica y profesional, llegó a ocupar un puesto mejor que el mismísimo Regino García Badell en la lista autonómica de Aguirre y sabe como pocos de número y finanzas. No en vano fue uno de los grandes teóricos de las rebajas fiscales que, durante muchas legislaturas, aplicó el PP en Madrid.

Entonces no quería que el Gobierno metiera la mano en el bolsillo de los ciudadanos; ahora la misión es que ningún militante del PP lo haga en la caja.