| 18 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El mundo de la ciencia-ficción moderna no hace mucho por ocultar su filiación izquierdista.
El mundo de la ciencia-ficción moderna no hace mucho por ocultar su filiación izquierdista.

Edward Bulwer-Lytton: una distopía conservadora

La ciencia-ficción moderna descansa en la crítica al poder frente a la rebelión “popular” en nombre de esquemas y valores constituidos en los laboratorios ideológicos de la izquierda.

| Eduardo Arroyo Opinión

El mundo de la ciencia-ficción moderna no hace mucho por ocultar su filiación izquierdista. Basta con recordar algunas distopías recientes como V de Vendetta de Alan Moore o Los juegos del hambre de Suzanne Collins. Su línea ideológica descansa en la crítica al poder, como eminentemente opresor y cruel, frente a la rebelión “popular”, normalmente en nombre de esquemas y valores constituidos en los laboratorios ideológicos de la izquierda mundial. Esto no es nada raro porque la meca del cine, Hollywood, es la meca también de la imposición de lo políticamente correcto; es decir, de la dictadura de la izquierda. Sin embargo no siempre fue así. En 1871 Edward Bulwer-Lytton publicaba su The coming race, en algunas ocasiones titulada también Vril: The Power of the Coming Race, aunque el título más famoso fuera el primero. En español, The coming race fue publicada en el año 2000 como La Raza Venidera por Ediciones Abraxas, traducida por Jorge A. Sánchez. Otras ediciones han venido después y, en 2004, Ediciones Jaguar volvió a editarla con el titulo Vril, el Poder de la Raza Venidera.

Sin duda, Bulwer-Lytton puede reclamar para sí el honor de haber sido el padre de la ciencia ficción moderna, pese a la deriva ideológica de ésta en los últimos tiempos. Además, Bulwer-Lytton fue un político conservador que llegó a ocupar la Secretaría de Estado para las Colonias en 1858. A la par, fue un escritor romántico victoriano que cosechó un enorme éxito en su tiempo y que cultivó estilos como la historia ficción, la novela romántica o la ciencia ficción de la obra antes citada.

¿Qué es lo que tiene todo esto de relevante para lo que aquí tratamos? La novela narra la historia de un joven estadounidense que es conducido por un ingeniero de minas a un mundo subterráneo donde habita una raza, antaño terrestre y habitante de la superficie, conocida como vril-ya. Los vril-ya dominan una energía todopoderosa, el vril, capaz de solucionar todo tipo de problemas. La obra mezcla de manera totalmente innovadora para su tiempo lo oculto y lo científico, al tiempo que elabora una sátira de la utopía igualitaria y de la fe en el progreso técnico. El narrador, un sujeto estadounidense indeterminado del siglo XIX, personifica la crítica anti-igualitaria; su desdén por la democracia es sutilmente evidente, como cuando el narrador manifiesta que su padre “una vez se presentó al Congreso pero fue derrotado por su propio sastre”. Los vril-ya son la personificación del ideal igualitario y su sociedad resulta estéril y aburrida porque cualquier signo de individualidad o distinción es considerado fuente de conflictos. Bulwer-Lytton hace decir al narrador que “si reuniéramos a un millar de seres humanos de los mejores y más filósofos de entre las poblaciones de Londres, París, Berlín, New York o Boston, como ciudadanos de esta comunidad beatífica, mi creencia es que, en menos de un año, morirían de aburrimiento o intentarían una revolución, en contra del bien de la comunidad,…”. Así, el igualitarismo resulta descrito como una doctrina que solo puede destruir las particularidades, las idiosincrasias y la alegría de la existencia humana.

Por otro lado, Bulwer-Lytton muestra los peligros del avance científico. La idea de que cada salto científico supone una pérdida de nuestra esencia humana es un tema recurrente de la ciencia-ficción. En la novela de Bulwer-Lytton, el vril no solo es un agente para modelar la sociedad y la vida política sino que constituye un medio de salvación tecnológica. El narrador compara el vril con la electricidad y asegura que tiene el poder “de reducir a cenizas en un tiempo demasiado reducido como para atreverme a especificarlo, una ciudad el doble que Londres”. Como resultado, el mundo subterráneo se organiza en forma de comunidades que se toleran por la conciencia plena de su “autodestrucción mutuamente asegurada” en caso de conflicto. No es difícil ver aquí una profecía decimonónica de la era nuclear, que moldearía distopías tecnológicas posteriores como las de H. G. Wells, George Orwell o Aldous Huxley.

Todo esto tiene mucho de “conservador” al criticar irónicamente la destrucción inorgánica que conlleva el igualitarismo, y el aniquilamiento del pasado por el progresismo de la técnica. No en vano, Bulwer-Lytton, un refinado aristócrata victoriano inglés, nos muestra el fin de una época y el ascenso de una nueva era de guerra industrial, tripulada por una especie de “cruzados” de la utopía. En el fondo, Bulwer-Lytton se lamentaba de la pérdida de la Inglaterra en la que había crecido, mostrando con ello su esencia más conservadora: la de aquél que cree que todo lo que tiene lo debe, y que por ello sus maestros, junto con el mundo que hizo posible lo que tiene y lo que es, merece ser reivindicado y salvado para el futuro.

Quizás por eso, la ciencia-ficción original, y específicamente Edward Bulwer-Lytton, tiene mucho que decir a las fuerzas sanas de nuestro tiempo.