| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La vicepresidenta del Gobierno en una cita con Oriol Junqueras.
La vicepresidenta del Gobierno en una cita con Oriol Junqueras.

El plan secreto de Soraya para Cataluña pasa por un insólito aliado: Junqueras

En La Moncloa corre un runrún: “la vicepresidenta se va a ir a vivir a Cataluña” porque serán constantes su actos en esa región. Busca un acuerdo y ha elegido un sorprendente interlocutor.

| Carlos Dávila España

En los pasillos de La Moncloa, que deben ser no menos de cien, corre un runrún: “La vicepresidenta se va a ir a vivir a Cataluña”. La especie es una maldad y como todas las maldades exagerada, pero tiene algo de cierto. ¿Qué es lo cierto? Pues que Sáenz de Santamaría se está preparando un programa de actos en el Principado que no se lo salta ni Puigdemont, el presidente por accidente que solo permanecerá en Sant Jordi si Junqueras quiere, porque Junqueras es el que manda en la Generalitat. Manda hasta tal punto según dice un empresario de los fuertes, que “va a ganar las elecciones por aplastante mayoría”.

Pues bien: Santamaría tiene claro que Junqueras, el político de Esquerra Republicana que está en un tris de acceder a la obesa morbilidad, es su hombre con el que va a intentar lo imposible: que los separatistas se olviden del referéndum y accedan a una negociación en la que se discuta un plan que algunos denominan: “Plan Herrero de Miñón”. Personalmente pienso que Rajoy no va depositar en su segunda toda la responsabilidad de la negociación porque, si ha hecho una remodelación de Gobierno bastante más traumática de lo que parece, no es para regalar a doña Soraya (así le llaman los diputados más críticos con sus actuaciones) el caramelo, por envenenado que sea, de resolver, mal que bien, el problema catalán.

El presidente le ha arrancado de las manos a su amigo y ya ex ministro García Margallo, el documento o la falsilla de lo que debe hacer el Gobierno de la Nación para que Cataluña no huya de España. Margallo se había atribuido unas funciones que sobrepasaban con mucho su papel en Asuntos Exteriores, y la vicepresidenta y Montoro le propinaron en su momento (o sea, siempre) un mamporro que, al final, ha costado el puesto al locuaz democristiano. Las discrepancias de Margallo con sus dos colegas mencionados eran abismales al menos en tres asuntos de similar escabrosidad: el conflicto catalán, la nueva fiscalidad, y la reforma constitucional. En los momentos postreros del anterior gabinete en funciones parece que ni siquiera se guardaban las formas. Los numerosos “off the record” mantenidos con periodistas diversos confirman esta percepción.

Cuando Margallo sostiene pública y bíblicamente que “El Señor (Rajoy) me lo dio y el Señor (Rajoy) me lo quitó” sólo confiesa una parte de la verdad porque no fue el Señor (Rajoy) únicamente. Los mencionados algo han tenido que ver en el cese. Cataluña y la reforma laboral son los problemas que ya saltan acuciantemente sobre la mesa del presidente del Gobierno, en todos esos charcos se introducía, con la mismo voluntarismo que audacia, el veterano Margallo.  

Pero, vamos a lo que ahora pasa. Los sindicatos y los patronos están dispuestos a sentarse alrededor de una mesa, pero los partidos no. El PSOE quiere cargarse de un plumazo toda la ley de Fátima Báñez pero quizá ignora que, como suele repetir pertinazmente el presidente de los empresarios, Juan Rosell, “aquí, en España, conviven miles, o sea, miles de leyes laborales, estatales, autonómicas, municipales… y si vuela todo este entramado nos quedamos en un vacío inmenso que conduce al abismo”.

Por lo demás los propósitos de Ciudadanos el socio voluble del Gobierno, no pasan precisamente por bendecir la reforma de Báñez; Ciudadanos huele a socialdemócrata más que Montoro, lo cual, aunque parezca imposible, lo es. En esta tesitura la revisión de la mejor ley que produjo el PP en la pasada legislatura tiene muy escasa vocación de éxito. Como diría Valdano “está maltrecha en su definisión” (sic).

Ahora mismo, el Gobierno debe debatirse en una tesitura arriesgada porque si sube los impuestos de nuevo, cosa que le encantaría al permanente ministro de Hacienda, el empleo se irá al garete, pero si empuña la tijera y recorta a troche y moche, el personal le va a montar un buen belén antes de que llegue incluso Navidad. Por cierto que, en su papel de jefe de la Función Pública, Montoro, ya ha vuelto a desmontar el estado de bienestar de bastantes organismos públicos, empresas incluidas. No para.

Finalizados ya los fastos de la tomas de posesión, accedemos a la cruda realidad y los poderes fácticos están a la espera; por ahora, únicamente a la espera, pero puede que lleguen a estar al acecho. Las eléctricas que ahora lidia el menor de los gemelos Nadal, convencieron al PP para que firmara bastantes de las propuestas (algunas de ellas impresentables) de Ciudadanos; alguna jerarquía deben tener estos industriales como para tener tanta mano en el partido de Rivera. Hasta ahora mismo nos hemos distraído con la formación del nuevo gabinete y con las elecciones norteamericanas en las que, según ya hemos constatado, todos los eminentes demóscopos del país habían vaticinado la victoria aplastante de Trump.

Esa diversión ya se ha acabado; ahora comienza el baile parlamentario con la discusión de unos Presupuestos que Rajoy quiere llevar al Parlamento el mes que viene y para los cuales el Partido Popular no cuenta con el PSOE porque éste partido agonizante no puede proporcionarle árnica a la odiada derecha dos veces en poco más de un mes.

Los Presupuestos son también muy importantes para la comisionada Sáenz de Santamaría porque en sus múltiples estancias en Barcelona, tiene que empezar a ofrecer a Junqueras (el pobre histérico Puigdemont es un títere sin cabeza) algún gesto de amor fiscal que valga a éste para pensarse si es mejor el entendimiento que la voladura del matrimonio de consanguinidad que desde la eternidad más antigua Cataluña mantiene con el resto de España.

La pregunta es: ¿se conformaran los fuguistas de la secesión con las dádivas con le va a llenar la generosa Santamaría su regional buchaca? El cronista se teme lo peor. Aunque lo peor de lo peor está por llegar porque ya otros paisanos de España comienzan a  acusar a España de robo a mano armada. Rajoy se ha empleado a fondo para recomponer el rompecabezas, nunca mejor dicho, de su anterior equipo, pero ahora le queda gobernar. Nada menos.