| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Sin memoria igual para todos no hay coherencia. No basta quitar placas a obras de hombres como Luis Valero Bermejo, que derriben esas casas y barrios.
Sin memoria igual para todos no hay coherencia. No basta quitar placas a obras de hombres como Luis Valero Bermejo, que derriben esas casas y barrios.

El kambio usa la memoria para dividir a los españoles de 2016

Las fuerzas del kambio ven en 1936 el problema más urgente de España. Y dedican tiempo y medios del Estado a reavivar rencor, mentira y sectarismo. No buscan verdad, buscan tensión.

| Pascual Tamburri Opinión

En Navarra, como en todas las comunidades de España, asistimos a un creciente interés oficial por el pasado; pero sólo por un pasado y sólo por una lectura de aquel pasado: sólo el franquismo, y de él sólo la interpretación antifranquista que recuerda en cambio como algo positivo la España frentepopulista, separatista, chequista, del maquis y terrorista.

En Navarra, como a los recuerdos de toda la nación añadimos una dosis especial del legado etarra y batasuno, parece haber más atención, quizá sea por la directa presencia de Bildu en el Gobierno. Sea como fuere, el Gobierno de Uxue Barkos tiene en su nómina a dos viejos amigos míos –y no es ironía-, como son Álvaro Baraibar, Director General de Paz y Convivencia, y Josemi Gastón, Jefe de Sección de Memoria Histórica. Nada menos.

Que en la España de 2016 sea una prioridad para los problemas de la gente esa dedicación a la relectura “políticamente correcta” del pasado es discutible. Ya se ve que en Navarra sí lo es ahora. Tenemos nada menos que una “Ley foral de reconocimiento y reparación moral de las ciudadanas y ciudadanos asesinados y víctimas de la represión a raíz del golpe militar de 1936”. Noticia bien reciente es por ejemplo la creación “de un grupo de trabajo con las asociaciones de Memoria Histórica de Navarra”, eso sí siempre que compartan el punto de vista oficial que los designados por Barkos representan e imponen.

Institucionalmente, las cosas parecen ser así: “la verdad, la justicia y la reparación” legítimamente corresponden sólo a las que oficialmente se designan víctimas del franquismo. Se trata de hacer ver a la sociedad que toda nuestra vida en común desde 1936 ha de leerse desde el punto de vista que unos cuantos grupos radicales atribuyen hoy a los que se opusieron al Alzamiento; y que todo matiz, toda lectura y toda otra víctima carecen de esa legitimidad y han de ser privados de su memoria. No es ni siquiera la venganza rencorosa de los vencidos, no; es la manipulación falaz desde las ideologías de hoy de lo que a aquellos españoles de entonces se atribuye.

Y no es, no, la verdad; es la imposición por un lado de una narración y la condena al olvido de todo lo que no responda sumisamente a esa lectura. Borrar parte de la Historia no es posible, creemos algunos. Pero sí es verdad que sí puede venderse a una sociedad desarmada la ideología como historia, y hacerlo sobre todo buscando objetivos en el presente y el futuro.

Hay, incluso en Navarra, escudos y símbolos de la II República, que han sobrevivido a la República y al franquismo. Yo no quiero que se quiten, ni tampoco por supuesto los anteriores y los posteriores. Ahora bien, y lo digo pensando en el trabajo de Álvaro Baraibar como investigador cuando se dedicaba a estas cosas, ¿qué dirá cuando se le plantee el cambio masivo de los nombres de las calles de la Chantrea de Pamplona, o de tantas otras Chantreas de Navarra? Tantas de ellas llevan o llevaban nombres de combatientes caídos en la guerra. ¿Era correcto borrarlos? ¿No sería quizás más justo añadir en nuevas calles nuevos nombres, siempre y cuando no se embriaguen de viejos amores y ensalcen a etarras de ayer o a chequistas de anteayer? Porque si de borrar se trata, no ha de bastar con quitar las placas del Ministerio franquista de la Vivienda: ¡que manden derribar las casas, que también son franquistas, por la misma razón! Puestos a borrar, en media Navarra no se trata ya de cambiar nombres, sino de que manden derribar y olvidar todo lo que construyeron por ejemplo la Obra Sindical del Hogar, el Instituto Nacional de la Vivienda y el Patronato Francisco Franco, ¿no?

Hablando de estos Patronatos, que cambiaron la cara de Navarra antes y más que la industrialización, no es posible olvidar al que fue su presidente durante unos años, Luis Valero Bermejo. Valero, que se enfrentó de la mano de Juan Moso a las viejas oligarquías provinciales y que se ganó en buena medida a los sindicatos, fue combatiente falangista en la guerra y tuvo después una carrera política polémica por su relativa distancia del clero y de los reaccionarios, y por sus advertencias sobre el latente peligro separatista. Véase el resultado.

Memoria por memoria, las calles que quedan en los pueblos, barrios, regadíos y cooperativas inaugurados por Luis Valero Bermejo y Juan Moso tendrán ahora que cambiar de nombre, bueno, los que aún no lo han hecho. Tendrán que buscar nuevos nombres en Alicante, en Fustiñana, en Caparroso y en Ávila, y en más sitios; claro que, para ser coherentes, además de picar los rótulos tendrán que derribar las casas construidas, bloquear los canales y regadíos abiertos, cerrar los graneros y fábricas. Puestos a ser coherentes, derríbense las Chantreas, y hagamos como si los patronatos no les hubiesen permitido salir de sus cuevas y chamizos.

Será esa la memoria. O llamaremos memoria al relato de extrema izquierda y separatista de un pasado que objetivamente no se quiere recordar, sino que se usa para dividir.

Quizá este contraste entre la memoria que se quiere imponer y la memoria que se busca borrar está en esto: en que se trata de crear, en Navarra pero no sólo, una ‘memoria’ coja, zurda, tuerta si no ciega, y en todo caso sectaria. Y algo más, quizá más grave para los que por edad no han tenido acceso ni a los testigos del pasado ni están educados para obtener puntos de vista alternativos: esta visión oficial de las cosas, que se financia con los medios de todos, se presenta institucionalmente como la única visión, la única verdad, la única narración aceptable. Desde los despachos se trata de dejar implantada –termine como termine Uxue- una única memoria colectiva que se identifique con la única comunidad aceptable. La respuesta es no aceptar la mentira desde la calle y no hacer ninguna concesión a la falacia sectaria desde el relato histórico de los hechos.