| 09 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Miguel Ángel Pavó, Gabriel Echávarri y Natxo Bellido, tras perpretar el pacto tripartito.
Miguel Ángel Pavó, Gabriel Echávarri y Natxo Bellido, tras perpretar el pacto tripartito.

El alcalde maniatado por sus socios radicales mete a Sánchez en un lío

Mientras el ojo mediático acecha al primer edil valenciano Joan Ribó, la segunda capital de la Comunidad Valenciana va sin rumbo por sectarias y radicales decisiones del equipo de Gobierno.

| David Lozano Opinión

Gabriel Echávarri, como su líder Pedro Sánchez en las generales de diciembre, cosechó un resultado histórico para el PSOE alicantino: con tan sólo 6 concejales obtuvo los peores resultados de la historia de la democracia del partido socialista en la capital de la provincia. Pese a eso, las ganas de quitarse de encima al PP y el ansia de los partidos de la izquierda (y de la extrema izquierda) posibilitaron a un acuerdo tripartito que tiene sumida a la ciudad en una oscuridad indigna de la luz mediterránea.

PSOE, Compromís, Guanyem Alacant (Izquierda Unida más Podemos) pasaron del ostracismo institucional, de las asambleas en las plazas, de las manifas, de los escraches violentos a tener un sillón en la Junta de Gobierno, un coche oficial y, lo que se ha demostrado todavía peor; poder de decisión. Es cierto que las "andanzas" de Joan Ribó en Valencia -con mayor repercusión mediática nacional- resultan muy llamativas para la prensa y esta notoriedad de la capital del Turia ha eclipsado mediáticamente a algunas decisiones muy graves para la economía de Alicante que ha adoptado el tripartito en los primeros meses de mandato.

Los sectores turístico, hostelero, hotelero, el comercial, empresarial... tiemblan por el rumbo político que ha adquirido la segunda capital de la Comunidad Valenciana y que repercute muy negativamente en su economía. Echávarri, el alcalde, se muestra impotente y maniatado a algunas arbitrarias decisiones e imposiciones de su socios de Gobierno, fundamentalmente las procedentes desde IU-Podemos, que van directamente en contra de los intereses turísticos de la capital de la Costa Blanca.

Con un alcalde que además de no tener margen de maniobra tampoco muestra agallas suficientes para enfrentarse a sus socios -tal vez deslegitimado por su ridículo resultado electoral y su poco predicamento dentro del mismo PSOE- las decisiones están en mano de los más radicales. No se entiende -ni siquiera Ribó lo ha hecho en Valencia- que se haya impuesto cerrar los domingos a los comercios en zonas declaradas de influencia turística. El primer domingo de rebajas la zona comercial de Alicante presentaba un aspecto desolador mientras Valencia lucía un lleno que daba vida y alegría a la ciudad.

La no apertura sólo de El Corte Inglés en domingos y festivos -decisión impuesta por IU-Podemos- hará perder más de un millar de puestos de trabajo. Es sólo el inicio de una época oscura para el turismo, la imagen (luego detallaremos más de la imagen), los negocios y en definitiva la subsistencia económica de la ciudad. La cruzada del concejal Miguel Ángel Pavón contra el sector turístico provoca una creciente corriente de indignación. Pavón, que lucha obsesivamente contra veladores y terrazas de los establecimientos del centro, se ha ganado el calificativo del más "odiado" no ya solo en el sector de los servicios, sino también dentro del Ayuntamiento. En la Policía Local, reconvertida a una suerte de ejército contra los hosteleros, existe ánimo de rebelión contra esas órdenes en parte de plantilla y mandos. La profesionalidad del Cuerpo ha evitado, de momento, esa insumisión.

El alcalde es un ser ausente más pendiente del Facebook de Sonia Castedo que de ejercer el cargo, ajeno a las grandes y negativas decisiones municipales y pasea buscando visibilidad para decir que es el alcalde allá por donde va



La animadversión podemita para con los negocios o los grandes empresarios, como El Corte Inglés, ha provocado también un enorme malestar en sectores del PSOE. Fuentes acreditadas de la Autoridad Portuaria de Alicante consideran el cierre de los domingos "letal" para el turismo de cruceros que se quiere captar. La política tripartita municipal se resume fácilmente con un adverbio: "no". No al progreso, no a las facilidades a los negocios, no a más turistas, no a macroproyectos como el visto bueno a la llegada de la multinacional sueca Ikea a la ciudad, no, no y no. El "no" triunfa entre síes a las ocurrencias. Ximo Puig, presidente de la Generalitat, no quiere ni pasar por Alicante. Los Presupuestos de la Generalitat para con la ciudad dan una pista de ello: maltrato.

Mientras tanto, el alcalde es un ser ausente más pendiente del Facebook de Sonia Castedo que de ejercer el cargo, ajeno a las grandes y negativas decisiones municipales y pasea buscando visibilidad para decir que es el alcalde, quizás porque ni él mismo aún se lo cree, allá por donde va. En Compromís van a lo suyo con temas de la lengua y poco más, amén de colocar a un número tan inaceptable como indecente de asesores. No hay decisión alguna sobre la "emergencia social" y en cuanto al "ogro" municipal, el empresario Enrique Ortiz, las únicas decisiones del tripartito han sido las de prorrogar sus contratas. La batuta del gobierno municipal la portan los más radicales, consecuencia: pésima imagen para la ciudad.

Y, volviendo a aquello de la (mala) imagen, en esto se lleva la palma la "roja" por excelencia. Marisol Moreno no solo ha mantenido su acta de concejal imputada: ahora sigue gobernando ya condenada. Moreno, Podemos, Izquierda Unida y el resto de componentes del tripartito se han tomado más a guasa que los monólogos de Moreno aquello de las líneas rojas. Echávarri prometió que destituiría a Marisol La Roja si resultase condenada. Y ya no es que haya incumplido su devaluada palabra, también le ha dejado campar por sus anchas pidiendo dinero a los ciudadanos haciendo abuso de las instalaciones y medios municipales e instrumentalizando el propio escudo e imagen del Ayuntamiento. Pero el alcalde gobierna sometido, acobardado y no puede dar un golpe de autoridad porque sencillamente carece de ella. Tres largos años aguardan a la capital alicantina.