| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El beso de Domènech e Iglesias se quedó en anécdota al lado de la tangana.
El beso de Domènech e Iglesias se quedó en anécdota al lado de la tangana.

Pablo Iglesias desata la gran bronca con la alusión al pasado más negro del PSOE

El líder de Podemos llegó con la escopeta cargada al hemiciclo y se encendió más cuando Sánchez intentó noquearle con una alusión a ETA. La réplica de Iglesias levantó la cólera socialista.

| Manuel Ortega España

La intervención de Pablo Iglesias -al margen de su comentado beso en la boca con Xavier Domènech- en el debate de investidura de Pedro Sánchez puso en pie de armas al Grupo Socialista, muy calentito con las intervenciones del secretario general de Podemos.

El colofón llegó cuando Iglesias, de pie y dirigiéndose hacia los escaños socialistas, le recordó a Sánchez que en sus propias filas había quienes, “manchados de cal viva como Felipe González”, habían hecho todo lo posible por romper cualquier tentativa de pacto entre PSOE y Podemos.

“O somos de ETA o somos de Rajoy”, había replicado Iglesias tras un debate bronco en el que los parlamentarios del PP asistieron boquiabiertos a la pelea a machete entre la izquierda del hemiciclo.

Los diputados populares asistieron boquiabiertos a la dura requisitoria de Iglesias a Sánchez

Y todo porque en su turno de réplica a la intervención de Iglesias, Sánchez había hecho alusión al aniversario de la muerte del concejal socialista Isaias Carrasco por parte de la banda terrorista ETA “asesinado por los que ayer dijo usted que eran presos políticos”. Una frase que, por cierto, fue aplaudida por los principales dirigentes de “la naranja mecánica” -como bautizó el líder morado a Ciudadanos.

Era el contrapunto a una serie de ataques demoledores contra Sánchez y el PSOE. Porque si Iglesias repartió estopa a PP y Ciudadanos -bajando incluso a un terreno tan personal como espetarle a Albert Rivera que “hubiera sido jefe del Komsomol y jefe de escuadra en la postguerra”-, el candidato socialista fue el principal blanco de sus dardos.

“Son las siglas del partido de mi abuelo, cuando ser de ese partido llevaba antes a la cárcel y al pelotón de fusilamiento que a los consejos de administración”, arremetió Iglesias, que tildó al PSOE de “partido del crimen de Estado”. La primera alusión a la desconfianza hacia los que “tienen manchado su pasado de cal viva” pasó más desapercibida, tal vez porque no hizo mención directa al nombre de González.

El dirigente de Podemos llegó dispuesto a hacer sangre con el PSOE

Para ahondar en la herida, Iglesias hizo sangre recordando que Sánchez había obtenido el peor resultado electoral de la historia de un candidato socialista. “La próxima vez envíe a un socialista a hablar de economía”, continuó golpeando. “No se extrañe de que algún día los trabajadores le pidan que entregue la S y el O de su sigla”, fue su siguiente golpe acusando al PSOE de haber sometido “a la naranja mecánica” en el terreno económico.

Mientras Juan Carlos Monedero contemplaba la escena con la barbilla apoyada en la barandilla de la tribuna de invitados, Sánchez encajaba golpe tras golpe mientras algunos diputados socialistas se movían inquietos en sus escaños.

Una frase del fundador del PSOE usada por Iglesias terminó de rematar a Sánchez

Pero Iglesias todavía les reservaban un misil en su primera intervención. Con una petición de que “tras este fracaso negocie con nosotros”, el de Podemos le dejó el último golpe: “Merecer el odio de los que envenenan el pueblo debe ser para nosotros una honra”. La frase era de Pablo Iglesias, fundador del PSOE.

Los dos candidatos bajaron al barro cuando tras el turno de Sánchez, Iglesias cogió un tremendo enfado con el que pasó a fustigar la falta de educación de la bancada socialista y sus “consignas compradas”. “Ustedes hablan de abolir la reforma laboral pero no quieren derogar la de 2010”, espetó a los diputados socialistas.

Sánchez intentó compensar haciendo una chanza al dirigirse al líder morado como “Señor Rajoy, esto, señor Iglesias”. La bromita no surtió efecto. Sólo enconó más a Iglesias, que se lanzó a degüello desde su escaño con el asunto de Felipe González. La lucha por la izquierda está más abierta que nunca.