| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Pedro Sánchez y Albert Rivera el día de la firma del fallido pacto de investidura.
Pedro Sánchez y Albert Rivera el día de la firma del fallido pacto de investidura.

Sánchez compró a Rivera una bala a la “desesperada” para sortear las urnas

El secretario general del PSOE se la jugó a la carta de las maniobras dilatorias. El camino se iluminó con una idea del líder de C´s. Fue un tiro al agua. Otro se negó a recorrerlo.

| Ricardo Rodríguez Opinión

La cuenta atrás hacia las urnas puede hacérsele eterna a Pedro Sánchez. El PSOE parece un gallinero donde los pollos corren sin cabeza. El sinuoso proceso para elaborar las listas ya ha empezado con serios contratiempos. Las navajas vuelan con inusitado furor. La histórica formación no se rompe fácilmente pero aparece desolado, indignado o dividido, empezando por la fisura entre el secretario general y presidenta de la Junta de Andalucía.

La guillotina tiene la cuchilla muy afilada. Y puede aventurarse que cada día que pase será peor que el anterior, aunque mejor que el siguiente para Sánchez. Ahondar en el descalabro el 26J sólo será la guinda. Pero, esa circunstancia, ni siquiera está en las manos del líder socialista. Hay que poseer una audacia rayana en el suicidio y una colosal ambición para pasar por este trance cuando tantos elementos conspiran contra uno. El espasmódico final de la XI Legislatura ha golpeado con dureza a Pedro Sánchez que llevó las falsas expectativas de la gobernabilidad más allá de lo razonable. A la desesperada, según fuentes solventes consultadas por ESdiario, barajó seriamente una pirueta antes de abrirse las venas con la repetición electoral.

La propuesta de un independiente de amplio consenso como candidato a una investidura estuvo sobre la mesa de Sánchez. En las situaciones de emergencia queda el recurso de los saltos de emergencia. Tal sería de tomar cuerpo la propuesta. Un presidente autónomo que contase con la confianza de las Cortes, salvando así las formas, pero, a la vez, con la composición del Consejo de Ministros negociado entre PP, PSOE, C´s y Podemos. Dada la excepcionalidad de la fórmula, debía haber un claro límite temporal: El justo para hacer las cosas necesarias, una media docena de compromisos de Estado, y devolver la palabra a los electores. 

La propuesta de un independiente de consenso como candidato estuvo sobre la mesa. En situaciones de emergencia, el recurso de los saltos de emergencia: un presidente autónomo que contase con la confianza de las Cortes

La idea fue acodada en las conversaciones entre Pedro Sánchez y Albert Rivera y, siempre según las mismas fuentes, hasta llegó a ser trasladada en algún tanteo a Podemos que la rechazó de cuajo y no se anduvo con chiquitas a la hora de emplear descalificaciones. Y ello aun cuando parecía contar con varios incentivos. Entre ellos, un cambio de la Ley Electoral que mejorase la traslación de sus votos en escaños y, por tanto, la garantía de un futurible protagonismo. En cualquier caso, el proyecto de ese Ejecutivo de amplia base quedó guardado en el cajón.

Fue guardada esa versión XXL de los míticos pactos de La Moncloa hasta que Rivera la verbalizó casi en el tiempo de descuento en un ejercicio de autocrítica: “Si los líderes somos el problema, demos un paso atrás para que haya Gobierno. Si el problema es que Sánchez sea presidente según Mariano Rajoy o al contrario, o que Ciudadanos esté o no, yo me pongo el primero. Demos un paso atrás”. El jefe de las filas naranjas sabía de antemano que la propuesta sería rechazada de plano por su propio socio del PSOE: “La tecnocracia no es la solución”.

En realidad, la tentación resultaba tan poderosa que Albert Rivera se tiró en plancha y buscó protagonizar la iniciativa, recordar su anclaje centrista, estudiado simulacro toda vez que era irremediable la convocatoria de elecciones. El resto es aún historia por escribir.