| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La tasa turística valenciana y la familia de Bristol

La tasa turística valenciana propuesta por Podemos ha azuzado un estimulante debate entre los partidos políticos y las organizaciones empresarial ¿Perjudica o beneficia? Esa es la cuestión.

| Héctor González Edición Valencia

Podemos ha renacido en la Comunidad Valenciana. Ha despertado del letargo en el que parecía sumido este partido desde la retirada de su anterior secretario general y síndic, Antonio Montiel, y ha saltado al coso lanzando la propuesta de implantar una tasa turística. La complicidad de Compromís con la filial valenciana del partido de Pablo Iglesias, Podem, ha animado a algunos altos cargos de este conglomerado a respaldarla sin fisuras. Y, de paso, a poner en un brete a su socio de gobierno, el PSPV, a quien han cogido con el paso cambiado.

Los argumentos esgrimidos por Podem los ha resumido su senador Ferran Martínez en dos ideas principales: la fórmula de la tasa turística ha tenido éxito –calificativo tan recurrente como subjetivo- en otras autonomías y los turistas deben contribuir a sufragar gastos comunes del lugar que visitan.

Vamos por partes. Al aludir a otras comunidades autónomas se refiere a Cataluña y Baleares. La primera, con más de 17 millones de turistas internacionales acumulados entre enero y noviembre del pasado año, según datos del ministerio del ramo. Baleares, por su parte, se sitúa en segundo lugar a escala nacional con casi 13 millones en el mismo periodo, 5,5 más que la Comunidad Valenciana. Sus respectivas capitales (Barcelona y Palma) ocupan el segundo y cuarto puesto, respectivamente, en la clasificación de ciudades más visitadas de España. En el caso de Barcelona triplica la cifra de visitantes de Valencia (octava en ese listado).

Por tanto, se trata de dos destinos consolidados, que superan con creces el grado de conocimiento internacional de la Comunidad Valenciana. Un impuesto a las pernoctaciones puede hacerles perder una porción de clientes, aunque no excesiva, porque quien se desplaza hasta Barcelona, Figueres, Palma o Ibiza tiene claro –en la mayoría de los casos- que 30 euros arriba o abajo no le privarán de visitar ese destino que acumula una reputación consolidada.

Benidorm, la excepción

Quizás como Benidorm, la excepción de la Comunidad Valenciana y tercer enclave más turístico de España. No obstante, el resto del territorio autonómico no compite con Cataluña ni con Baleares. Lo hace con Torremolinos, Marbella o Benalmádena, municipios que superan con creces en recepción de turistas a Gandia, Peñíscola o Torrevieja. En algún caso hasta a la propia Valencia. Como lo hacen Fuengirola o Málaga con Alicante.

Para una familia inglesa compuesta por una pareja y sus dos hijos, que despega en un vuelo de Ryanair desde Bristol, pagar 30 euros más o menos por una tasa turística puede suponer la diferencia entre aterrizar en Castellón-Costa de Azahar o hacerlo en Málaga-Costa del Sol. Porque la Comunidad Valenciana pugna con Andalucía, Canarias o incluso con Murcia. El turismo de tumbona, playa, gastronomía y monumentos lo ofrecen las cuatro autonomías.

El inglés de Bristol

Establecer una nueva tasa equivale a poner una traba a la hora de decidirse. A decantar. A igualdad de condiciones esa familia inglesa, o una gallega, irá donde menos le cueste. Y, además, la percepción de tener que pagar dinero para que lo administren los políticos de otro lugar no seduce en absoluto.

Respecto al segundo argumento, el de contribuir a sufragar los gastos, pierde fuelle en una sociedad valenciana que presume de hospitalaria, de agasajar al visitante. No creo que a un abogado que recibe a un cliente se le ocurra cobrarle, además de su minuta, la parte alícuota del gasto de electricidad consumida durante sus dos horas de visita. Tampoco, si compartes cena en tu casa con amigos les pasas una factura con su porción correspondiente de la tasa de recogida de basura por haberte dejado una lata vacía de refresco.

Quizás para el Transport Metropolità de Barcelona, que obliga a sacar billete a niños y niñas de cuatro años, sí que resulte más lógico. O para los policías austríacos vigilar que quien circule por sus autovías, incluso aunque acabe de entrar en el país con el lógico despiste, adquiera y pegue la pegatina con una S en su vehículo. En la Comunidad Valenciana hasta ahora hemos sido más espléndidos. Puede que por ese motivo aumente también la llegada de visitantes.