| 18 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Felipe González y Pedro Sánchez, en un acto de partido.
Felipe González y Pedro Sánchez, en un acto de partido.

Sánchez guarda en un cajón un farol para meterse de nuevo en la carrera

El ambiente se hace insufrible. En el PSOE vuelan los cuchillos y nada es lo que debiera. Las jugadas, un tanto faroleras, no tapan la fragilidad del líder.

| Ricardo Rodríguez Opinión

Cualquier parecido con demostraciones de fuerza en anteriores citas con las urnas sería pura coincidencia. Lógico. Con las siglas bajo la amenaza de derribo, suena a broma hacer olas. Aquellos días en los que el PSOE miraba por encima del hombro, se perdieron en la polvareda de la historia. Ahora, el escenario interno resulta inestable y ruidoso.

De todos modos, César Luena y su equipo se esforzaron en calentar la cita en el Pabellón de la ONCE, en Madrid, a la mayor gloria de Pedro Sánchez con la reivindicación de la marca y la venta de un partido en “fila india” tras su persona. Simplemente porque tocaba, cierto, porque las elecciones mandan hacerlo. No faltó casi nadie esta vez. En la puesta en escena, Sánchez rodeado de los cuatro ex secretarios generales (aunque Felipe González, tal vez el más cercano, apareciese por plasma).

El mensaje final que hubieran querido dejar los estrategas era otro, pero al final Pedro Sánchez eludió dar el salto. El de comprometerse a sólo intentar gobernar si obtuviese la legitimidad de ser el más votado el 26-J. De esta manera, a decir de mentes pensantes de Ferraz, el secretario general tenía en sus manos presentarse como la única alternativa al PP. Según inciden fuentes solventes a ESdiario, esa propuesta fue madurada personalmente por Sánchez, pero a la vista está que la ha dejado correr. Un anuncio de esas características habría obtenido el aplauso de todo el partido.

Varios de los consultados sostienen que González trató de influir en lograr ese compromiso solemne de Pedro Sánchez, pero éste evitó lanzarlo ante la ciudadanía. Tal nítida promesa del líder de los socialistas hubiera permitido cubrir su flanco más débil: sacudirse el papel de un convidado de piedra ante el duelo que ya libran Mariano Rajoy y Pablo Iglesias. Más aún en unos momentos en que las encuestas - sobre la verdad matemática de la última de Metroscopia planea incluso la sombra de un error de dos puntos menos para los podemitas (23,2% de los votos) de lo que en el argot se conoce como "cocina" - alientan el sorpasso de Unidos Podemos sobre el PSOE. Tal pronunciamiento hubiese ayudado a identificarlo con el llamado voto útil de la izquierda, que aún puede decantarse por apoyar a Sánchez frente a la opción encabezada por Iglesias, y meterse de cabeza en la carrera electoral.

“Esa era la tecla que debió de tocar”, repetían voces socialistas. Desde luego, tenía en sus manos marcar ante potenciales votantes – intentarlo - el campo de juego sólo para él y Rajoy, además de sembrar dudas en la consideración del españolito de a pie sobre sus ansias por alcanzar el poder a cualquier precio. Porque, a la hora de votar, los electores tendrán muy presente cuestiones tales como la naturaleza de los futuros pactos y los efectos sobre el país. Sin embargo, Sánchez ha apostado, al menos de momento, por quedarse a la intemperie y entre los fuegos populares y podemitas. Entre otras razones, porque Pedro Sánchez está lejos de renunciar a traicionar la voluntad popular con tal de ser investido presidente del Gobierno.

En resumidas cuentas: Sánchez tiene todas las esperanzas puestas en que, en esta nueva ocasión, la suma de PSOE y Unidos Podemos supere una alianza PP -C´sy, con la ayuda añadida de aquí y de allá, quedar más cerca de la mayoría parlamentaria. Haber precedentes, haylos y en gran cuantía: No sólo la propia acción contra viento y marea del líder socialista en la fallida y breve XI Legislatura, sino también un puñado de gobiernos autonómicos, léase Castilla La Mancha, Baleares o Comunidad Valenciana; y numerosas capitales, desde Madrid hasta Granada pasando por Oviedo, urdidos con los mimbres anti-PP.

Pedro Sánchez está regalando la campaña a Mariano Rajoy y a Pablo Iglesias. No sería mala cosa que empezase a pensar que su responsabilidad apunta ya a dejar el partido en las mejores condiciones para iniciar una “sí, al cambio” que él ha sido incapaz de poner en marcha.