| 03 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Don Felipe y don Juan Carlos, una dupla perfecta
Don Felipe y don Juan Carlos, una dupla perfecta

Don Felipe consigue lo imposible, que don Juan Carlos vuelva a ser el Rey

El rey emérito no lo pasó bien cuando tuvo que dar el relevo. Él, firme creyente de que los reyes no abdican, sino que mueren en su cama, no estaba preparado para ese final y sufrió mucho.

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Que el relevo en la Casa Real se produjo casi a la fuerza no es ningún secreto. A don Juan Carlos le pasó factura su dolce vita y opacó su aplaudida gestión al frente de la monarquía española. Botswana fue el principio del fin. El detonante que hizo que la estructura empezara a derrumbarse. Y es que no gustó que un momento tan complicado a nivel social, el soberano disfrutara de unas vacaciones de lujo. Ese vivir de espaldas a la realidad le dio la puntilla. De nada sirvió pedir perdón. Para entonces, la caída era imparable. Y, entonces, llegó la abdicación. Una ceremonia cargada de mensajes que se leen en los ojos de los protagonistas.

Y una vez jubilado, don Juan Carlos se dedicó al dolce far niente. Viajes aquí, allá, no importa la distancia, tan solo pasarlo bien y alejarse del lugar donde un día fue feliz y al que no quería volver. El soberano estaba enfadado, muy enfadado. Siempre fue un firme creyente de que los reyes no abdican, mueren en su cama. Sin embargo, a él le habían obligado a dar el relevo. El monarca no entendía cómo su vida privada podía haber tenido tanto peso en la balanza de los españolitos a la hora de ponerle nota por su trabajo.

Tocado y hundido, así quedó el rey cuando escuchó una grabación donde hablaba de lo suyo con Marta Gayá, a quien se refería como “My girl”. Ay, Marta, la mujer que costó una crisis de estado porque don Juan Carlos decidió acompañarla a Suiza para una intervención y fue imposible localizarlo para que firmara un Decreto urgente. Tras esa Marta de la que el soberano hablaba en la grabación obtenida por el CESID se escondían otras Martas, las que hicieron que su matrimonio con doña Sofía fuera una multitud.

Y, entonces, don Felipe cogió el timón. Habló con su padre como solo un hijo puede hacerlo para decirle que todos tenemos una misión que cumplir, que ser rey es para siempre y que era absurdo que siguiera corriendo. Le sugirió mirar atrás y contemplar lo mucho que había hecho. Y don Juan Carlos se dio cuenta que por más fuertes que fueran los vientos, nadie podría arrebatarle lo conseguido. Y entonces comprendió lo equivocado de su fuga y quiso volver a ser Rey. Sí, seguiría en la brecha. Por él, por la institución y porque su hijo, aunque sobradamente preparado, lo necesitaba.

Volver a ser Rey le sienta muy bien a don Juan Carlos. Ha recuperado la ilusión y se le ve a gusto ejerciendo el cargo. Su felicidad es patente en los actos a los que acude. Se muestra natural y no esconde la emoción. Agradeció, y mucho, que doña Sofía le diera las gracias por haberla dejado crear su fundación para hacer lo que a ella más le gusta, ayudar. En el otoño de su vida, los reyes eméritos se han reencontrado. Don Juan Carlos sabe que no ha estado a la altura con su esposa. Que ella ha puesto más y que ha aguantado, callado y tragado porque la institución está por encima de todo. Por eso, y porque se lo merece, el rey emérito va a demostrar.