| 25 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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¿El fin del PSOE?

Fracasó dos veces ante los ciudadanos, pero convirtió las Primarias en una segunda vuelta en la que sólo votaba el 0.1% de la población. Su victoria estimula al populismo y al secesionismo.

| Antonio R. Naranjo Opinión

Un reducido grupo de militantes del PSOE ha invertido el dictamen que los ciudadanos dictaron con respecto a Pedro Sánchez en las dos Elecciones Generales a las que concurrió y en todos los comicios previos de ámbito vasco, catalán, municipal y autonómico: apenas 60.000 afiliados han optado por poner al frente de su centenario partido a quien, paradójicamente, lo encabezó a sus mayores desastres electorales. Quien menos afecto despertó entre los ciudadanos fue, a la postre, quien más respaldo obtuvo de sus compañeros.

Convertir unas Primarias en la segunda vuelta para un fracasado ante los ciudadanos aboca a la irrelevancia

Apenas un 0.1% de la población española, pues, ha adoptado una decisión que sin embargo afectará de una manera intenta al conjunto de España en un momento decisivo donde se juntan la incierta salida a la crisis económica, el desafío territorial del independentismo catalán, el auge del populismo y la resaca de la corrupción.

Éstos pueden ser los principales efectos de la victoria de Sánchez,  sugeridos por él mismo en anuncios, discursos y propuestas expresados en público desde su segunda derrota en las urnas hasta hoy, cuando ha logrado su primer éxito, que rememora la historia del Rey Pirros de Éfeso, aquel que ganó a sus rivales causándose a sí mismo idénticos daños y dejando extinguidas las tropas de todos.

1.- Un PSOE en barrena

Sánchez llevó a su partido a los dos desastres electorales más profundos de su historia, con Podemos bordeando ya el sorpaso, en lo que parecía un paisaje difícil de deteriorar más. Pero lo ha logrado, añadiendo al alejamiento de su tradicional masa de votantes la división casi irreconciliable del partido e, incluso, el desprecio a su propio legado y a sus vacas sagradas. La elección de Sánchez incorpora a sus derrotas la fractura interna en dos, incurable por mucho que se disimule en público, y la incierta refundación sentimental del PSOE a costa de la estigmatización de su pasado, con la vilipendiada figura de Felipe González como emblema de ello.

2.- Una buena noticia para los independentistas

Carles Puigdemont fue de los primeros en felicitar a Sánchez, lo que da una idea de cómo ve el independentismo al líder del PSOE, el mismo que consideró a Cataluña una nación y que ha apostado, en público, por entenderse con todos los partidos para derrotar y derrocar al PP.

La salida de Sánchez se explicó públicamente mal, ocultando que los planes del entonces derrotado por las urnas eran pactar con Podemos y servirse del apoyo de los secesionistas, en una fórmula u otra y a cambio de imprecisas dádivas. Ese error permitió que prosperara la versión alternativa del propio Sánchez, a la postre decisiva para ganar las Primarias: que sólo él se oponía al PP y que, en consecuencia, la gestora, los barones y las élites del PSOE estaban con Rajoy.

Lo cierto es que al PP le puso en La Moncloa el desastre electoral de Sánchez, que nunca explicó en público cuál era su plan si ni quería abstenerse ni buscaba terceras elecciones. Quizá porque su objetivo era llegar a La Moncloa con Podemos y el apoyo en la investidura de 20 diputados, con o sin pacto firmado, que sólo podían salir de los 9 de ERC, los 8 de la vieja CiU y o bien los 5 del PNV o los 2 de Bildu y el único de Coalición Canaria. Y ése vuelve a ser su horizonte, con o sin moción de censura; ahora o dentro de unos meses.

3.- Una renuncia a ganar

El nuevo PSOE, como lo define el propio Sánchez, va a ser el más radical de la historia. Eso le aleja, de manera inevitable, de cualquier opción de victoria en unas Generales, como evidencian las dos derrotas estrepitosas del secretario general electo en poco tiempo ya con ese discurso.

Y le acerca, sin embargo, a tener que pactar con Podemos, ERC, Compromís, las Mareas, las CUP y hasta Bildu para alcanzar, algún día, los 176 diputados necesarios para llegar a La Moncloa, el objetivo que Sánchez ya se puso nada más conocerse el escrutinio interno.

 

 

El único reto ya del PSOE es quedar segundo para, desde esa posición de debilidad, pactar con el resto. Y no será gratis, se disimule como se disimule. Y no hay otra opción: el cisma creado por Sánchez procede de su negativa a abstenerse y a celebrar unas terceras elecciones; tendría poco sentido haber generado ese estropicio interno para que, en una nueva cita electoral dentro de unos meses o al acabar la legislatura, dejara gobernar al PP si gana: intentará el pacto, pues, con los mismos grupos políticos que desafían al orden constitucional. Y que sumarían, entre todos ellos, más diputados de los que tiene ahora el PSOE. Sánchez sería un presidente dependiente de quienes menos creen en el país que él tendría que gobernar.

El único reto del PSOE es ya quedar segundo y gobernar con el resto aunque tenga menos diputados que ellos

4.- Un refuerzo de Podemos

Pablo Iglesias es el gran vencedor de las Primarias en un sentido: si el PSOE se radicaliza, siempre parecerá la copia al lado del original, que es Podemos. Pero lo es, a más largo plazo, en un sentido que con la victoria de Susana Díaz sería más difícil: ya no necesita ganar unas Elecciones para gobernar.

Le basta con superar por un diputado a este PSOE, que no podría negarse a pactar con Iglesias para derribar al PP. A la inversa tampoco: Pedro y Pablo, por mucho que rivalicen en adelante, se apoyarán recíprocamente cuando llegue el momento de la investidura. Salvo que el cataclismo de Sánchez sea parecido al de Hamon en Francia: en ese caso también gana Podemos, que se convertiría definitivamente en el gran partido de la oposición.

5.- Un PSOE en guerra civil

Sánchez ha ganado a costa de destrozar la imagen de sus referentes históricos y de sus barones. Allá donde gobierna, desde Andalucía a Extremadura pasando por Castilla-La Mancha o Aragón; los presidentes autonómicos han quedado por los suelos por su apuesta por Díaz y por el estigma que les ha colgado el nuevo secretario general.

Pedro se entrega a Podemos y a los nacionalistas. Como nunca ganará, sólo puede gobernar con ellos

Si ya sufrían el desgaste de gobernar gracias a Podemos (salvo en Andalucía) y sin haber ganado las Elecciones, ahora le añaden el del enfrentamiento fraticida con un líder que les ha despreciado en público.

Para Sánchez, también es un problema: si como candidato en las Generales firmó dos hecatombes; para recuperar la corona se ha quedado sin reino: el 50% de sus propios militantes no le quieren.

Es imposible que esas heridas se cierren rápido: en cada congreso regional, provincial y municipal; los bandos en que ha quedado dividido el PSOE confrontarán de nuevo y canda uno de ellos peleará con uñas y dientes por conservar el poder y controlar la elaboración de las listas electorales. 

6.- Una militancia exigua, radical y fracturada

En Francia el partido socialista francés eligió, también con primarias cerradas a los militantes, a un candidato al que todo el mundo presagiaba un resultado terrible en las Elecciones que, finalmente, se cumplió: apenas logró el 6% de los votos y condujo a su formación al borde de la desaparición y en todo caso a la irrelevancia. En el caso del PSOE, es aún peor: Sánchez ya ha sido Hamon, por dos veces, y no necesita en consecuencia ser 'testado' por las urnas. Pese a ello, los afiliados -menos en toda España que la población de ciudades como Alcalá de Henares, Badalona o Vigo- le han elegido a él, convencidos de que fue el único obstáculo frente a Rajoy mientras el resto de dirigentes se echaban en brazos del PP.

Que una lectura tan simple haya prosperado demuestra la calidad política de la militancia del PSOE, en su momento más bajo cualitativa y cuantitativamente. Un dato lo atestigua: el PSOE tiene menos afiliados en toda España que el PP en Andalucía y el mayor emblema de su gestión desde la Transición, Felipe González, ha sido presentado por los ganadores como una especie de traidor a la causa socialista.

7.- El fin de Susana

Pedro Sánchez fue un invento de Susana Díaz, que quería un dirigente menor, poco conocido y controlable; para gerenciar el PSOE mientras ella conservaba Andalucía y aterrizaba en Ferraz en olor de multitud. Aquella estrategia calculadora fue un absoluto desastre que la dirigente andaluza repitió, de manera sorprendente, otras tres veces: no se atrevió a pedir la dimisión de Sánchez tras sus dos derrotas y tampoco encabezó públicamente una explicación de la actitud del PSOE, en favor de España con su abstención, que permitió las sucesivas resurrecciones de un político teóricamente amortizado que nunca contó sus verdaderos planes ni siquiera a la militancia a la que ahora apelaba.

Susana se lo ha ganado: tanto cálculo le ha permitido a Sánchez resucitar tres veces y laminar su carrera política

La endeblez y falta de arrojo de Díaz y los barones no sólo explica el éxito de Sánchez antes los militantes; también les coloca a ellos al borde de la extinción. Incluso su entrega rápida a Sánchez nada más conocerse el escrutinio, con una comparecencia conjunta artificial y forzada, demuestra su falta de pulso: ni en la derrota fueron capaces de explicar qué efectos tendría eso para España y para el PSOE.

8.- Un PSOE asambleario... pero cesarista

El colectivismo suele estar detrás de los movimientos políticos más mediocres y, además y pese al nombre, más cesaristas. La asamblea acaba siendo, por lo general, una excusa para diluir el caciquismo del líder en una supuesta decisión común del conjunto de la organización. Sánchez ya dio pruebas de ello en la Comunidad de Madrid, desactivando al conjunto de la organización para echar a Tomás Gómez, y todo indica que apelará a ella que que simplemente ratifique las decisiones que él ya haya adoptado.  La falta de tradición asamblearia del PSOE coincide con el liderazgo asambleario de Podemos, igual de inexistente pero mucho mejor disimulado, lo que debilita aún más la confusa identidad del nuevo PSOE y le hace parecer más una copia que un original.

9.- Un grave error estratégico

El PSOE ha perdido una oportunidad casi única de situarse en el centro del tablero político. Era el único partido que podía medirse a la vez con el PP, contra el secesionismo y contra el populismo. Frente a quienes decían que si no se radicalizaba contra Rajoy perdía su lugar en el mapa, cuando lo ha perdido de verdad es ahora: el independentismo ve a Sánchez como alguien más proclive a todo y el populismo de Podemos le percibe, simplemente, como un aprendiz. Pedro Sánchez ha quemado todas las naves del PSOE, desde la memoria del partido hasta su posicion natural en España, para recuperar la corona. Aunque no le quede reino.

Probablemente intentará demostrar que Podemos y ERC son sus rivales, pero en el aire quedará ya siempre la sensación de que es pose: Sánchez lleva pactando con Podemos desde las Autonómicas de 2015 y, al respecto del nacionalismo secesionista, son evidentes sus simpatías por una reforma constitucional y un 'diálogo' con ellos. No se resistirá nunca, en fin, a pactar con cualquiera si ésa es la única manera de llegar a la presidencia.

10.- España en dos bloques

La victoria de Sánchez agudiza la inquietante división de España en dos bloques y, en ese sentido, aclara el panorama: en adelante, o gobernará la suma de PP y Ciudadanos; o lo hará la de PSOE y Podemos, en ese orden o al revés, más todos los partidos periféricos, antisistema y nacionalistas, a los que Rivera obviamente no puede ni acercarse.

La tensión e inestabilidad, que afecta ya a ámbitos como la separación de poderes, la acción judicial o hasta la labor investigadora de los Cuerpos de Seguridad, irá a más durante los próximos meses y mantendrá en un constante enfrentamiento a la clase política española