| 23 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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¿Y si España no espera al PSOE?

Sánchez ha sido una calamidad para España y lo es para el PSOE. Pero que nadie supiera frenarlo denota un profundo problema de un partido que, tal vez, tenga agotada a la ciudadanía.

| El Semanal Digital Opinión

El PSOE tiene agotada a buena parte de la sociedad española, y sus Primarias, lejos de ser un antídoto contra esa emoción, constituyen un agravante por una poderosa razón: el proceso está marcado por la misma persona, Pedro Sánchez, que dejó extenuado al país y malherido a su partido al bloquearlo todo durante un año pese al incontestable rechazo que esa actitud provocaba.

 Y no es una opinión, ni tampoco una manía ideológica ni mucho menos una conclusión subjetiva y por tanto discutible: Sánchez se enfrentó dos veces a las urnas y los ciudadanos le obsequiaron por dos veces con el peor resultado cosechado por su partido en la historia.

Sánchez es un enorme despropósito, pero que haya existido y resucite denota un problema profundo de todo el PSOE

El chusco epílogo a esas dos debacles, un intento artero de pactar con cualquiera –incluidos secesionistas- mientras se escondía el bochornoso plan con un vacuo eslogan para engañar a una parte de la ciudadanía –su infantil “No es no”-, sólo terminó por agotar la paciencia de todo el mundo y por obligar a su propio partido a tomar una decisión traumática por la demora, que no por el contenido: provocar su salida. Algo que, tras perder dos veces, tenía que haber decidido Sánchez de manera voluntaria, como todos sus predecesores hicieron en situaciones menos adversas.

Las Primarias no son más que la prolongación de esa misma táctica política consistente en esconder la realidad objetiva que Sánchez vive en España y entre la masa social potencial del PSOE para, con trucos retóricos tan infantiles como vendibles a los militantes menos exigentes, intentar en su partido lo que pretendía también en España: mantenerse en el poder de cualquier forma y a cualquier precio, convirtiendo la noble acción política en un burdo manejo egoísta, expuesto además a las exigencias de quienes a cambio de su apoyo se cobran siempre un elevado precio.

 

Pero si Sánchez es un enorme despropósito, su resurrección reiterada es una prueba de los males que aquejan a su partido. Otro PSOE nunca hubiera tenido por líder a un personaje tan fútil e irresponsable y, de llegar a tenerlo, jamás le hubiera dejado perpetuarse.

Sánchez fue un invento del mismo aparato que ahora, con toda la razón, le quiere lejos y apartado de la dirección. Y en ese pecado original se retrata buena parte de la clase dirigente socialista: todos sus cálculos, silencios, estrategias y tácticas están detrás de la longevidad de un político liviano como pocos que, sin embargo, ha tenido un relato de los hechos –falseado pero hilvanado- del que Susana Díaz y compañía han carecido.

Es trágico que nadie en el PSOE pidiera la dimisión de Sánchez ni desvelara sus planes con los secesionistas

Que nadie en el PSOE fuera capaz de pedir la dimisión de Sánchez tras dos varapalos ni de explicar que la famosa creación de la Gestora se debió a la infame intentona de pactar con partidos y dirigentes a los que debería haber contribuido a aislar, lo dice todo del músculo intelectual y de la fibra política que ha ocupado el poder interno del PSOE y sus aledaños en los últimos tiempos.

Por eso esperar que la ciudadanía aguarde eternamente a que los socialistas arreglen su casa es una osadía, cuando no un abuso. Un partido es un instrumento de la sociedad o no es nada. Y los socialistas, gracias al inefable Sánchez pero también a la torpeza de sus detractores, hace mucho tiempo que sólo saben hablar de ellos. O se dan prisa y de verdad experimentan una profunda y sincera catarsis, o no es descartable que cuando vuelvan no queda mucha gente esperándoles.