| 24 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Felipe, el infiel, patoso y leal compañero de la reina de Inglaterra

La discreta y a veces controvertida vida del duque de Edimburgo, que el próximo otoño se retirará de la vida pública, en cinco pinceladas.

| M.V. Opinión

Si figura espigada y enjuta y su rostro sonriente han sido tan populares en los últimos setenta años como el perfil de la reina Isabel II de Inglaterra, todo un icono ya de la historia del siglo XX. Pero a partir del próximo otoño, su reconocible sombra desparecerá de la vida pública, según ha anunciado el Palacio de Buckingham. Felipe de Edimburgo, el marido de la soberana británica, cumplirá 96 años en junio y se dedicará a sus propios cuidados y al ocio lo que le quede de vida, que ha sido mucho más intensa de lo que su discreta presencia puede dejar a entender. He aquí su biografía en cinco grandes pinceladas.

 

De una isla griega

Hijo del Príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca y de la Princesa Alicia de Battenberg, Felipe vino al mundo el 10 de junio de 1921 en la isla griega de Corfú. La abdicación al año siguiente de su tío, el rey Constantino I de Grecia, condujo a la familia al exilio. Su vínculo con la rama materna fue la que le guió sus pasos al Reino Unido, tras residir en Francia y Alemania, país que abandonó con el ascenso del nazismo. Internada su madre en un sanatorio y su padre instalado en Montecarlo, el mentor del joven en Londres fue su tío George Mountbatten, línea familiar que había renunciado a sus títulos y traducido al inglés el nombre alemán de Battenberg.

Todas estas vicisitudes provocaron que se desconfiara de él cuando comenzó a acercarse a la futura reina Isabel: un joven perteneciente a una rama marginal y empobrecida de la realeza europea, con inquietantes ramificaciones que alcanzaban hasta el Tercer Reich y una familia desestructurada, no podía ser un buen partido, se pensó en principio.

Un tipo "grosero e inculto"

Felipe ingresó en la Royal Navy en 1939, participó en la Segunda Guerra Mundial y luego prosiguió con su carrera naval. Durante su tiempo de cadete conoció a la princesa Isabel, quien a los 13 años hizo una visita a la escuela de la Armada. Sería el primer y único novio de la heredera del Trono.  

Como se apuntaba antes, los informes oficiales iniciales no recomendaban el enlace, al estimar que el pretendiente “era grosero, inculto y probablemente no sería fiel”. Pero aun así, Felipe le pidió al rey Jorge la mano de su hija en el verano de 1946. Y el soberano estuvo de acuerdo, siempre y cuando se comprometieran de manera oficial una vez que Isabel cumpliera 21 años, como así fue.

 

Una “mísera ameba”

Al contraer matrimonio tuvo que abandonar sus títulos previos y fue investido con los de duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón de Greenwich. Y aunque ha podido disfrutar de un sinfín de privilegios y compensaciones, el mayor sacrificio personal fue tener que renunciar a que la Casa Real llevara su apellido adoptado de Mountbatten. Por intervención directa de Winston Churchill, y como reacción contra toda referencia alemana, fue bautizada como Casa de Windsor. “No soy más que una mísera ameba. Soy el único hombre de este país al que no se le permite dar su nombre a sus propios hijos”, se lamentó en una ocasión. Con el paso tiempo, y en señal de reconocimiento, sus hijos han usado en ocasiones y en privado  el apellido Mountbatten-Windsor.

Un reconocido bocazas

Uno de los rasgos más populares del duque de Edimburgo es su particular sentido del humor, lo que ha dado para una lista infinita de situaciones absurdas y comentarios impertinentes. En una oportunidad, por ejemplo, tras una matanza en una escuela rechazó que se prohibieran las armas de fuego con el argumento de que “si un jugador de criquet decide de pronto entrar en una escuela y matar a la gente con el bate, cosa que podría hacer muy fácilmente, ¿va a prohibirse por eso el bate de criquet?». Otra vez le preguntó a una mujer que iba en silla de ruedas si la gente tropezaba mucho con ella y a un veterano de guerra con las piernas amputadas si no le gustaría que le pusieran “ruedas” en los muñones. En una visita a China, dijo a un grupo de estudiantes británicos: “Si seguís aquí mucho más tiempo acabaréis con los ojos ovalados”. Y en otro momento, al encontrarse con varios británicos residentes en Berlín, les fue preguntando su lugar de origen. Dos dijeron que procedían de la misma población de Irlanda del Norte. Su respuesta fue: “Al fin veo a dos irlandeses en la misma habitación poniéndose de acuerdo en algo".

Aunque sus deslices verbales también se han producido entre estadistas. Así, en una recepción con el presidente de Nigeria en el 2003, ataviado éste con el atuendo nacional de toga y chilaba, le espetó: "Parece que estés listo para irte a dormir". Y en 1967 cuando las relaciones entre la URSS y Reino Unido estaban condicionadas por la guerra fría el duque comentó que le "gustaría mucho viajar a Rusia", aunque, aclaró, “los malnacidos mataron a la mitad de mi familia".

 

Solo cinco años de pasión conyugal

Se asegura que la fidelidad conyugal del duque de Edimburgo duró solo cinco años, esto es, hasta  la muerte de Jorge VI y la coronación de Isabel II en 1952. A partir de ese momento, Felipe empezó a verse más como un "intruso" en Buckingham, y en 1956 empezaron a circular los primeros rumores sobre sus aventuras extramatrimoniales.

Unos le atribuían una relación con la actriz Zsa Zsa Gabor. Otros hablaban de su fijación por una conocida actriz del West End, Patricia Hodge, entre otros líos de faldas, aunque nunca se han llegado a probar fehacientemente las infidelidades. Sí es conocida su participación en la animada vida en un club del Soho, donde supuestamente se entretuvo más de una vez con un grupo de showgirl; o más recientemente sus apariciones en las carreras y otros eventos deportivos junto a Lady Penny Brabourne, 30 años más joven que él, que oficialmente se presenta como una entrañable amistad y bajo cuerda como el secreto de la longevidad del duque.