| 27 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Dani Mateo y el problema catalán

El divertido presentador imparte una lección de democracia chachi con un problema: lo que le reclama a Rajoy no se puede hacer. Y ese despiste sólo genera aún más confusión al respetable.

| El Lector Perplejo Opinión

 

 

De las habilidades de Dani Mateo para contar chistes y perfilar con humor algunas de las mejores caricaturas de la realidad, nadie puede decir nada: es bueno, muy bueno. Y gracioso, muy gracioso: lo suficiente para que le perdonemos, sin problemas, su tendencia a cebarse a babor, siguiendo las no menos mordaces diatribas de Wyoming.

Pero a veces conviene morderse la lengua si uno pretende salirse del espacio natural para erigirse en oráculo y ofrecer soluciones sencillas a problemas muy complejos. Y eso hizo Mateo, en esa mezcla de diván colectivo y antro de carretera que a veces, demasiadas veces, es Twitter.

Tuiterías

Y lo hizo para solventar, en teoría, el problema catalán, ése que nadie ha podido meter mano desde tiempos de la I República. A su juicio, la culpa es -cómo no- del Gobierno. Y la solución, "pactar un referéndum".

Para el humorista, ese acuerdo demostraría la "altura política" de Rajoy, al que obviamente se le niega mientras se mantenga en sus trece, el muy contumaz: los miles de retuits de la receta de Dani, unos huevos revueltos del análisis político, atestiguan el éxito.

 

 

Dani pide a Rajoy lo que no está en su mano. Eso no es ser un demócrata chachi: es no saber lo que se dice

El problema es que el bueno de Dani habla sin saber gran cosa de la Constitución, ese tocho que regula la convivencia y que no es una ley adaptable al capricho de ningún gobernante.

A saber: ni aunque el Gobierno quisiera hacer lo que Mateo reclama, en la misma línea buenista que tanto blanquea la imagen del secesionismo montaraz, podría hacerlo. Ni Rajoy ni ningún otro presidente puede reunirse un viernes en el Consejo de Ministros y aprobar, sin más, un referéndum para consultarle nada a nadie si modifica la arquitectura legal del Estado de Derecho.

Los artículos 167 y 168 de la Constitución prevén cómo tiene que reformarse la Carta Magna, según la dimensión del cambio que se quiera introducir, y para el caso que nos ocupa hay que remitirse al segundo de ellos.

Por no alargarnos, haremos un resumen: una modificación constitucional que afectara a la organización territorial y política de España, como sería el caso, requiere para empezar de la aprobación de dos tercios del Congreso.

A continuación, y en el caso de que prosperara aritméticamente -algo improbable-, tendrían que disolverse las Cámaras y convocarse nuevas elecciones. Constituidos de nuevo Congreso y Senado, ambos debería ratificar de nuevo la reforma de sus predecesores y, en caso de que lo hicieran, finalmente tendría que convocarse un referéndum nacional para que todos los ciudadanos apoyaran o rechazaran la reforma.

Dani, los chistes

Lo que Dani simplifica, pues, para dar alas a quienes no entienden que la democracia siempre es procedimiento, es bastante más complejo que insistirle a Rajoy en que se enrolle y sea un demócrata chachi.

Pero no desespere, señor Mateo. Nos encantan sus chistes. Aunque alguno como el presente no tenga gracia y contribuya a despistar el personal, nos hace mucha gracia. Simplemente preferimos reírnos con usted que de usted cuando se le calienta la mano y tuitea a lo loco sin pensárselo.