| 30 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Cristina Cifuentes tiene sobrada cintura para no caer en el juego del G-5 madrileño.
Cristina Cifuentes tiene sobrada cintura para no caer en el juego del G-5 madrileño.

El G-5: un grupo de alcaldes socialistas intenta boicotear a Cifuentes

Capitaneados por la líder del PSM, no pretenden conseguir inversiones sino ejercer de oposición partidista viendo que en la Asamblea de Madrid Gabilondo es incapaz de caer en el juego sucio.

| Antonio R. Naranjo España

Cinco alcaldes de algunas de las principales ciudades de la Comunidad de Madrid, todos del PSOE y todos próximos a Pedro Sánchez, han fundado un grupo oficioso de presión a Cristina Cifuentes que obedece más al deseo de honrar a sus siglas políticas que a la intención de lograr lo mejor para sus ciudades.

No es, por decirlo de algún modo, una alianza para conseguir tal o cual proyecto o inversión de la Puerta del Sol, sino para ejercer de oposición partidista viendo que en la Asamblea de Madrid hay un portavoz, Ángel Gabilondo, incapaz de caer en el juego sucio y siempre dispuesto a demostrar que, como decía Azaña, la política puede ser el más noble de los oficios.

O eso es lo que parece, viendo quiénes conforman ese G-5 -que puede crecer-, quiénes lo capitanean y cuál es su hoja de ruta. Se trata de los alcaldes de Getafe, Fuenlabrada, Alcalá de Henares, Móstoles y Leganés o, lo que es lo mismo, de la secretaria general del PSOE madrileño, de su vicesecretario, del presidente del antiguo PSM; más dos invitados a la función a los que podría incorporarse el primer edil de Arganda del Rey, entre otros.

Utilizar cargos institucionales para hacer política de partido nunca ha traído nada bueno a las ciudades de origen, que acaban haciéndose incómodas para quien, desde el Gobierno autonómico de turno, al final tiene la llave de inversiones, proyectos y ayudas: especialmente ahora que en la Puerta del Sol se ultima un renovado Plan Prisma que, con otro nombre, servirá para lo mismo que en el pasado llevó a los 179 municipios de la autonomía madrileña algunas de sus mejores infraestructuras.

La primera reunión del G-5 se celebró ya la semana pasada, en Fuenlabrada, reino del patrón del grupo aunque nominalmente tal condición le corresponda a la getafense Sara Hernández: allí gobierna desde siempre Manuel Robles, presidente del partido, quien hizo de anfitrión para el primero de una serie de encuentros que, con distintas excusas, pretenden proyectar una imagen de unidad ante Cifuentes, que no se caracteriza precisamente por el sectarismo militante en sus relaciones institucionales.

Oficialmente los cinco alcaldes lo negarán, pero en la práctica el deseo de recuperar la dureza que en los 90 encarnó el mítico Pedro Castro y sus homólogos del Sur está ahí. Un dato lo corrobora: un mismo grupo de comunicación, oriundo de tierras fuenlabreñas, ha aterrizado ya o piensa hacerlo en las ciudades de todos los miembros del G-5. Y hay quien ve en ello, y no va desencaminado, la astuta mano de Robles.

Cierto es que, si Pedro Sánchez no sobrevive al frente de Ferraz, los cinco alcaldes van a pasarlo muy mal: por un lado, Cifuentes acabará tomando nota y haciendo caso de los diputados, alcaldes y exalcaldes populares que perciben y trasladan los movimientos en bloque del PSOE con un PP en stand by que no puede permitirse perder terreno pensando a tres años vista; por otro, la mitad del viejo PSM se tomará cumplida venganza de éstos y otros compañeros que tanto hicieron por laminarles.

Porque no sólo cayó Tomás Gómez; el exterminio se extendió a las listas electorales de cualquier municipio por pequeño que fuera. Y nadie olvida.

La presidenta regional, mientras, no es del todo consciente de las ‘conspiraciones’ de alcaldes que, como el de Alcalá, gobiernan en una situación muy endeble y sólo gracias a una marca blanca de Podemos y aun así juegan la baza regional noche y día. Pero algún día lo será, quizá cuando el panorama orgánico en su partido se aclare. Y para eso queda un año.

Mientras, los alcaldes populares más potentes, sea el nuevo de Torrejón o el veterano de Boadilla; empiezan a percatarse del movimiento político incipiente que se está montando en la región: un PSOE alicaído pero con alcaldías grandes en manos de un Podemos que, más allá de la  altura personal y excepcional de su representante en la Asamblea (un López serio y respetado incluso por quienes no comparten nada con él), tiene algunas de las ciudades más grandes de España a su servicio y muchas ganas de controlarlas en primera persona. Ahora lo hace con delegados que, con tal de gobernar, quizá hayan vendido su alma al diablo.

Cifuentes no es nada sectaria y trabaja bien con todo el mundo, pero se dará cuenta pronto de que no puede recibir, ayudar y atender a gente que no respeta luego esas reglas del juego y no practica la lealtad institucional”, explica un gran conocedor de la política madrileña desde dentro. “Algunos  de los nuestros están molestos porque han visto que los mismos que en los municipios tratan fatal al PP luego les ponen buena cara en Sol y hay que irse preparando para las próximas elecciones aunque queden lejos, y el poder territorial es clave”, concluye.

Pero la presidenta regional no se ha caído de un guindo. Al contrario. Quienes la conocen bien aseguran que, pese a las apariencias, controla perfectamente la situación y sabe quién es quién y cómo tratarle. Y mientras llega ese momento, progresa en una estrategia que a corto plazo promete darle respaldos internos en el PP madrileño: cuidar en cada distrito y en cada municipio a los nombres, los hombres y las mujeres llamados, llegado el día, a decidir quién preside el PP madrileño. El G-5, en fin, no es rival menor, pero nadie duda de que si la maquinaria se pone en marcha, su capacidad de hacer daño político será limitada.