| 05 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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El de Rajoy y Sánchez fue un debate bronco.
El de Rajoy y Sánchez fue un debate bronco.

El militante Pedro ahoga al candidato Sánchez

El socialista perdió, sin necesidad alguna, las formas. Cayó de bruces en el barro y el presidente le llamó ruin y mezquino.

| Charo Zarzalejos España

No tenía ninguna necesidad Pedro Sánchez de bajar al barro. Estaba en su papel sacar a relucir la corrupción, pero las formas ad nominen en términos nunca vistos ni oídos en un debate entre los candidatos de los dos principales partidos de España a la Presidencia del Gobierno, logró enfangar un debate que, al final resulto decepcionante. Se ha perdido una oportunidad que con toda probabilidad no ha logrado atraer un solo voto.

Pedro Sánchez estaba parlachín. Se le vio relajado, incluso crecido. Una pizca sobrado. Interrumpió de manera permanente a un Mariano Rajoy que iba “en buen plan” y que dio muestras de sorpresa, de un cierto noqueo cosa que nunca le ocurre en el Parlamento que es el terreno en el que realmente se mueve a gusto.

El candidato socialista iba a por todas. Necesitaba hacerse sentir, trasmitir un punto de vibración a los suyos, pero utilizó la innecesaria herramienta del insulto personal, de la atribución de conducta quasi delictiva a su adversario. Recordó por unos instantes al debate entre Miguel Sebastián y Alberto Ruiz Gallardón. El primero, de manera inopinada e innecesaria, trató de hurgar en la vida personal del exministro y aquello convirtió a Gallardón en el ganador del encuentro.

No es seguro que el excesivo e innecesario ataque personal de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy le haya hecho ganar el debate al candidato del PP pero lo que si es seguro es que al socialista no le acerca ni un milímetro a La Moncloa. Fue en plan militante olvidando que su papel era el de candidato a la Presidencia del Gobierno. El militante ganó al candidato y el candidato no ha ganado un voto.

Mariano Rajoy, no se sabe si por aburrimiento, por sorpresa o por decepción de la marcha del propio debate no sacó a relucir toda su capacidad de ataque. No supo o no quiso emular a Sánchez pero no disimuló la indignación que le produjo las acusaciones personales de su adversario. Pedro Sánchez perdió, sin necesidad alguna, las formas. Cayó de bruces en el barro y Rajoy le llamó ruin y mezquino. Y le hizo una advertencia: de una derrota electoral uno se recupera pero la innecesaria mezquindad se convierte siempre en una larga y pesada sombra.

Éste ha sido un debate para olvidar.