| 19 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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El Índice del miedo

| Marcial Martelo Opinión

‏@AntonioRNaranjo: “El contrasentido de Cataluña, en una imagen: los camboyanos de la CUP levantando el puño tras elegir a un derechón”.

Antes, durante y después de la campaña podían existir muchas incógnitas respecto a la CUP: ¿qué quieren?, ¿por qué quieren lo que quieren?... ¿se han hecho alguna vez estas preguntas?

Más aún, ¿son niños en cuerpos de hombres que quieren destruir el mundo de los mayores porque no un día no les dieron todos los juguetes del escaparate o, realmente, quieren la paz en el mundo -como miss Filipinas- y se resignan pesarosos a esa destrucción como única vía posible para conseguirla? Pero, sobre todo, ¿a dónde van y a dónde nos quieren llevar a los demás (la historia nos demuestra que, por desgracia para los segundos, ambos destinos no suelen coincidir)?

Muchas incógnitas, es cierto, pero antes, durante y después de la campaña había una certeza igualmente evidente respecto a la CUP: su “no” a Artur Mas, que era un no a Convergencia por todo lo que este partido-banda-régimen representaba -según se decía- para sus militantes: corrupción, gansterismo de provincias, y un inveterado afán por el expolio de los derechos y la prosperidad de los catalanes.

Un “no” limpio, mesiánico, justiciero. Un “no” escupido a las caras de los oligarcas come-proletarios desde las entrañas de los pobres del mundo. Un “no” con vocación de eco eterno en el firmamento glorioso de la Historia, por suponer el Primer Triunfo de los que siempre pierden. La CUP o la épica de la justa venganza… hasta el viernes.

Aunque nos lo ocultaron hasta el día siguiente, el viernes, 8 de enero, todo cambió. Fue en la sede del poderoso, omnipresente e inquietante Gran Hermano catalán, la Asamblea Nacional Catalana. Los heroicos soldados de los olvidados entraron en ella como redentores de los oprimidos y salieron como palanganeros sumisos de los amos de siempre.

Como ingenuo intento de disfrazar la humillación, imploraron cambiar el collar al perro (Mas por Puigdemont). Y se les concedió, porque ¿qué más daba, cuando de lo que se trataba era de dejarlo otra vez libre, para restaurar el orden natural de las cosas en el cortijo de los señoritos? Según el amo, había que corregir el resultado de las elecciones, y ellos, hincada la rodilla en tierra, así lo hicieron.

Una pregunta surge por encima de todas las demás: ¿qué pasó allí dentro?

Hay índices para todos los gustos, funciones, necesidades o, incluso, obsesiones. Índices que sirven, incluso, para una cosa y su contraria. Hay índices bursátiles, para medir la estabilidad de los países o la esquizofrenia de los inversores; índices de masa corporal, para medir la debilidad de las voluntades o el triunfo de la virtud sobre el desafío de las navidades; índices de renta per capita para medir la prosperidad de todos o la inmensa codicia de unos pocos… Pero nos faltaba uno, y el viernes Cataluña nos lo proporcionó: el índice del miedo.

Es el miedo a la amenaza del aislamiento, a ser señalado como enemigo del pueblo en el sagrado procés por la independencia, como cipayo colaboracionista, enemigo de los verdaderos catalanes en su lucha por la libertad. O, tal vez, el miedo a algo incluso más grave. Treinta años de poder, falta de escrúpulos y comisiones dan para organizar muchas cloacas. Y las cloacas, para comprar y robar muchos secretos.

Sea lo que fuere, si la alegre y despreocupada pandilla de la CUP se rindió de tal manera, ¿qué insuperable y asfixiante miedo no les tuvieron que causar para humillarse así? ¿Qué amenazas, secretos o cadáveres no les tuvieron que sacar para que una gente que presume de no tener nada que perder más que el respeto de los suyos, vendiese a éstos a un precio saldo?

La CUP o el Índice del Miedo: número de minutos en compañía de Jordi Turull (el Fouché casero de la corte de los Pujol) y Jordi Sánchez, el escudero de Carme Forcadell, dividido por el número de supuestos aguerridos nihilistas congregados, igual a grado de sudoración por pánico.

Preocupante por lo que tiene de aviso de lo que vendrá para los que sí tienen algo que perder.