| 12 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Arnaldo Otegi, a su llegada a un acto político de EH Bildu.
Arnaldo Otegi, a su llegada a un acto político de EH Bildu.

Patriotas dirigentes

¿Qué hacemos ahora con los etarras que han cumplido su condena? ¿Nos saltamos la ley? ¿Lo mismo que nos saltamos los principios antes dichos?

| Manuel Avilés Edición Valencia

Tenía pensado escribir esta semana el segundo capítulo de “Mujeres perversas”, que las hay como hay hombres perversos también. Defiendo ahí la falacia, propagada permanentemente y sin freno, por los grupos de poder y de opinión dominantes, de que el hombre miente por sistema, es culpable por sistema y la mujer es un ser cargado de razón y de verdad siempre. Estas convicciones - como las mentiras de Gobbels, el ministro de propaganda hitleriano- se han ido convirtiendo en verdad a fuerza de escucharlas por activa y por pasiva y porque, la gente - todos somos la gente, pero unos más que otros y unos más adocenados y hombres maletas como los de Ortega y Gasset que otros- tiende a instalarse en una situación de confort aceptando lo que acepta la mayoría para evitarse problemas y discusiones. La mujer, ser excelso y valioso. Imprescindible, bello, inteligente y esencial puede derivar en alimaña exactamente igual que el hombre. No vale pues cargarse los principios fundamentales del derecho, dando a ella la razón por sistema y quitándosela al hombre por lo mismo. La igualdad ante la ley, la presunción de inocencia, la carga de la prueba… son irrenunciables y no pueden ser adjudicados, sin más, solo por pertenecer a un sexo determinado. Igualdad es igualdad y no igualdad para que una sea más que otro y sea favorecida por la ley sistemáticamente.

Los acontecimientos me obligan a aplazar a estas “Mujeres perversas” para la semana próxima y hablar hoy de las elecciones que tenemos encima.

Dice el viejo aforismo que, en el amor y en la guerra vale todo. En las elecciones también. La pelea por los sillones es feroz y se echa mano de cualquier cosa que pueda inclinar la balanza hacia un lado o al contrario. Los grandes lideres son conscientes de que, aunque una cosa sean las locales o las autonómicas y otra bien distinta las generales, estás elecciones se entienden como primarias y todos se la cogen con papel de fumar cuando hablan del poder en Madrid, en Valencia, en Andalucía o en las grandes ciudades. Unas primarias en toda regla que, orillando las cocinas de Tezanos, parlanchín experto en decirle al gobierno lo que quiere oír.

Los mítines son lo más parecido a Ramonet, un charlatán de Orihuela que vendía mantas y te regalaba, un colador, un cepillo para el pelo, una palangana y no sé cuántos cachivaches más. Te vendía la moto en el pleno sentido de la palabra. Eso mismo hacen ahora con sus ofertas los políticos y cada día nos sorprenden con una nueva. Todos van a bajar los impuestos. Todos van a subir hasta la estratosfera el estado del bienestar, van a ponernos jacuzzi en las residencias de abuelos que están decrépitas y solo son un modo de ganar pasta para las compañías que las montan. Todos van a acabar con las listas de espera, van a arreglar el problema okupa, la dificultad de los jóvenes para dejar tranquilos a sus padres e irse de casa con viento fresco y además nos van a llevar al cine todas las semanas por dos euros. Acojonante. ¡Cómo vamos a ser capaces de vivir con tantísimo disfrute! El amor de mi vida me ha dicho que me busque una residencia y no encuentro ninguna que pueda pagar con mi pensión. Esa es la realidad.

¿Cómo no? Lo mismo que en todas las elecciones de los últimos cuarenta años - debo ser de los pocos que quedan vivos que votó la ley de la reforma política que propuso Suárez en el 77-. Lo mismo que siempre, aunque hace once años que desapareció del mapa, la banda extinta, sigue acaparando mítines. La derecha echa mano de ella porque siempre viene bien un auxilio.
España – nada de Unidad eterna en lo universal, una creación política, económica, social, cultural y administrativa, como todos los países- ha sufrido durante casi sesenta años el problema etarra, lo mismo que sufre desde hace siglos el problema vasco y catalán, cuando tienen mayor autogobierno que ninguna de las nacionalidades europeas que nos circundan. Dense una vuelta por Europa y miren, que los nacionalismos se curan viajando.

¡Ilegalicen a Bildu! ¡ Saquen a los terroristas de las listas! Claman encendidos y, en sus mítines, el fervor patriótico les chorrea por las orejas. 

Todos son iguales. Lo tengo más claro cada minuto. Toda la milonga patriotera, el pueblo, el bienestar de los ciudadanos, el honor, la vergüenza torera y el asco ante el que un día anduvo con capucha y metralleta son solo recursos para pillar el sillón.

En los 90, cuando empezó realmente el desmantelamiento de ETA - en la cárcel, porque con las detenciones de comandos y condenas no era suficiente- un gran genio olvidado, Antonio Asunción, se inventó una carga de profundidad contra la banda porque esa banda que no era tonta del todo, tenía en el llamado “Frente de makos” un atadero fundamental para añadir cárcel a los encarcelados y a sus familiares con los abogados como correveidiles. Fruto de la acción genial de Antonio, han sido todas las “Maixabeles”, todas las “Vías Nanclares” y todas las “Justicias restaurativas”, que ahora se adjudican socialistas postreros, peneuvistas de siempre y bildus pecholobos, como si ellos fueran los únicos que han trabajado en ese asunto. No se asuste la derecha, que Aznar también puso su grano de arena hablando con “el Movimiento de liberación nacional vasco” y si no pregunten a Martí Fluxá, a Zarzalejos o a Monseñor Uriarte de qué hablaban con los Terneras y los Antzas. Lo que pasa es que eso hay que mantenerlo en el olvido y, como Antonio ha muerto y el libro que me encargó que escribiera, hay que reducirlo al silencio - #deprisionesputasypistolas- pues ya está, nos ponemos las medallas unos y damos la brasa electoral los otros.

En los noventa, cuando empezamos con la reinserción, que es la otra cara de la dispersión, decíamos - decía yo y entregaba un documento de cada conversación que aún deben estar guardados-: “dejen los tiros y las bombas lapa, defiendan lo que quieran en las instituciones”. Si dejan los tiros, ahora no podemos decirles que de las instituciones también los echamos porque sería empezar otra vez a tirarnos piedras a nuestro propio tejado.

Después de la Constitución la primera Ley Orgánica que se aprobó fue la General Penitenciaria. No hubo ni que votarla porque todos los diputados, en pie aplaudieron aclamándola. Allí estaban los fundadores de Alianza Popular con Fraga a la cabeza que también la aclamó. El artículo 73 de esa Ley Orgánica, aclamada y primera de esta democracia, dice: “El condenado que haya cumplido su pena y el que de algún otro modo haya extinguido su responsabilidad penal deben ser plenamente reintegrados en el ejercicio de sus derechos como ciudadanos. Los antecedentes no podrán ser en ningún caso motivo de discriminación social o jurídica”. ¿Qué hacemos ahora con los etarras que han cumplido su condena? ¿Nos saltamos la ley? ¿Lo mismo que nos saltamos los principios antes dichos?

Conozco a muchos de los que ahora – en algún sitio he leído que van a renunciar- han saltado a las primeras páginas de los periódicos como integrantes de esas listas. Un ejemplo: Torre Altonaga es un elemento farsante que no dice una verdad ni aunque lo aspen. Lo conocí en Burgos y lo tuve preso en Nanclares. Me pedía que fuera a verlo a Burgos y voy a hacer un ejercicio de memoria. Lo mismo que a Kubati, y a Esquisabel Echeberría y a Martínez Apesteguia y a Latasa Guetaria y a tantos otros.
Torre Altonaga solo tenía un discurso y pedía continuamente: Quiero salir sin que se note. Voy a olvidarme de esto. Quiero salir pero sin que digan nada, un pelota vomitivo – descripción, no insulto. Mi discurso era igual: tiene usted que renunciar a la violencia. Su delito es “muy público” y “muy pública tiene que ser salida”. Y al día siguiente, colega, paisano y compañero en tiempos pretéritos del grupo de baile de la abogada Jone Goiricelaia, sale en la portada de Egin la respuesta: “Avilés vuelve a Burgos y es rechazado por los presos”, al más puro estilo de Goebbels de repetir una mentira hasta que se haga verdad.

Estoy con Margarita Robles – que también sabe mucho de esto-. ¿Qué hacemos con los etarras que han cumplido? El asco no entra en política y a veces hay que compartir cama. Podría hablar también del abogado, Txema Matanzas, al que soporté como a Zulueta, a Goiaga y a tantos otros a los que sufrí en primera fila sin que me dieran jamás ni una caja de tercios de Alhambra como recompensa mientras repartían medallas pensionadas a culos gordos amoldados al sillón. Matanzas – integrante de la Junta electoral de Álava, garante de unas elecciones limpias- estaba de capa caída, casi acusado de cáncer liquidacionista y le vino bien entrar a la cárcel porque quedó redimido ante los suyos.
Aun con el asco, estoy de acuerdo en que entren a formar parte del juego político. Solo discrepo en una cosa que ya he dicho: no hablen de Otegui y toda esta recua como hombres de paz y sigan dejando a Etxabe, Urrutia y a tantos otros expulsados, como a Latasa o a Argilea, como traidores. Por un elemental principio de igualdad que, se ve, que estos tampoco respetan. Por la parte que me toca carezco de miedo y de esperanza: “nec metu nec spe”. Incluso si me meten en la cárcel me hacen un favor. Me ahorran buscar esa residencia imposible que – como la medicina, por ejemplo- se está convirtiendo en un negocio que pagan los viejos con sus pensiones y los hijos decentes aportando. Con que el amor de mi vida vaya una vez al mes a merendar con unos pasteles de crema será bastante.

Enviado este artículo al editor, los candidatos renuncian, pero todo lo que digo en el artículo sigue siendo válido de la 'A' a la 'Z'.