| 18 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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El ministro Óscar Puente, durante una concentración en la calle de Ferraz en apoyo al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la sede del PSOE, a 27 de abril
El ministro Óscar Puente, durante una concentración en la calle de Ferraz en apoyo al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la sede del PSOE, a 27 de abril

El puto amo

Me ha venido de perlas, porque me propuse no pronunciar su nombre, pero ahora ya puedo decir “el puto amo” y todo el mundo lo entiende. Aunque no cite la fuente.

Me ha censurado mi hija, con razón, el exceso de ensimismamiento que cometí al reproducir la literalidad de mi carta en el artículo anterior. Como el rey Juan Carlos pido disculpas, no se repetirá. Dejo para la próxima el exceso verbal de Yolanda Díaz apartándose de la escolástica comunista con lo de la “democracia de los trabajadores”. Es sabido que stricto sensu es “dictadura del proletariado”.

Curado de espanto y de antemano asistí al desenredo de vodevil de primaria desencadenado con la carta publicada en redes sociales -tendré que postergar otra vez lo que quiero escribir sobre el asunto- como un lamento en público, una debilidad confesa, y culminado con la escenificación de un acto de estado, una alocución a la nación a las que se acostumbró en la pandemia del encierro inconstitucional. Adicto a la asimetría, la llamada populista, aun habiendo obtenido escasa adhesión efectiva, contrasta con el final autoritario de su encierro voluntario. O no.

Pero no salgo de mi asombro con la sugerencia de tratamiento de su edecán, “el puto amo”. Así de llano, zafio, soez y mafioso. Y ya me gustaría a mi saber si la sentencia se le escapó al fogoso ministro por la catarsis pseudorreligiosa a la que se sometieron sus fieles, o si al otro lado del pinganillo -como en otras ocasiones sonadas- estaba el interfecto (dicho sea naturalmente sin voluntad alguna de literalidad). ¡Qué sé yo si pensarán que es un lenguaje habitual entre la gente, como castizo, chulesco. O entre los más bravucones, no necesariamente los más jóvenes.

Sí lo he encontrado en las redes sociales, con esas respuestas plagadas de insultos y de faltas de ortografía y sintaxis, dirigidas al adversario político, que no entiendo porqué siguen. Será, tal vez, para mantener vivo el odio. Sean bots o como se llamen esas cuentas falsas y ladinamente dirigidas.

A mí me ha venido de perlas, porque me propuse no pronunciar su nombre, pero ahora ya puedo decir “el puto amo” y todo el mundo lo entiende. Aunque no cite la fuente.

Ya me han pretendido acallar con cierta violencia verbal por citar al ministro en un contexto institucional. “Cállate idiota” me espetó un airado “colega” … Y con murmullos de desaprobación en un foro cívico. Es comprensible que se avergüencen, se cite o no la fuente, mis amigos socialistas, porque a la chabacanería de la expresión se suma una chulería impropia de quien no fuera ambas cosas a la vez. En la que quedan retratados orado y orate.

Se han alborotado las bases a imagen de su dirigencia y han renovado el uso y costumbre de la adhesión inquebrantable, que  amplificada en la práctica por unos y otros, podremos contrastar durante los, cada día más enrarecidos, próximos comicios.

El nuevo amago -pese al reproche anterior de la UE- de renovar el Consejo del Poder Judicial por mayoría absoluta sin el consenso de la oposición, y la agresividad mostrada hacia los medios que no le resulten afines, ha puesto en guardia a los más sensibles. Tal vez no los más asustadizos.

No seré yo quien diga que al puto amo no le gustaría una vuelta de tuerca más para cualquiera -persona o institución- que no se ponga a su servicio (¿debo decir: puto servicio?). Ni que le falte coraje para hacerlo. Pero no seré yo en mi modestia quien me eche a temblar por amenazas, ni esté dispuesto a cargar con vergüenzas ajenas.

Han rebajado tanto el listón de la cortesía como el de la competencia y pretenderán que lleguemos a admitir ese lenguaje grosero de comic portuario como consigna social. Ese lenguaje procaz para chonis y macarras que alimenta la desigualdad y denigra a las mujeres. Será el puto amo para sus esbirros, no lo es, ni de coña, para  los españoles libres. Que los hay, y muchos.

Puestos a máximas y eslóganes, me quedo con algunos más populares, como “dime de qué presumes y te diré de qué careces“ o “más dura será la caída” .