Tras el boom de las redes sociales en campaña, los periodistas vuelven a ser importantes de cara al 26M.
Después de un tiempo, el del 28A, en el que partidos como Vox creían haber dado con la piedra filosofal prescindiendo de intermediarios y comunicándose directamente con sus simpatizantes, vuelve a cobrar fuerza el papel del periodista y los medios.
Las redes sociales han demostrado que son vehículo ideal para llegar a cierto tipo de público, pero no, por ejemplo, a los más mayores. Los resultados de las elecciones generales, en las que quienes preferían no conceder entrevistas no han alcanzado los resultados esperados, han abierto los ojos a más de uno. En un doble sentido.
Por un lado, la fiabilidad, cada día más, la vuelven a tener los medios y los profesionales que trabajan en ellos, y no las impersonales y apócrifas redes sociales.
Y por otro lado, los equipos de los candidatos, en estos tiempos de liquidez e incertidumbre política, buscan cada vez con más ahínco que los periodistas creamos que sus líderes pueden llegar a ser aquello a lo que se presentan.
Está cada vez más cotizada -lo estamos viendo a diario en esta campaña para el 26M- la fe que el periodista tenga en las posibilidades del candidato, que se suele transmitir incluso inconscientemente en sus trabajos profesionales. Y que no hay que confundir con el apoyo que algunos de ellos quieran brindar conscientemente a esos políticos.