| 19 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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La vacuna de los hombres de azul oscuro o en qué manos está el futuro del PSPV

Puig y Ábalos están en la cúspide de su poder como principales referentes del socialismo valenciano y afrontan un panorama en el que se van a producir cambios inminentes

| H. G. Edición Valencia

Las casualidades de la vida, o las circunstancias, han querido que esta semana inauguraran el denominado vacunódromo de Valencia, en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, los dos principales referentes del socialismo valenciano: el president de la Generalitat y secretario general del PSPV-PSOE, Ximo Puig, y el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana y secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos.

Ambos coinciden en edad, también lo han hecho en día de vacunación y, lo que resulta más llamativo, en el color de la camiseta que lucieron en ese singular acto. En ambos casos, y a pesar de que todavía nos hallamos lejos del verano, vestían camiseta de manga corta de azul oscuro, un color que, según quienes ahondan en la psicología del cromatismo, refleja madurez y dureza, y se vincula más a tempestades, oleajes, atardeceres...

No deja de resultar indicativo. Sí, por si caía sangre que no se manchara la prenda de ropa, me han llegado a comentar. Pero cuando te administran una vacuna no es habitual que se desprenda sangre. Y también existen otros colores para camuflar esas manchas. O pueden vestir con camisas de manga larga azul oscuro y remangarse. Pero no, ambos coincidieron. ¿Lo hubieran hecho también con el portavoz del PSPV en Les Corts, Manolo Mata, si se hubiera vacunado el lunes, ya que que no se aleja demasiado del perfil de Puig y Ábalos en cuanto a edad, capacidad de desenvolverse con soltura en la jungla política y, por supuesto, partido? Lo dudo.

En cambio, los dos principales referentes socialistas valencianos coinciden igualmente en ese carácter de líderes decisivos y condenados a entenderse en el próximo congreso del PSPV, a celebrar en otoño y que ambos observan con calma, contemplando el panorama actual con un punto de tranquilidad y otro de posible sobresalto.

 

Los dos se hallan en la cúspide del poder, y tanto Puig como Ábalos han vivido épocas de barbecho socialista, cuando su formación se hallaba en una lejana oposición mientras su sempiterno contendiente, el PP, lograba una mayoría absoluta tras otra. Eso sí, ambos siempre han conseguido ocupar uno de los escasos huecos que en esas épocas de carestía de puestos para su formación resultaban especialmente competidos. Diputado nacional, autonómico, provincial, concejal de Valencia... legislatura tras legislatura en la oposición, pero salvando los propios intereses mientras aguardaban tiempos mejores. Que llegaron. Eso sí, Puig siempre logró que su alcaldía de Morella permaneciera inaccesible a los ataques del PP. Nunca cedió su bastión, algo que refleja su capacidad de resistencia y de liderazgo.

 

Y el PSOE puede contemplar desde su privilegiada tribuna del poder cómo se producen los movimientos en el PP en la Comunidad Valenciana para relegar a su actual líder, Isabel Bonig. Todo lo que sea que los problemas internos del rival se conviertan en noticia diaria supone un bálsamo de tigre (o de aceite si se prefiere) para el no afectado. Máxime si la sociedad se halla sufriendo los estragos de la pandemia.

Y cómo influirán las elecciones en la Comunidad de Madrid

No obstante, tanto Ábalos como Puig, que han estado a las duras y a las maduras de la política, saben que esa balanza a la que hemos recurrido como metáfora va oscilando en función de las volubles decisiones de la mayoría del electorado. En esta tesitura, el posible sobresalto lo puede suponer el resultado de los comicios de la Comunidad de Madrid. Sobre todo si se da uno concreto: que el PP gane y lo haga con mayoría absoluta o le baste con Vox para gobernar.

 

En los últimos años el partido de Pablo Casado únicamente ha podido dirigir una comunidad (exceptuando Galicia con sus holgadas victorias) si obtenía el respaldo de otras dos formaciones. No bastaba con una, como al PSOE en La Rioja. Le hacían falta Ciudadanos y Vox. No obstante, si el partido de Inés Arrimadas se desploma y el PP gobierna igualmente, se produce un nuevo escenario que podría tener réplica en otras autonomías. La formación popular ascendería lo suficiente para poder dirigir la comunidad (si no logra mayoría absoluta) con el único apoyo de Vox. Ya es más fácil.

Esa senda podría reproducirse en las siguientes elecciones en Andalucía, lo que marcaría tendencia. Todo ello a la par que Unidas Podemos, el único socio incondicional del PSOE y su báculo en diversas autonomías (como la Valenciana, después de Compromís), sigue desplomándose en votos y ocupando un peligroso farolillo rojo en la clasificación de los que entran. De ahí a bajar a la segunda división de la política, la que supone quedarse sin representación en los parlamentos y todo lo que esa ausencia conlleva, existe un solo paso.

Por tanto, Puig y Ábalos, ambos en sus respectivas cúspides, supervivientes de múltiples batallas políticas de las que han salido airosos, coetáneos, coincidentes en el mismo día de vacunación y con prácticamente idéntico color de camiseta, también comparten la atenta observación de los vaivenes del panorama político. Saben que las tornas cambian, que están condenados a entenderse y que el principio del fin para el poder de un partido comienza con las guerras internas.