| 18 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Felipe González no está nada contento con el rumbo de Pedro Sánchez.
Felipe González no está nada contento con el rumbo de Pedro Sánchez.

El PSOE se despelleja: los críticos a por el trío de Ferraz por cegar a Sánchez

Felipe González y el resto miran al entorno del PSOE en busca de culpables de su enrocamiento, al tiempo que los amantes de emociones ligadas a la guerra interna asoman la cabeza.

| Ricardo Rodríguez Opinión

Pedro Sánchez se ha comportado como si estuviera ungido de manera vitalicia para ocupar la Secretaría General”. Es un gruñido recurrente entre sus detractores. “Como líder, ha hecho prácticamente lo que ha querido”. Desde el rumbo estratégico a la configuración a su medida del partido. Pues bien, cuando la facturación del PSOE no ha dado para tirar cohetes y los negros augurios alientan su desplazamiento por Podemos como fuerza hegemónica de la izquierda en Galicia y País Vasco, Sánchez persiste en el empeño de construir una alternativa de Gobierno.

Algunos en el PSOE esperaron de su intervención en la sede de Ferraz en la noche electoral del pasado 26-J la asunción de culpas, pero de eso no hubo nada. Ni siquiera dijo aquello de “pongo mi cargo a disposición de mis compañeros”, que habría sido lo más consecuente con el resultado de 85 escaños, de nuevo los peores de la historia. Ahí ya se percibió internamente que Pedro Sánchez jamás se echaría a un lado por sí mismo. “Deberíamos haberlo echado ya el 20-D al derrumbarse de los 110 diputados de 2011 hasta los 90”, insisten una y otra vez los disidentes. La convicción de que su secretario general lleva al PSOE al desastre se ha extendido entre un número cada vez mayor de barones, además de entre ex dirigentes de peso, que ahora quieren aprovechar el presumible fracaso de las vascas y gallegas para la confrontación total.

Los críticos de Pedro Sánchez buscan una solución: "Esto ya no aguanta", claman

Los críticos están de acuerdo en que “esto ya no aguanta” y llevan semanas manejando planes alternativos encaminados todos a una abstención que permita al PP asumir la gobernabilidad del país, aunque condicionados su puesta en marcha a la resistencia de Sánchez. El propio Felipe González ha venido defendiendo la necesidad de transitar del bloqueo a la neutralidad (pactada, claro está), por responsabilidad de Estado frente a la hipótesis de volver a las urnas. El ex presidente ya trasladó ésta y otras opiniones a Pedro Sánchez en julio, cuando ambos se reunieron en privado. Entonces, a decir de algunas voces, el más importante referente del socialismo creyó convencer al secretario general del PSOE.

Felipe lo persuadió, hasta que Pedro regresó a Ferraz y atendió a los consejos de su banda”, murmura entre bambalinas un barón con mando plaza en su autonomía. ¿Quiénes conforman esa “banda”? Dicen que César Luena, Antonio Hernando y Óscar López. En cualquier caso, si se trataba de arrastrar a Sánchez a favorecer la gobernabilidad de los populares, el objetivo resultó aún más fallido bajo presión. Los llamamientos sólo ayudaron al enrocamiento. Más de uno debería preguntarse alguna vez por qué ante los zarandeos el secretario general ni se inmuta, o por qué la sensación de cerco sólo ha alcanzado a segundos escalafones del sanchismo. Ya sabemos cómo los críticos quieren resolver el panorama… de una tacada.

Sobre la mesa, quienes quieren ir a por todas apuestan por la fórmula más extrema que pasa por la constitución de una gestora para forzar la salida de Pedro Sánchez, bajo la amenaza incluso de una “moción de censura”. Como explican los promotores de esta iniciativa, el artículo 7.C del capítulo III de los Estatutos otorga la capacidad de “exigir la responsabilidad política de la Comisión Ejecutiva Federal mediante la presentación de una moción de censura, apoyada al menos por el 20 por 100 de sus miembros, y sancionada para tener efectos por la mayoría absoluta de los integrantes del Comité Federal”. Los defensores de esta vía tienen las ideas muy claras y se resisten a que el futuro de la organización pueda escapárseles de las manos.

La gestora -además de defenestrar a Sánchez y, por tanto, cortar de raíz cualquier movimiento defensivo suyo- sería la encargada de vender la abstención, liberando de esa responsabilidad a los barones. Aún no hay acuerdo en quién sería la persona que la encabezaría, pero uno de los inspiradores de este golpe querría que fuese Patxi López. Otros, en cambio, apuestan por Guillermo Fernández Vara, convertidos en pretexto estos últimos días para desatar una auténtica rebelión contra Ferraz y en defensa del presidente extremeño que abogó públicamente por la abstención del PSOE. A la ola de respaldo a su libertad de expresión se sumaron de forma coordinada Alfredo Pérez Rubalcaba, el presidente de Asturias, Javier Fernández, Eduardo Madina, o Carme Chacón, entre otros. No de su alcance, pero sí de estar cocinándose algún desquite entre los críticos supo de manera casual el propio Sánchez en las horas anteriores a desatarse la tormenta.

El mal precedente del PSM

Pero los detractores siguen sin actuar como una fuerza coordinada. Así que hay quienes aún recelan de la comisión gestora, sobre todo a la vista de las temerarias secuelas dejadas allí donde se ha puesto en práctica la operación. Ejemplo paradigmático resulta el PSM. La defenestración de Tomás Gómez dio pasó al capitaneo provisional de Rafael Simancas y después a una entrega del gobierno a Sara Hernández, pero la fórmula solamente ha logrado dejar a las siglas en una situación acuciante de debilidad. Visto lo cual, cobra fuerza la denominada “salida digna”, propugnada incluso desde un sector de la federación andaluza, que pasa por forzar a Sánchez a un cambio de posición “colegiada” en un Comité Federal y aplazar de nuevo la batalla interna hasta el XXXIX Congreso del partido.

El mayor fallo de esta estratagema sería pensar que Pedro Sánchez se quedaría quieto. Su legitimidad está basada en la fuerza que le dieron sus bases en las primarias y podría tirar de la convocatoria de ese proceso para presentarse de nuevo como candidato a líder y ganar la contienda con el potente banderín de enganche de haber sido obligado a apoyar al Partido Popular. La guerra está abierta. Y Sánchez puede creer que una derrota orgánica puede ser sólo el preámbulo de su victoria final.