| 19 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Pascual Tamburri me enseñó a amar de manera entrañable a Italia, su otra patria.
Pascual Tamburri me enseñó a amar de manera entrañable a Italia, su otra patria.

En recuerdo de Pascual Tamburri

Fue un gran patriota, pero su patriotismo no era ese nacionalismo estrecho que no es más que otra manifestación de la disolución nihilista de Occidente.

| Luis Miguez Macho Medios

Tengo que agradecer al director de ESdiario y buen amigo, Antonio Martín Beaumont, que haya tenido la delicadeza de ofrecerme sus páginas digitales para escribir unas líneas en recuerdo de Pascual. Ningún lugar más adecuado para ello, pues ambos tomamos parte en los inicios de este medio cuando era El Semanal Digital, siempre bajo la batuta de Antonio, si bien hace ya algunos años yo me vi obligado a abandonar, desbordado por mis obligaciones profesionales y familiares.

Mi relación con Pascual se remonta todavía a unos años antes de la fundación de El Semanal Digital, cuando, a poco de licenciarnos, coincidimos en el Real Colegio de España de Bolonia para cursar nuestros estudios de doctorado; él en Historia y yo en Derecho. Surgió entonces una amistad de la que he recibido mucho más de lo que he sido capaz de aportar, porque Pascual, como bien sabemos todos los que lo hemos conocido, poseía una generosidad sin límites, y no me refiero sólo a la material, sino sobre todo a la intelectual.

Persona de una inteligencia fuera de lo común, la acompañaba de una erudición portentosa, de la que nunca hacía vana ostentación, pero que le servía, por la vía discreta y efectiva de la amistad y el convencimiento amable, para enseñar a todo el que aceptaba su magisterio. No pudo realizar su vocación en la Universidad, aunque sí en la educación secundaria y en el trato personal con tantos jóvenes y amigos que nos podemos llamar con toda justicia sus discípulos.

A mí, en particular, me enseñó a amar de manera entrañable a Italia, su otra patria, y a entender bajo una luz distinta nuestro lugar en el mundo y en la historia: la luz de Roma. Se suele decir que Pascual era medievalista; lo era y admiraba esa época de la historia de Occidente que sólo desde la ignorancia se puede calificar de oscura, pero lo que le interesaba de ella era la idea de Imperio como continuación de la misión civilizadora de Roma. Medio en broma, medio en serio, Pascual se definía políticamente como gibelino.

Pascual no era un tradicionalista, por más que amase nuestras tradiciones. Admitía la adaptación de las formas políticas y culturales a los tiempos, pero no la subversión de los principios y los valores occidentales. Por eso se sentía próximo a las distintas variantes de pensamiento organicista que florecieron en el siglo XX, o al comunitarismo de nuestros días, como reacción frente al individualismo inorgánico que ha acabado degenerando en el actual nihilismo decadente.

Fue un gran patriota, comprometido especialmente en la defensa de la españolidad de su tierra navarra, pero su patriotismo no era ese nacionalismo estrecho que no es más que otra manifestación de la disolución nihilista de Occidente. Por eso para él el amor a la patria española no era incompatible con el amor a la Italia de sus ancestros paternos, naciones ambas hijas de Roma.

Su muerte nos deja un profundo dolor, pero no un vacío. Nos ha enseñado mucho; tenemos sus escritos, la huella de sus palabras en nuestros corazones, su ejemplo para seguir construyendo recintos donde se preserve encendida la llama que no debe extinguirse. Elevemos una oración por el eterno reposo de su alma.

Addio, carissimo amico Pasquale.