| 25 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
El presidente turco ha adoptado una medida que puede tener efectos rápidos y contundentes en Europa
El presidente turco ha adoptado una medida que puede tener efectos rápidos y contundentes en Europa

¿Volveremos a avergonzarnos con otra crisis de refugiados?

Turquía ha decidido la apertura de fronteras con Europa para dar paso franco a un contingente de cientos de miles de personas que huyen de una guerra civil en Siria

Mafalda, en su inmensa sabiduría infantil, ya dijo que lo urgente no deja tiempo para lo importante, una máxima que tiende a cumplirse en casi todos los ámbitos, incluyendo los asuntos internacionales. Se establecen prioridades, pero tocaría plantearse si son las correctas.

 

La crisis del coronavirus, por su carácter global y aparentemente imparable, ha desatado una suerte de histeria que amenaza con paralizar el mundo entero, o al menos las partes suficientes como para que los efectos económicos sean catastróficos, salvo que uno se dedique al negocio de las mascarillas y los antisépticos.

 

Las cifras de pérdidas en el sector del transporte aéreo a día de hoy, producen verdadero vértigo. Italia, el país europeo más afectado por la epidemia, ha anunciado un paquete de ayudas para las pérdidas que su sector turístico está sufriendo. Otros países siguen la misma senda, pero se trata de un mero parche temporal con la esperanza de una pronta resolución.

 

La amenaza de una recesión económica nos acecha cual espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas, pero Europa debería irse preparándose para una nueva crisis humanitaria por la llegada masiva de refugiados sirios y un previsible nuevo conflicto bélico a las puertas del viejo continente.

 

La muerte de soldados turcos en un ataque del ejército regular sirio en Idlib, uno de los últimos enclaves controlados por rebeldes, ha supuesto un duro mazazo para Turquía, que ya ha tomado sus contramedidas, no sólo militares, que incluyen el fin de su papel de contención y la apertura de fronteras con Europa para dar paso franco a un contingente de cientos de miles de refugiados que huyen de una guerra civil que se alarga ya nueve años.

 

Ya sea por una falta de entendimiento europeo con Ankara (al que no ayuda la deriva autoritaria de Erdogan), porque el gobierno turco no sienta haber tenido apoyo suficiente de sus aliados de la OTAN u otras razones de pura estrategia política del presidente turco, buscando obtener concesiones de algún tipo, debemos prepararnos para una repetición de las escenas desesperadas vividas hace unos pocos años.

 

Me gustaría poder decir que ahora estamos preparados, que hemos aprendido de nuestros errores del pasado para lidiar con este desafío, pero sería engañarnos. Se cerró la crisis en falso, logrando un acuerdo lamentable para que Turquía actuara de tapón, impidiendo el paso del grueso de desplazados.

 

Europa dio una pobre imagen en aquel entonces y nunca llegó a encontrar una solución común; por el contrario, se evidenció la fragilidad de los principios democráticos en algunos de los países incorporados tras la caída del comunismo y se resquebrajó cualquier atisbo de unidad.

 

Hoy, con una Unión Europea que acaba de perder a uno de sus socios y estos gobiernos ultras más fortalecidos que nunca, como el húngaro o el polaco, la posibilidad de encarar con éxito y sin sentir vergüenza una nueva crisis, resulta una quimera.

 *Abogado y politólogo.