| 16 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Víctor Manuel Arbeloa Muru, Navarra y los Estatutos de Autonomía (1931-1932). Prólogo de Juan Jesús Virto Ibáñez. ACCI, Madrid, 2015. 592 p. 25,
Víctor Manuel Arbeloa Muru, Navarra y los Estatutos de Autonomía (1931-1932). Prólogo de Juan Jesús Virto Ibáñez. ACCI, Madrid, 2015. 592 p. 25,

Estatutos y plebiscitos, ¿para unir España o para romper Navarra?

Los nacionalistas usan los Estatutos de Autonomía como medio para sus fines. Así fue en la República. Hubo navarros de buena fe que les siguieron, un tiempo. Otros nunca. Cada uno a lo suyo

| Pascual Tamburri Ocio

Tras un generoso agradecimiento a los eruditos locales, Victor Manuel Arbeloa ha querido empezar 2016 con un trabajo mucho más que erudito sobre el que fue quizá su primer tema de investigación histórica: la posición de los navarros ante la posibilidad de una autonomía con el País Vasco, en el marco de la II República y con el ambiente tenso y confuso que se vivió entonces. Aparte del interés indudable que aquella época conserva, el mismo problema en fondo y a veces formas se plantea a los navarros de 80 años después, como si no se hubiese también planteado y supuestamente resuelto en la Transición.

Al debatirse la Constitución republicana muchos de sus aspectos fueron polémicos; el nacional, sí, al pretender algunos nacionalistas firmantes o no del llamado “Pacto de San Sebastián” conseguir una vía a la independencia a partir de la autonomía regional. Pero también y de modo tanto o más importante para muchos el religioso y moral, con la imposición de una ideología laicista y expresamente anticatólica al nuevo Estado republicano.

Arbeloa explica con cuidado y detalle cómo unos y otros términos de la polémica política estaban relacionados. Al final, la autonomía para unos podía ser un medio para crear su sólo vislumbrado ‘Euzkadi’ (en la ortografía baska de entonces), y para otros el modo de defender en su región el orden social y los valores ligados a la Iglesia. Por otro lado, lo que para unos era fin para otros podía ser medio y viceversa. Además, unos miraban al pasado y los Fueros históricos, pero otros pensaron en el instrumento autonómico republicano como en algo irreversible. Y todo este espectro de posibilidades combinado con un ambiente nacional de presión y violencia creciente, y multiplicado por cada uno de los Ayuntamientos a los que se pidió que se pronunciasen en torno a la cuestión autonómica.

El trabajo de Victor Manuel Arbeloa es colosal: examina las respuestas dadas por las entidades locales, y las vicisitudes de los grupos políticos navarros ante aquella cuestión autonómica. En último término, la derecha se dividió y la izquierda socialista consiguió evitar –con sus focos navarros al frente- la formación del “Gibraltar vaticanista”. Los vasquistas estuvieron a punto de seguir defendiendo una España católica, pero el PSOE, a su vez dividido y siempre anti autonómico, lucho con denuedo para que no hubiese una autonomía vasconavarra en aquellas condiciones. Verlo en detalle ilustra no poco el presente.

Navarra se enfrentó, y no era la primera vez, al comienzo de la Segunda República Española (1931-1932) a varios dilemas políticos institucionales: aprobar un Estatuto de Autonomía o continuar, renovándola acaso, con la Ley Paccionada (1841), que regulaba su relación con el resto de España y con el Estado Español; aprobar un Estatuto de Navarra o un Estatuto del País Vasco o del País Vasco-Navarro, juntamente con Álava, Guipúzcoa y Vizcaya; aprobar un Estatuto con varias facultades de carácter confesional católico o un Estatuto laico, acorde con la Constitución Española de 1931… El autor estudia, punto por punto, y ayuntamiento por ayuntamiento, esta compleja y delicada experiencia histórica, tan actual todavía hoy.

Víctor Manuel Arbeloa Muru, Navarra y los Estatutos de Autonomía (1931-1932). Prólogo de Juan Jesús Virto Ibáñez. ACCI (Asociación Cultural y Científica Iberoamericana), Madrid, 2015. 592 p. 25,96 €

Dijo oportunamente hace unos años Pío Moa algo que Víctor Manuel Arbeloa no puede compartir, pero que sí argumenta poderosamente con gran parte de su obra: que el PSOE es “el partido más nefasto de la historia de España”, empezando porque de hecho durante la mayor parte del tiempo la mayor parte de dirigentes socialistas han tenido “un concepto negativo de la historia de España”. Así como en la Transición fomentarlo fue responsabilidad principal del chalaneo oportunista de Suárez y de determinados intereses interiores y exteriores, en la II República hubo otros intereses que cargaron con esa misma culpa, y entre ellos el de los nacionalistas vascos ante todos.

¿Pudo ser el fin de Navarra? No podemos contestar a eso, pero la respuesta histórica de la ciudadanía, de sus representantes y masivamente del ambiente social es bastante clara. Los navarros de los años 30 del siglo XX, por encima en muchos casos de barreras políticas e ideológicas de muchas décadas, pusieron la Fe, España y la que ellos consideraban identidad de Navarra por encima de sus intereses materiales contingentes. Y masivamente, si se plantearon la cuestión de una autonomía junto al País Vasco fue, por una parte, porque compartían gran parte de su visión del mundo con el PNV (aquel nacionalismo, no el de hoy), y por otra porque vieron en esa acción conjunta un medio eficaz de defensa contra el enemigo común laicista y antiespañol. De hecho, la prueba de ese carácter ideológico del autonomismo navarro nos la da gracias a Víctor Manuel Arbeloa la misma izquierda republicana, socialista y en sus grupos minoritarios, férreamente unida en el bienio inicial de la República contra la autonomía vasca o vasconavarra o aunque hubiese sido sólo Navarra… para ellos no dejaba de ser una autonomía dada a unas provincias de España masivamente dispuestas a no hacer la revolución, ni la de 1789 ni menos la de 1917. Sólo cuando el PNV transigió con el Frente Popular el PSOE de Prieto dejó aparte para los vascos su antiautonomismo. Y aun así, con Navarra no se atrevieron. Es muy refrescante ver cómo consiguió ese respeto la generación de nuestros bisabuelos en tiempos quizá más duros pero no más confusos que éstos.