| 27 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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El Rey Felipe, cuando Sánchez tomó posesión en Zarzuela en enero
El Rey Felipe, cuando Sánchez tomó posesión en Zarzuela en enero

Operación RJCI: por qué Sánchez permite el vapuleo constante de La Zarzuela

Moncloa exigió de todo a Felipe VI para sortear el escollo de los problemas de don Juan Carlos, pero en la práctica consiente y se calla ante unos ataques que España no comparte.

| Antonio Martín Beaumont Opinión

 

 

Con su marcha de España a regañadientes, Juan Carlos I dejó caer el telón a cuatro décadas de Historia. Restauración de la Monarquía, consenso constitucional, cierre de heridas del pasado, descomunal avance social y alumbramiento de una democracia plena son mojones juancarlistas imborrables.

Después de cuarenta años, los errores de las élites del país, el desgarro institucional y el desprecio a nuestros valores de convivencia han puesto en La Moncloa a Pedro Sánchez a hombros de costaleros que buscan dar la puntilla a la Transición de 1978.

Pese a que Felipe VI ha mostrado ser hombre juicioso, hubo de confiar en Sánchez para llevar adelante la conocida en el entorno monclovita como “Operación RJCI”. A partir de ahí, la marcha del “emérito” ha sido un ‘Sálvame’. Ningún jugo falta al “reality” continuo de las filtraciones.

 

Al canal de interlocución entre el jefe del Estado y el presidente se han sumado los habituales del jefe de la Casa del Rey, Jaime Alfonsín, con la vicepresidenta, Carmen Calvo, y otro con el jefe de Gabinete del Presidente, Iván Redondo. A todas luces, para Sánchez nada era suficiente. Y decidieron instar públicamente al monarca a exteriorizar medidas de distanciamiento con su progenitor.

Parecía lógico trazar un “cortafuego” entre el nada ético comportamiento de don Juan Carlos y la Corona que ostenta hoy don Felipe. Aunque el coste de “matar al padre” dañase la relación familiar. Lo que resulta chocante es ver al Gobierno cuestionar la jefatura del Estado a la menor oportunidad.

Sánchez prefiere el silencio, pero permite vapulear a La Zarzuela sin miramientos. Le pierden sus anteojeras ideológicas

Cualquier tropezón del Rey padre es motivo de incomodidad para la parte socialista del Consejo de Ministros y sirve para prender las hogueras republicanas del ala morada, con Pablo Iglesias llevando la antorcha. 

Sánchez prefiere el silencio, pero permite vapulear a La Zarzuela sin miramientos. Le pierden sus anteojeras ideológicas. Incluso colocándose de espaldas a una mayoría de españoles. Nada extraño en él, por cierto. 

Se daña a España

Con todo, es extraño que Sánchez no valore que, si se resiente el vértice de la pirámide, lo hace la propia imagen de España. Alguna prevención debería mostrar por ello. Además, los ciudadanos tienen más arraigada la figura del Rey Felipe de lo que muchos que revolotean por el sanchismo desean creer.

Más todavía desde que en octubre de 2017 se consagrara como gran defensor de la unidad de “La Nación española” con la que arranca la Constitución. Un “aplausómetro” entre el soberano y el presidente no quedaría en empate.