| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse

La ciudad no es para mí. Carnaval, carnaval ...

El carnaval es masculino. Su arraigo valenciano, aunque sólido, es menor. Tampoco carece de colorido su disfraz. Oltra, Montón, Ribó, Fuset ...

| JM Felix Edición Valencia

La cuaresma, semoviente como es, ha dado comienzo enguany coincidiendo con San Valentín –cenizas del amor- y, como siempre, con el entierro de la sardina que da fin al carnaval. Hasta dieciséis días más larga que el ramadán, aunque menos rigurosa en la dieta, la Doña de la tradición occidental no suele gozar de similar publicidad y atención mediática que su pariente islámico. Éste masculino, femenina aquélla …

El carnaval es otra cosa. Ora el popular brasileiro de Río que ni con Lula en aprietos decae. Ora el aristocrático veneciano, celebrado por Grillo y Berlusconi (ambos cómicos al fin y postre) con idéntico entusiasmo. El de Cádiz, sus chirigotas y su concejala de transparencia, desternillante. El de Tenerife, envidia de Kubrick por su ropaje mecánico, y orgullo de drag queen políticamente incorrecto.

A la antigüedad romana del de Catalunya, tan extendido y diverso, se ha sumado esta vez, con gran éxito de crítica y público, Puigdemont (¿fraudemont?) desde Bruselas aunque no esté garantizada su continuidad temporal.

El carnaval es masculino

Su arraigo valenciano, aunque sólido, es menor. No en vano Falles y Fogueres –les Gaiates no son cosa de quema- incorporan no poca y colorista ironía y crítica social. (Inteligencia popular elevada a Patrimonio de la Humanidad en el caso del Cap i Casal). Tampoco carece de colorido su disfraz.

Véase a la vicepresidenta Oltra luciendo el de cordero –abandonadas las camisetas agitprop- tras escuchar frente a su casa a Manolo Escobar mientras defiende la transparencia del presunto fraccionamiento en limpieza; o el de la consellera Montón –expertizada en cambio de disfraz durante las primarias socialistas- para no discriminar a los transexuales por aquello del embarazo imposible; o el del jefe de la inane agencia antifraude alquilando (por una pasta) un pisito donde otrora estuvo la santa inquisición. Ribó, disfrazado de sí mismo, reparte entre los suyos sin rubor y con eficacia. (No me ha dado tiempo a coserle a Fuset el de Sherlock –Homeless- para esta convocatoria).

Lo importante es la euforia que provoca y contagia –el carnaval- entre el pueblo llano que lo disfruta mientras lo sufre a la vez. Vestirse por una vez como se quisiera ir a trabajar a diario; y dejar de hacerlo. Decir amparado por la máscara lo que se gritaría todo el rato; cambiar, eso sí sin compromiso de continuidad, de status, condición, profesión, sexo o edad y a ver qué pasa; olvidarse en suma de uno mismo.

El carnaval en Valencia dura todo el año. Carnaval, carnaval … carnaval te quiero.