| 28 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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El desastre educativo del que no se salva nadie: ni Gobierno ni Comunidades

El acuerdo entre Celáa y las regiones está más destinado a disimular la improvisación de todas las autoridades educativas que a atender a las circunstancia reales del curso.

| ESdiario Editorial

 

 

El Gobierno y las Comunidades han llegado a un acuerdo de mínimos para el arranque del curso escolar. Y precisamente eso, que apenas salga de generalidades, es la mejor prueba de su escasa dimensión y de su desapego a la realidad que, con casi total seguridad, se va a vivir en las aulas de toda España durante el mes de septiembre.

La insólita desaparición del Ministerio de Educación durante todo el verano y la insuficiente presión de los Gobiernos autonómicos ha desembocado en una situación indignante  de desatención e improvisación que, desde luego, no se compensa con un acuerdo más destinado a salvar la cara política de los responsables educativos que a atender la emergencia con solvencia.

Nada está nada claro en ese pacto suscrito por todas las regiones a excepción del País Vasco, que dice no necesitar el visto bueno ni la tutela de nadie para aplicar lo que estime oportuno. Se trata de un compendio de medidas, en todo caso, destinadas a tapar la galopante falta de criterio y de trabajo del departamento de Isabel Celáa, que desechó la experiencia del curso pasado y el precioso tiempo de asueto vacacional hasta que la realidad nos atropelló de nuevo.

 

 

No hay un plan real de educación a distancia. No existe un protocolo de actuación preciso en el caso de que haya contagios. No está claro como separar a los alumnos físicamente. No se ha adaptado el plan de asignaturas a las circunstancias. Y, en fin, no se ha despejado la fórmula, ciertamente compleja, para atender las distintas necesidades de cada tipo de alumno; la convivencia entre ellos y los adultos o la conciliación entre el trabajo de sus padres y la cuarentena escolar si llega.

Se ha ganado algo de tiempo, en fin, más para las autoridades políticas que para la comunidad docente, despreciando la experiencia de otros países que planificaron el curso con meses de antelación pese a que sus circunstancias eran menos adversas.

Ahora, con los contagios disparados y muy por encima de los de toda Europa, se pretende simular un arranque presencial que fracasará en poco tiempo, quizá en horas, y obligará a una suspensión progresiva de las clases: si en Alemania se ha procedido así al detectar dos casos en un mismo centro, ¿cómo no se va a hacer lo mismo en España? Y cuando eso ocurra, de nuevo la improvisación será la lamentable respuesta.