| 25 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Iñigo Errejón y Pablo iglesias, en una imagen en el Congreso.
Iñigo Errejón y Pablo iglesias, en una imagen en el Congreso.

Podemos, en vilo por la guerra inminente Iglesias-Errejón antes de Vistalegre

Importantes dirigentes de Podemos ven más los nubarrones que el sol. Los errejonistas se atrincheran en sus cuarteles de invierno para lamerse heridas y esbozar estrategias para su congreso.

| Antonio Martín Beaumont Opinión

“Hemos caído en los peores vicios de Izquierda Unida, despedazándonos en luchas internas”, me sentenciaba, como si lo esculpiese en piedra, un destacado dirigente de Podemos, temeroso como tantos otros por la delicada deriva en la que ha entrado su formación tras los acontecimientos vividos estos últimos meses. Es bien conocido el dicho que asegura que, en el ámbito de la política, los adversarios están en los otros partidos y los enemigos en el propio.

El aserto, tantas veces demostrado, se confirma tras el último proceso morado de primarias, una auténtica pelea entre pandillas que, lejos de cicatrizar heridas, sólo ha ahondado las diferencias entre los dos sectores que encabezan Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Tal como estaba previsto, el bando pablista ha sacado luego el hacha con la intención de cortar las cabezas de los afianzados en el sector errejonista

En este combate, ya cuerpo a cuerpo, entre los dos aparatos enfrentados, cobra relevancia la guerra de Madrid. No sólo estaba en juego el liderazgo en la comunidad, sino también el peso de unos y de otros en plena cuenta atrás hacia el congreso nacional previsto para enero, el conocido como Vistalegre II, en el que se decidirá la nueva hoja de ruta y se elegirá a la nueva cúpula. 

La veda del pim-pam-pum ha quedado definitivamente abierta al otorgar Espinar a Adelante Podemos un único puesto en su dirección

“Te doy hasta entonces para que rindas armas”, le ha venido a susurrar “cariñosamente” al oído Iglesias a Errejón, desde una posición ganadora. Aunque, en realidad, algunos movimientos no presagian nada bueno. La purga ha comenzado de la mano de Ramón Espinar, afín a Pablo Iglesias, apartando de la dirección madrileña a José Manuel López, todavía portavoz en la cámara regional, y a Tania Sánchez, principales representantes de Adelante Podemos, la candidatura derrotada.

La veda del pim-pam-pum ha quedado definitivamente abierta al otorgar Espinar a Adelante Podemos un único puesto en su dirección, el de la secretaría de Participación Ciudadana, negando funciones al resto de los 6 consejeros errejonistas, en minoría frente a los 27 cargos procedentes de Juntos Podemos, la lista que unió a pablistas y anticapitalistas. El candidato oficialista ganó, sí, pero con un margen de 2.000 votos, y eso que contó con el apoyo del aparato de la secretaría general y sumó los sufragios de los anticapitalistas. Pese a tanto recurso del “aparato” del partido en su mano, Espinar sólo alcanzó el 50% de los votos y la errejonista Rita Maestre obtuvo el 43%. Pero esa igualdad ha servido de poco: la actitud de Espinar muestra a las claras la guerra desatada en Podemos.

Su cara más feroz

“Están empeñados en revolver el gallinero”, aseguran los críticos. “No existimos”, añaden. “El único interés que nos mueve es reconducir la situación del partido”, sostienen por el contrario los oficialistas. En cualquier caso, Iglesias ya ha mostrado su cara más feroz y el resultado final puede resultar doblemente amargo para el secretario político. Primero, porque Espinar, al amparo de las bases, parece obstinado en fulminar a José Manuel López como portavoz en la Asamblea de Madrid (ese paso sería un misil en la línea de flotación de Íñigo Errejón e incendiaría aún más los ánimos).

Segundo, porque el propio Errejón puede acabar en el humilladero, con su cabeza servida en bandeja de plata por Iglesias a los anticapitalistas para calmar sus peticiones de vendetta. Y no debe olvidarse que esta tercera familia morada ha ganado poder interno y, en caso de equilibrio de fuerzas, es quien tiene en sus manos decantar los triunfos. Pablo Iglesias ha alimentado este sector (el más duro), se ha echado en sus brazos y ha acabado excitándolo hasta el punto de abrir la caja de Pandora que guardaba las ansias de los más radicales por descentralizar la organización. El pulso independentista de la federación de Andalucía chirría a Iglesias. Pero Teresa Rodríguez, ahora en alza, pretende adelantar a su secretario general por el extremo. 

Ante este panorama combativo, al que se ha sumado de sopetón la amenaza andaluza, no es raro que algunos importantes dirigentes de Podemos vean más los nubarrones que el sol. Plenamente conscientes de ello, los errejonistas parecen haber optado por atrincherarse en sus cuarteles de invierno. Esperan a que el panorama se clarifique para volver a escena. De momento, son bien conocidos sus encuentros para lamerse las heridas, intercambiar opiniones y esbozar estrategias. Anhelan que, antes o después, el secretario general les lance algún guiño, que cuente con ellos.  

Aunque, conociéndolo, saben que la contrapartida será “la plena rendición”. De ahí que algunos próximos a Iñigo Errejón le pidan ir a por todas, marcar de una vez sus distancias con Pablo Iglesias y afianzar la “transversalidad” como mejor forma de atraer a quienes desean “nueva política”, conscientes incluso de que tienen a la vista un PSOE en proceso de refundación. Todo un reto intelectual y táctico de cara al cónclave de Vistalegre. Podemos entero vive en vilo. Y lo único cierto es que el penúltimo enfrentamiento aún está por escribirse.