| 24 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Sánchez, con España o con los soberanistas

El errático discurso del líder del PSOE legitima al soberanismo. Esa equidistancia, unida a la complicidad de Podemos y los Comunes, es peor para España que el propio independentismo.

| ESD Opinión

 

 

En cuestiones de Estado, ni se puede dudar ni ser equidistante o confuso. Pero todo ello ha sido el PSOE de Pedro Sánchez, en los últimos meses, al respecto de la infame escalada golpista de la Generalitat de Cataluña y los partidos que la gobiernan.

Es cierto que el secretario general de los socialistas ha insistido en que la ley es de obligatorio cumplimiento y que, en su aplicación, respaldará al Gobierno; pero no lo es menos que antes de eso o a continuación ha insistido en una variopinta gama de propuestas e ideas que legitiman al secesionismo hasta un punto intolerable.

Los despropósitos históricos y políticos de Sánchez al respecto de la idea de España ayudan al soberanismo

Desde sus críticas al Gobierno por negarse supuestamente a un diálogo que sólo rechazan los soberanistas, al obviar que en política eso se hace en las instituciones y a partir de las leyes; hasta su absurda calificación de España como “nación de naciones”; todo en Sánchez ha sido confuso, en el mejor de los casos, o directamente inaceptable, en el más habitual: su recordatorio, en estas horas, de que "al menos hay tres naciones" en España, en referencia a Cataluña, País Vasco y Galicia; es amén de un despropósito histórico una irresponsabilidad política.

La ley por encima de todo

Y a misma esa categoría pertenece su pretensión de crear una comisión en el Congreso que, nada menos, reforme la organización territorial de España, como si los independentistas tuvieran alguna razón y sólo estuvieran equivocados en los medios empleados.

Es precisamente esa insólita dificultad de la democracia española para defender su valor, vigencia y abrumador respaldo lo que ha avalado la miríada de concesiones al nacionalismo que, aun teniendo por intención integrarlo, sólo han servido para incrementar su escalada.

Cuando más esfuerzo ha hecho España por reconocer el autogobierno y la identidad catalana, tan rica sin duda como indiciaria de la riqueza española y no del particularismo nacional de una de sus partes; más ha crecido la deslealtad y el deseo de independencia, forzado en la sociedad por la abrumadora maquinaria intoxicadora del soberanismo, con la educación pública y los medios de comunicación oficiales como triste infantería de ese proceso.

 

 

La confusión de Sánchez y la complicidad de Podemos es tan inquietante como la actitud desafiante de Puigdemont

La disolución sentimental de España en Cataluña, donde ha carecido voluntariamente de la suficiente presencia para no molestar - y no al contrario como sostienen los secesionistas- es una de las principales razones del auge rupturista.

Defender la democracia

Y lo peor que puede hacerse, en consecuencia, es responder a un desafío ilegal e inmoral con una concesión, que además les parece insuficiente. La confusión de Sánchez, probablemente derivada de sus necesidades a corto plazo y propias de un dirigente menor que ya sólo aspira a gobernar en las peores compañías; unida a la complicidad de Podemos y los llamados Comunes con el soberanismo; es tanto o más inquietante que la actitud desafiante de Puigdemont y compañía.

Y dice muy poco de la calidad política y democrática de una parte de la clase dirigente española, que siente un vergonzante pudor para defender, con energía y sin ambages, al país que dicen representar, avalando una imagen caduca y reaccionara de una España que está viviendo los 40 años de libertad y democracia más fructíferos de su historia.

Si tienen dificultad para defender esos valores, no son desde luego las personas para dirigir nada en España. Ni tampoco en sus respectivos partidos.