| 28 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Ante la irresponsabilidad de Pedro Sánchez emerge la cordura de Pablo Casado

El líder del PP ha dado una lección de sensatez y sentido de Estado a un Gobierno tocado por la temeridad y la demagogia en la peor crísis en lustros.

| Antonio Martín Beaumont Opinión

 

 

En determinadas circunstancias históricas, algunos países se juegan el porvenir colectivo con gobernantes de poca altura. Es el caso de España en manos de Pedro Sánchez. La gestión de la epidemia por el Gobierno llevó a la población en cuestión de días de ser convocada a las calles a ser confinada en sus casas. A las críticas surgidas el mismo Sánchez ha venido en llamar “sesgo retrospectivo” sencillamente en un intento de sacudirse responsabilidades. Un fraude de oficio.

En medio del caos y la imprevisión que en las horas primeras de la pandemia arrollaron a Sánchez y a su Gobierno, emergen, lógicamente, otros referentes. No en vano Pablo Casado es, además del jefe de la oposición, la alternativa al gabinete social-comunista de Sánchez, al que tan difícil será perdonarle la irresponsable tardanza en tomar medidas por la presión de las organizaciones feministas, que priorizaban las concentraciones en las calles del 8M a cualquier otra cuestión. Incluida la salud pública.

Pablo Casado acudió este miércoles a un casi desierto Congreso de los Diputados reforzado por un buen arsenal de críticas posibles -necesarias y obligadas cuando pase la primera oleada de la pandemia- contra la gestión insensata, demagógica y temeraria de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Pero en buena medida se guardó la crítica para tender la mano al Gobierno, como obliga a un juicioso hombre de Estado esta situación de emergencia nacional.

 

Motivos tenía para su legítima tarea de oposición al “gobierno progresista”, por su dejadez, agravada con zancadillas inexplicables a las comunidades autónomas gobernadas por populares (ahí están las experiencias de Isabel Díaz Ayuso o de Juanma Moreno).

Casado aparcó los reproches, encabezando su discurso con ese clarificador: “Señor Sánchez, no está usted solo”. Y situando al presidente socialista ante sus propios “demonios”: “Va a encontrar en el PP más lealtad que en sus socios de investidura”.

 

 

Muchos en la cúpula popular le tienen ganas al PSOE por su oportunismo en crisis como las que sufrieron José María Aznar con el Prestige o Mariano Rajoy con el ébola. Tal vez por eso, en la noche del sábado Casado salió a responder al agónico discurso de un desencajado Sánchez con un aluvión de reproches. En esas primeras horas hubo en Génova 13 un vivo debate sobre la estrategia a seguir. Casado se dio pronto cuenta de que sus propios barones cerraban filas con La Moncloa. Las circunstancias obligan.

Ya el lunes, su comparecencia ante la opinión pública fue bien distinta. Y en el Congreso apuntaló su apoyo sin fisuras a La Moncloa. Casado ha puesto así “en cuarentena” su constitucional encargo de controlar al Gobierno. “No habrá confrontación partidista y sí lealtad institucional”, ha prometido.

La coherencia

Lo más paradójico es que mientras el líder del Partido Popular se presenta como un político coherente ante el drama del coronavirus, un dirigente capaz de distinguir adecuadamente las prelaciones, los socios de Sánchez se lanzan a su yugular.

Quim Torra e Iñigo Urkullu por la defensa de sus reinos de taifas, el propio Iglesias por apuntarse electoralmente las medallas del “escudo” social, Gabriel Rufián por su odio “a Madrid” e Íñigo Errejón por salir de su anonimato. Ni han sabido ni saben estar a la altura.

El coronavirus está trastocando demasiadas cosas. Muchos políticos se van a perder por el desagüe de los tiempos arduos. Se verá. En ciernes, un nuevo mapa político. Quizá Pedro Sánchez entre en razón y se dé cuenta de que Pablo Casado y el PP son el aliado más leal para los meses que se avecinan. Porque, seguir atado a quienes buscan sacar ventaja de la desgracia, obtener recompensas ideológicas del rio revuelto, no es bueno políticamente para él ni para las urgencias del momento español.