| 18 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Pablo Echenique, un sectario quemado en la misma hoguera que él incendió

| EDITORIAL Editorial

 

 

En una huida hacia adelante para ganar tiempo, Pablo Iglesias acaba de anunciar la defenestración de Pablo Echenique como secretario de Organización de Podemos, una prueba definitiva de la crisis que vive el partido que nació al grito de "conquistar los cielos" y ahora se dedica, a duras penas, a salvar los muebles en el sótano.

Desde un punto de vista estrictamente político, hay razones sobradas para sustituir al número tres de la formación, en su calidad de responsable orgánico de todos los desastres electorales que han cosechado los morados desde 2016, coronados por la ruptura de todas las confluencias, la fractura del partido y la desaparición o irrelevancia en buena parte de los ayuntamientos y comunidades de España.

El cesarismo

Pero, a la vez, es absurdo pretender que el estado de Podemos no está íntimamente relacionado con la degradación de la imagen pública del propio Iglesias, que pretende el imposible de desvincularse de los estragos como si no tuvieran nada que ver con él, sus decisiones políticas y personales y su manera cesarista de gobernar las siglas, tan alejada de su espíritu fundacional.

Difícilmente tiene algún futuro ese proyecto con Iglesias y Montero al frente, pero tampoco conviene engañarse con sus relevos: el populismo es pasajero

Su mudanza a Galapagar, un símbolo del antagonismo entre cómo predica Iglesias y cómo vive personalmente luego; y el carácter casi familiar que le dio a Podemos promocionando a su propia pareja, Irene Montero; explican bastante mejor el deterioro de la marca que los excesos de Echenique, por lo demás similares a los que Podemos sostenía en su origen con sorprendente éxito.

El populismo pasajero

Podemos fue un estado de ánimo, catalizado hábilmente en un proyecto político que solo podía ser de masas en determinados momentos de crisis concretos; y su bajón responde a la imposibilidad física de ubicar eternamente a la sociedad en esa trinchera, especialmente si los generales del partido se van procurando personalmente la prosperidad que prometieron al resto.

Difícilmente tiene algún futuro ese proyecto con Iglesias y Montero al frente, pero tampoco conviene engañarse con sus eventuales relevos, bien desde dentro, bien desde formaciones inspiradas en Podemos que, por una mezcla de ego y ambición, nacieron a su rebufo y ahora pretenden ser distintas, caso de la encabezada por Errejón y Carmena. El populismo nunca dura demasiado, felizmente.