| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Puigdemont tiene que ser ya extraditado: otra cosa sería un escándalo europeo

Al político fugado se le tiene que acabar ya el chollo de escapar de la Justicia mientras vive en la propia Europa: su entrega a España ha de ser inmediata y sin pegas.

| EDITORIAL Editorial

 

 

 

Una vez desechado -no sin polémica y en una interpretación más que benevolente- el delito de rebelión en los nueve dirigentes catalanes condenados por el Tribunal Supremo, el juez Llarena reactivó una euroorden limitada por necesidad a los mismos tipos penales que encausaron y condenaron a Junqueras y a medio Gobierno de la Generalitat.

Si antes la retiró el magistrado no fue, como dijeron tantos dirigentes y medios incomprensiblemente proclives al auxilio del soberanismo incluso desde posiciones constitucionalistas, por temor a que le fuera rechazada en su totalidad.

La razón, en exclusiva, atendió al deseo de no renunciar a enjuiciar al dirigente fugado por el delito más grave posible por la falta de concordancia entre los ordenamientos jurídicos español y belga: una vez conocida la poca viabilidad de la acusación de rebelión, volver a poner en marcha la maquinaria judicial para el resto de presuntos delitos era evidente.

Y también debe serlo la respuesta de la justicia belga, que no es una instancia superior ni tiene derecho alguno a reinterpretar las acusaciones de un tribunal español: simplemente tiene que revisar si los delitos señalados coinciden con otros similares de su territorio, sin entrar al fondo del asunto. 

Puigdemont tiene que venir a España para  enfrentarse de una vez a un tribunal que lo juzgue y lo condene a los mismos años o más que a Junqueras

Con la sedición y la malversación no hay dudas -tampoco debiera haberlas con la rebelión-, así que cabe esperar que se tramite la euroorden con diligencia y rapidez, tal y como sugiere la petición de la Fiscalía belga en ese sentido: cualquier otra decisión sería, simplemente, un escándalo insoportable.

Puigdemont tiene que venir a España, entregado por una Europa que tiene dificultades para actuar unida incluso en casos tan palmarios y contagiosos como el del separatismo golpista. Y debe hacerlo para enfrentarse a un tribunal que lo juzgue y lo condene a los mismos años o más que a Junqueras.

Él fue el gran cabecilla de la asonada y la democracia española necesita verlo en el banquillo. También la europea, por cierto: es incomprensible la existencia de lagunas jurídicas que permitan una actuación conjunta y sincronizada de la Unión en casos como el presente y tantos otros relacionados con la delincuencia organizada o el terrorismo.

De quien Puigdemont ha intentado reírse no ha sido solo de España, también de una UE que no puede permitirse seguir haciendo el ridículo. Una entrega veloz del irresponsable político fugado sería una manera de empezar a hacer las cosas correctamente.