| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Cristiano Ronaldo y su famoso empujón al árbitro.
Cristiano Ronaldo y su famoso empujón al árbitro.

La pañolada de la vergüenza

sacar los pañuelos después de que el mejor jugador le ha pegado un empujón a un árbitro, con más carga despectiva que fuerza, lo que no le quita gravedad sino que la mantiene, es vergonzoso.

| Pablo Lolaso Deportes

Cuando era más joven -no mucho más- fui bastante propenso a creerme sin miramientos diversas teorías conspiranoicas: que el hombre no llegó a la luna, que Jesús Gil estaba vivo, que el 11S fue un montaje, que si saludabas a un avión te hacían una foto y luego venían a tu casa a matarte y que Paquirrín era el hijo del ginecólogo de la Pantoja. Pero con el tiempo me di cuenta de que eso de que tanta gente durante tanto tiempo ocultara un secreto sin que nadie fuera capaz de conseguir ninguna prueba fehaciente no podía significar sino que estaba ante una verdadera patraña. Puto Íker Jiménez, me jodiste.

En el ámbito del fútbol existe la extraña y absurda teoría de que el Barcelona tiene un entramado a nivel mundial, europeo y nacional para manejar los hilos y allanarse el camino a cada título. Del mismo modo también existe la extraña y absurda teoría de que el Real Madrid, a través de Florentino Pérez, el hombre más poderoso del planeta, se reúne en su despacho con quien quiere para conseguir lo que él quiera, y maneja los hilos para allanarse el camino a cada título.

Que no, hijos míos, que no. Que es todo mucho más sencillo: los árbitros se equivocan mucho. No diré que son muy malos, porque realmente tengo mucho respeto a su profesión: bien pagada, pero con un desprestigio social brutal y con una carga de presión añadida que no tiene sentido para la poca trascendencia real de su labor. Se equivocan muchísimo. Y se equivocan a menudo a favor del equipo grande. ¿Por qué? Por nuestra culpa. Porque no quieren acaparar ninguna atención al día siguiente. Y cuando se enfrentan dos grandes se equivocan más aún. ¿Por qué? Porque están acojonados. Porque saben que hagan lo que hagan van a acaparar la atención al día siguiente.

Estoy bastante harto del ninguneo generalizado a la labor del arbitraje. Nadie les tiene el más mínimo respeto. Los aficionados, ávidos de liberar tensiones, acuden a la grada con más ganas de insultar que de animar; los futbolistas, conscientes de la baza presionante que juegan, rodean, gritan, amedrentan y, para tristeza mía, hasta golpean a los árbitros; los entrenadores, que a menudo calientan el ambiente antes de cada partido y le echan gasolina al finalizar el mismo; y los periodistas, escondidos en cada esquina dispuestos a rebuscar en el cubo de la basura para rellenar horas y horas de metraje televisivo, radiofónico y envoltorios de bocatas.

Lo que debería hacer el Bernabéu es decirle a Cristiano Ronaldo que deje de hacer el idiota y que se dedique a jugar al fútbol, que es el mejor jugador que hemos tenido desde Alfredo Di Stéfano

Aunque asistí a alguna asamblea del 15M y mi manera de pensar estuvo cercana a todo aquello pronto entendí que cierto asamblearismo es un poco jugar a las casitas de muñecas: te entretienes pensando que eres libre, pero los dueños son tus padres, los habitantes son juguetes y cuando los de arriba quieren, todo se hunde. Y por eso tengo fe en las organizaciones jerárquicas. Creo en la meritocracia que en teoría lleva a los mejores a los puestos de responsabilidad. Y creo que el respeto a la jerarquía es básico para que una comunidad funcione.

En un partido de fútbol el pico de la jerarquía es el árbitro y en ese impasse de tiempo entre el pitido inicial y final que para muchos supone la vida misma el árbitro es el jefe y lo que diga él va a misa. El respeto a su figura y a sus decisiones ha de ser necesariamente máximo. Nada se debería discutir. Un árbitro tranquilo, sin condicionamientos, seguro que pitaría mejor y surgirían menos problemas. Pero, claro, por supuesto que se va a seguir equivocando. Arbitrar sigue siendo una labor muy compleja y más con la presión mediática que lleva consigo.

Y, como digo, creo en las jerarquías, y también ha de existir una organización arbitral por encima de los propios árbitros que juzque su labor y actúe en consecuencia con sus errores garrafales. Mientras tanto, sacar los pañuelos después de que el mejor jugador de tu equipo le ha pegado un empujón a un árbitro, con más carga despectiva que fuerza, lo que no le quita gravedad sino que la mantiene, es poco menos que vergonzoso.

Lo que debería hacer el Bernabéu es decirle a Cristiano Ronaldo que deje de hacer el idiota y que se dedique a jugar al fútbol, que es el mejor jugador que hemos tenido desde Alfredo Di Stéfano. El árbitro se equivocó gravemente. ¿Y qué? ¿Salió ganando Cristiano con su actitud? Te callas, te vas al vestuario y, con suerte, te quitarán la amarilla -cosa que a pesar de que hay una brutal conspiración en contra del Madrid pasa bastante a menudo- y podrás jugar al día siguiente. Pero no, decidiste hacer lo que hiciste y además sacar de las cavernas a otros tantos que son peores que tú, porque además son más tontos y peores personas, que presumen de que en el fondo tenías que haberle partido la cara al colegiado.

Y para mí la pañolada da alas a la estupidez colectiva y al tonto agresivo que puebla con ansia las gradas de nuestro fútbol. El Madrid ha de estar por encima de todo esto: a callar, a jugar y a ganar títulos, que eso se nos da de puta madre. Y los pañuelos, para limpiarse. Sin más.