| 05 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Eduardo Zaplana quiere trascender y “la Comunidad Valenciana necesita despertar”

| Vicente Climent Edición Valencia

Me van a permitir que les escriba esta crónica en primera persona. Creo que va a ser la mejor forma de decirles lo que vi y oí durante la reaparición de Eduardo Zaplana en Valencia. La crónica social y la crónica política, por el mismo precio.

De los varios centenares de personas que acudimos a escuchar este lunes a Eduardo Zaplana en el Ateneo de Valencia puede que yo sea de los pocos que le conoce desde hace treinta años, cuando ambos vivíamos y trabajábamos en Alicante, cada uno en lo suyo. Y con la poca ventaja que eso pueda darme creo poder concluir que Eduardo Zaplana está en un momento en el que quiere trascender.

Él cree haber sido tratado injustamente en la Comunidad Valenciana, y se esfuerza por poner en valor su legado cada vez que puede. La última -lo ha recordado ahora- fue en 2010. Entonces dijo que le daba “pena, mucha pena lo que pasa en la Comunidad Valenciana”. Todavía gobernaba Francisco Camps. Zaplana había dejado la política dos años antes, y se había marchado del Consell en 2002, sin alcanzar el tope de dos mandatos que se autoimpuso, como José María Aznar. Pero Zaplana también se siente, como Felipe González, un jarrón chino, y parece decidido a no seguir siéndolo. Al menos de uvas a peras. La que nos ocupa es una de esas escasas frutas de temporada.

Crónica algo más que social

No sé lo que quedará de Eduardo Zaplana en los archivos de Canal 9, de los que dicen que también fue expulsado cuando la guerra incivil con Camps. Yo a Zaplana le hubiera preguntado tras su charla (no hubo debate) si cree que Francisco Camps es “un buen tío”. Por si acaso À Punt también estuvo en el acto. Acto que, con la anterior presentación de un par de libros “con datos” (el único presidente autonómico que lo ha hecho hasta ahora), es la principal reivindicación de su biografía, ahora que ésta se ha tomado el descanso del que aún carece su agenda. Todo siempre matizado por su enfermedad, que le hace ver las cosas con una distancia aún mayor sin restarle parte de su legendaria pasión.

Pasión que le profesan sus incondicionales, aunque más racional y menos emocional que la que le demuestran los de Camps a Camps, siento la comparación, pero es que es inevitable. Hace un mes el sucesor de Zaplana asistió mudo al acto de presentación de su libro (aunque lo firme y hasta lo haya escrito Arcadi Espadas) y allí había más emotividad. Quizá porque también había más imputaciones que en la conferencia del antecesor de Camps. En la de Zaplana, apenas Mari Àngels Ramón-Llin y Lola Johnson, ésta última consellera con del del Poble Nou. Todo el mundo destacaba la presencia de Johnson (“ha venido hasta Lola”), que llegó a portavoz del Consell en una época en la que Zaplana no existía. Lo sabe bien Marta Torrado, criada a las faldas de Rita Barberá, o Román Ceballos, también alto cargo con Camps, también ahora (ambos) con Zaplana.

En segunda fila escuchando al benidormí estaban algunos de sus más fieles. En algún caso, además, mano(s) derecha(s). Pienso en Juan Francisco García, Vicente Martínez Pujalte, Miguel Peralta, y José Vicente Villaescusa. O en los fontaneros Fernando Giner (no confundir con el de Ciudadanos), Miguel Navarro, Felipe del BañoJosé Luis Colvée y Fernando Mut. Y ya, dando color, en el chófer de Zaplana, Salvador Gil, su sastre (todo presidente tiene su sastre) Antonio Sánchez-Puebla, el profesor José Sanmartín, y Paco Roig.

En primera fila, a lo Pedro Almodóvar o a lo Karl Lagerfeld, las “chicas Zaplana” -no creo que a ninguna le moleste el apelativo porque incluso se hicieron una foto juntas con él a la salida-, se diría que orgullosas de serlo. Marcela Miró, Carmen Mas, Carmen Martorell, Gema Amor, Alicia de Miguel, Susana Camarero, Asunción Quinzá, Carmen de Miguel, Verónica Marcos, Cristina Grau.

De la dirección actual del PP, poca cosa (con perdón). Luis Santamaría, que es amigo de Zaplana, y la ya citada Verónica Marcos. Y me parece que poco más. En cambio sí fue el conseller de Transparencia, Manuel Alcaraz, alicantino y de Compromís. Probablemente uno de los de mayor sentido institucional del Botànic, el que le da haber esperado tanto y a través de tantos partidos para llegar a ser conseller. Alcaraz entregó a Zaplana al término de su conferencia un ejemplar del “Acord del Consell sobre la reforma constitucional”.

También hubo otros supervivientes de cuando hace diez-quince años Zaplana mandaba allí o aquí. No son muchos: Daniel Matoses, presidente de CSIF, o Enric Esteve, correspondiente de Lo Rat Penat. Bueno, y Rafael Aznar e Ignacio Gil-Lázaro, claro.

Por si lo quieren saber (por comparar y eso, ya saben), en la presentación del libro de Camps (de la que no hay crónica porque él no dijo nada, y de las 169 portadas con las que le machacaron ya hemos hablado otras veces), con Camps, estuvieron Juan Cotino, Alejandro Font de Mora, Maritina Hernández, Trini Miró, Vicente Garrido, Pedro Agramunt, Carmen Martorell, Mariano Vivancos, Rafa Montaner, Mateo Castellá, Vicente Betoret, Alfonso Novo, Ramón Isidro Sanchis, Rafael Ferraro, José Miguel Barranca, el empresario Héctor Colonques, y Rafael Aznar.

Que estuvieran en ambos actos con ambos presidentes, yo recuerdo a Martorell, Aznar, Fernando Ferrando, Álvaro Errazu y yo. Por cierto, también determinados medios se distribuyeron, aunque alguno que sabe poco de lealtades (ya se enterará el Botànic) se confundiera de presidente.

La disertación de Zaplana -invitado al Ateneo por su presidente Carmen de Rosa- tuvo como presentador a Joan Mir, director general de Anecoop. Que ya estaba cuando Lerma. Mir, para presentar a Zaplana, destacó que cerrara la autovía, creara la AVL, promulgara la ley de parejas de hecho, y firmara el convenio del AVE. Ah, y que en su primera visita a Nueva York se hinchara a comprar libros sobre JFK.

El diagnóstico de Zaplana

La crónica social que les he hecho es el medio que explica el mensaje de Zaplana en el Ateneo. Que ya no es tan justificativo como admonitorio. Zaplana es senatorial y da lecciones, en tanto que Camps todavía lucha en los tribunales por no pasar a la Historia con la imagen del canalla que se ha esculpido de él en la memoria colectiva española, nada menos. Ésa es la diferencia. Por eso el alicantino ya se atreve con todos. Y aunque no los cite por su nombre les riñe (“pedimos perdón por todo”), les lanza recados, y les pone deberes. Veamos algunos ejemplos. Les ahorro la paja.

  • la Comunidad Valenciana tiene un grave problema, que no es sólo de los políticos, aunque hubo quien pudo haber hecho las cosas de otra manera y no quiso hacerlo.

  • la Comunidad lleva años sin un proyecto claro, peleando con el pasado. No hay relato ni interés en revisar qué nos ha pasado desde que asumimos el autogobierno.

  • nos desdibujamos en vez de aprovechar la herencia.

  • nuestro futuro tendrá vendrá más desde el liderazgo que desde la reivindicación.

  • la ciudadanía tiene deseo de confiar el líderes auténticos. Lo que hay ahora son hiperliderazgos.

  • el miedo se ha extendido en la clase política, que sigue a los opinadores. Hoy me cuesta identificar liderazgos.

     

  • las operaciones contra la corrupción han tenido a veces un ruido mediático superior a lo normal, lo que hace que la gente sea incapaz de distinguir entre unos y otros.

  • la clase política no reaccionó a tiempo para evitar daños a las instituciones.

     

  • cuando yo era ministro se hablaba (peyorativamente) de mileuristas. Hoy es un lujo (serlo)

  • en sanidad se pretende marcar barreras aunque sea a costa de no decir la verdad. No se ha revertido nada (ya era público). Centrar en eso el debate es un error, hay que buscar la excelencia.

  • las lenguas son para comunicarnos, no para enfrentarnos. La educación no puede ponerse al servicio de ingenierías sociales.

     

  • hoy no alcanzo a saber el rumbo (del Consell del Botànic)

  • me preocupa que se exiga y no se aporte (al mirar hacia Madrid).

  • mi partido ha renunciado a hacer un relato (desde el 95)

  • el PSPV está lastrado por el pacto de gobierno y por su organización federal.

  • Ciudadanos desconoce el ADN valenciano.

  • Podemos está en un cierto radicalismo ideológico.

  • (no dice nada de Compromís).

  • la sociedad civil tampoco arranca, se acomoda al que llega.

 

  • se nos juzgará más severamente por nuestros silencios.

¿Qué hay que hacer?

  • hay que presentar propuestas. También los profesionales.

  • hay que dejar los debates del pasado y poner la agenda digital lo primero en la agenda política ante el tremendo cambio que viene. Y la Comunidad Valenciana tiene más oportunidades que nadie.

  • hay que mirar más al mundo que a nosotros mismos.

  • hay que hacer una reforma de la Constitución para apuntalarla y sin abrirla en canal.

  • hay que dejar los debates esencialistas e introducir la lealtad institucional (en la Constitución).

  • hay que decir no a la recentralización y al cantonalismo, evitando la tentación localista.

  • hay que abrir las puertas a la gente con ilusión. El futuro de todos no puede quedar en manos de una minoría partidaria del cuanto peor mejor.

  • no aspiro a nada pero quiero a esta tierra. Y la Comunidad Valenciana necesita despertar.