| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Barcos y falos, que no faros

No creo que el sexo sea un pecado, ni un cuerpo desnudo una ofensa, ni el erotismo el fin de nuestros días cuando le da la luz del amanecer en el paseo de nuestra Marina.

| Dulce Iborra Edición Valencia

Siempre me ha llamado la atención que nos escandalicen tanto nuestros cuerpos desnudos y no lo hagan nuestras mentes. Quizás esté relacionado con el hecho de que nos sale con más naturalidad mandar a alguien a la mierda que decirle “me gustas”, así de primeras. No sé muy bien si Antoni Miró ha querido pellizcarnos con su exposición en la Marina, donde se da cita el erotismo y la sexualidad, de dos cuerpos que se atraen. ¿Qué es el arte sino una provocación? Nos guste mucho, poco o nada, bien merece una reflexión.

A propósito del escándalo que esto ha supuesto en las capas más conservadoras de nuestra sociedad, he leído opiniones de todo tipo, pero las más frecuentes han sido las de “no quiero que esto lo vean mis hijos” de personas a las que me gustaría preguntar si sus hijos de menos de 12 años tienen móvil y acceso a internet, o qué opinión les merece el telediario de las tres. Los excuso porque somos de la época en la que los atentados en la tele eran a la hora de la comida y los besos con lengua, a partir de las doce.

No creo que el sexo sea un pecado, ni un cuerpo desnudo una ofensa, ni el erotismo el fin de nuestros días cuando le da la luz del amanecer en el paseo de nuestra Marina. Respeto profundamente a las personas que consideran que lo explícito es, a veces, avasallante. Pero la obra de Antoni Miró no creo que busque la estética, sino la tensión, la respuesta de un país laico moderado. Saca el tema sin esa “moderación” que todos esperamos -quizás por nuestras raíces católicas-, envolviéndonos en una noción de sexualidad que roza el tabú.

Los niños no vienen de la cigüeña. Eso ya lo sabemos todos ¿verdad? ¿Y por qué nos empeñamos en que los más pequeños lo crean? ¿Les engañamos acaso acerca de la composición del universo? ¿Por qué les decimos eso de “mamá y papá se dieron un beso, y entonces naciste tú”? ¿No es todo un poco ridículo?

Si queremos que nuestros hijos crezcan protegidos de las maldades de su entorno, quizás sería más lógico que apagásemos la tele para siempre, les prohibiéramos conectarse a internet y les implantásemos unos tapones en los oídos cuando le peguemos la rajada del pringado de turno que nos ha tocado los pies. Pero eso sería aislarlos de la realidad ¿verdad? También podríamos recuperar el consejo médico ese que decía que "si te masturbas te quedarás ciego" y seguir sembrando el terror y el ocultismo sobre una función que es tan importante como el comer.

Se nos llena la boca con la importancia del conocimiento y el aprendizaje en el desarrollo social de nuestros hijos y sin embargo nos da miedo o vergüenza explicarles quiénes son, cómo se reproducirán, cómo se relacionarán con su pareja cuando estén preparados -con absoluta responsabilidad y voluntad-. Si le diéramos una vuelta a esto, igual nos sorprenderíamos y en el futuro no habría ‘manadas’, ni sometimientos. Igual va y le damos al sexo el valor que tiene, que es mucho.

Vivir de espaldas a lo que somos es seguir educando en las tinieblas, en los tabúes. Y los tabúes son autopistas para quienes abusan, con la seguridad de que la víctima callará.

Preocuparnos por los desnudos propios y ajenos es una cortina de hierro, un telón de acero que separa la naturaleza de la naturalidad. Sería más sensato preocuparnos por lo que nos resta, por la necedad, por la humillación, por la mentira que nos viste y por la tiranía que nos desnuda.

Yo no sé en vuestra casa pero en la mía el pene es ‘chorra’, ‘pito’, ‘pilila’ y la vulva ‘chumino’, ‘chochete’ o ‘parrús’. Podríamos llamarle colita y pastelito, al espermatozoide semillita y a la fecundación ‘el vuelo de la cigüeña’. Pero prefiero que mis hijos sepan que los hicimos con todo el amor del mundo y la máxima entrega biológica, que lo único que viene de París es su tía Cynthia y que aunque ahora les parezca raro y difícil de entender cómo nos reprodujimos gracias a la pasión y a la unión de nuestros miembros, cuando estén preparados sabrán disponer de ellos y disfrutar, porque la vida, también es eso.