| 10 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Iglsias y Puigdemont, antes de que éste se fugara
Iglsias y Puigdemont, antes de que éste se fugara

Iglesias, el enviado de Sánchez para negociar todo con Junqueras y Puigdemont

El Gobierno promueve o tolera unas conversaciones opacas entre Iglesias, Junqueras y Puigdemont que evidencian el precio que el independentismo le puso a Sánchez para darle La Moncloa.

| EDITORIAL Editorial

 

 

Cuanto más se empeña el Gobierno en negar toda participación de Pedro Sánchez en las conversaciones que Pablo Iglesias mantiene con los líderes independentistas, más evidente resulta la conexión entre todos ellos: resulta ridículo, amén de increíble, pensar que quienes se pusieron de acuerdo para impulsar una moción de censura contra el PP no mantengan fluidas conversaciones para, ya de entrada, tratar de pactar los Presupuestos Generales del Estado.

Nadie se puede creer que Iglesias actúe sin el plácet de Sánchez ni que las conversaciones con Puigdemont y Junqueras sean solo para los PGE

Y resulta también inútil intentar persuadir a la opinión pública de que, del mismo modo que la moción de desalojo de Rajoy no era gratis para Sánchez; las negociaciones entre su delegado, Junqueras y Puigdemont se van a limitar al ámbito económico.

Lo que el dirigente de Podemos está haciendo es preparar el terreno para que Sánchez, por obligación o devoción, empiece a preparar a la ciudadanía para las concesiones que, de mayor o menor envergadura, va a seguir concediéndoles a quienes le auparon a él a La Moncloa y ahora le pasan la factura correspondiente.

Una hoja de ruta penosa

Que ya se hable abiertamente de presiones a la Fiscalía General para que ordene rebajar los cargos, de indultos o de salidas de prisión no es una casualidad, como no lo fue la primera concesión nada más ser investido Sánchez, el traslado de los presos por rebelión y sedición.

Todo forma parte de una hoja de ruta que Iglesias resumió en pocas palabras tras su conversación de casi una hora con Puigdemont: "Estamos de acuerdo en abrir espacios de diálogo político sin exclusión de ningún tema". 

Es un escándalo que la política económica y territorial de España estén en boca de Iglesias y los separatistas

Esa frase permite muchas interpretaciones, y viniendo de un político que defiende la celebración de un referéndum legal en Cataluña, presagia lo peor. O no lo descarta. Y eso es razón suficiente para considerarlo todo un escándalo de magnitudes desconocidas, pues convierte las necesidades y aspiraciones electorales de unos pocos -ligadas a repetir alianzas similares en el futuro en La Moncloa y en la Generalitat- es una hipoteca colectiva para España.

Que Sánchez desmienta, sin energía alguna, lo que sin embargo tolera hacer a Iglesias, atestigua la comunión entre ambos y el reparto de papeles que se han dado para mantener las formas. Y que ni ahora ni mañana esté en juego la integridad territorial de España, pues cualquier cambio requiere de unas mayorías que jamás lograrán e incluye la participación de todos los españoles en la decisión, no le resta gravedad al blanqueamiento bochornoso de unos delincuentes con ínfulas a los que el Gobierno, y su socio preferente, tratan con una dignidad y un respeto rehabilitadores simplemente infames.