| 28 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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La división jurídica del reino y la guerra foral (1238-1290)

En los años inmediatamente posteriores a la conquista de la ciudad de Valencia (1238), eran muchos los derechos que se aplicaban aparte de la Costum

| Carlos Mora * Edición Valencia

Ya fuese una idea preconcebida o asumida poco tiempo después de la promulgación de las primeras leyes valencianas, la Costum de Valencia, lo cierto es que la extensión general de este código legislativo sería claramente favorable a los intereses reales.

Sin embargo, la situación por aquel entonces era bien diferente y se caracterizaba precisamente por todo lo contrario, por la fragmentación jurídica. Era el resultado del proceso de conquista: el rey, para obtener apoyos, había tenido que ceder tierras a la nobleza y a la Iglesia. Y estos señores aplicaron en sus nuevas posesiones la base jurídica que más les interesaba.

De este modo, en los años inmediatamente posteriores a la conquista de la ciudad de Valencia (1238), eran muchos los derechos que se aplicaban aparte de la Costum: fueros de Aragón, como los de Zaragoza o Teruel, Usatges de Barcelona, etc.

Los fueros aragoneses predominaban en las poblaciones de interior al norte de Valencia (Altura, Andilla, Forcall, Sinarcas, Segorbe, etc.), aunque también se aplicaban en algunos núcleos de la costa, como Vinaròs, Almassora, Borriana y Benicarló.

En los años siguientes, Jaime I prosiguió en sus pasos para generalizar una legislación más favorable al poder real y a los burgueses en detrimento de los señores feudales. En 1250 la Costum, renovada y ampliada, se reconvertía en Furs (fueros).

En 1261, muy posiblemente en Cortes, Jaime I determinó su traducción del latín a romance valenciano y su aplicación general en todo el reino de Valencia. El rey juraba observar su contenido y obligaba a sus sucesores a hacer lo propio durante el primer mes de su reinado. Todo lo cual fue aceptado y respaldado por la ciudad de Valencia y las villas reales, las principales beneficiadas por dicha normativa, pero las medidas compensatorias no convencieron a la nobleza aragonesa. Los Furs suponían una reducción considerable de sus prerrogativas, por lo que abandonaron la reunión. Era el inicio de un largo conflicto.

La nobleza aragonesa jugó bien sus cartas. El rey necesitaba la fuerza militar que esta podía aportar y a la cual se vio obligado a recurrir pronto, pues en 1264 aceptó la petición de ayuda por parte de Alfonso X, enfrentado a una revuelta mudéjar en Murcia y la Baja Andalucía.

Jaime I valoró el peligro que podía suponer para su recién conquistado reino el triunfo de dicha rebelión y la inspiración que esta podía suponer entre los mudéjares valencianos. Y para obtener la ayuda aragonesa, tuvo que ceder, reconociendo su derecho de acogerse a los fueros de Aragón.

El distanciamiento volvió a evidenciarse en 1271, durante la siguiente gran reforma de los Furs. La nobleza aragonesa se desentendió de todo el proceso de corrección y adiciones que se llevaron a cabo en los fueros valencianos.

Una situación que heredaron y agravaron su sucesores. Los sicilianos, levantados contra el dominio de los Anjou, le ofrecieron el trono a Pedro III (1276-1285) y este acudió en su ayuda. Con ello se ganó la excomunión del papa y la ofensiva de Felipe III de Francia.

El monarca no pudo mantener entonces una política coherente sobre la cuestión foral, abrumado por las circunstancias y la necesidad imperiosa de hombres y dinero. Si en 1283 prometía a los aragoneses que el reino de Valencia sería repoblado bajo las leyes de Aragón, apenas dos meses después, reunido con los valencianos para recabar su apoyo, concedía el Privilegium Magnum, por el cual se confirmaron y añadieron nuevos Furs, especialmente la obligación del rey de pactar en Cortes el establecimiento de nuevos impuestos. Y también llegó a emitirse una orden de expulsión del reino de todos aquellos que no quisieran someterse a las leyes valencianas.

Pasos que repitió Alfonso III (1285-1291), quien ordenó en 1286 la aplicación de las leyes aragonesas para todos aquellos que así lo solicitasen ante los justicias valencianos, para rectificar a continuación y jurar la vigencia general de los Furs ante las Cortes valencianas.

Esta política errática terminó por acarrear fatales consecuencias. La Unión en defensa de los fueros aragoneses convocó a sus huestes e invadió el reino de Valencia a principios del año 1287. A los señores también se unieron las milicias urbanas de núcleos tan importantes como Zaragoza, Teruel, Calatayud o Daroca.

Siguiendo el curso del Túria y el Palancia, los aragoneses llegaron a saquear las huertas de la capital y de Sagunto. La reacción del rey contra ellos fue limitada y no consiguió derrotarles, a la vez que este no dejaba de añadir enemigos a su lista, encadenando conflictos con Francia, Castilla, Mallorca y el Papado.

No quedaba otra alternativa que ceder y la disputa se inclinó del lado aragonés. En 1290, como una excepción dentro del carácter general que seguían manteniendo los Furs de Valencia, la nobleza aragonesa obtuvo el reconocimiento de sus fueros dentro del territorio valenciano.

*Doctor en Historia-UV. Dottore di ricerca-UniCa