| 09 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La marioneta de un asesinato: Maje y su obediente amante, al fin en el banquillo

Empieza el juicio contra la viuda negra de Valencia y Salva, el hombre al que convenció para asesinar a su joven marido en el garaje de su casa. Apenas llevaban un año casados.

| Alfonso Egea España

 

La iglesia se quedó muda. Una joven viuda de apenas 27 años subía al altar. María Jesús Moreno llevaba una carta en la mano. Las palabras fluyeron de su boca con emoción y cariño, con aparente dolor, tanto que los asistentes al funeral contuvieron la respiración y lloraron. María Jesús, Maje, leía ante al ataúd donde estaba su esposo una sentida despedida.

Era agosto de 2017. No hacía ni once meses que Maje y Antonio se habían casado, y ahora ella lo despedía porque hacía tres días alguien lo había cosido a puñaladas en el garaje de su casa. Lo que nadie imaginaba en esa iglesia era que a Antonio lo asesinó uno de los amantes de Maje mientras ella lo celebraba manteniendo sexo con otro de sus sementales.

De todo esto van a tener que dar cuenta tanto Maje como Salvador esta semana en la Audiencia Provincial de Valencia, donde ambos se enfrentan a entre 18 y 25 años de cárcel según a qué petición de condena se atienda, fiscal o acusación. Para Maje siempre será más alta la petición y la futurible condena por su condición de esposa de la víctima. Porque esa es la pregunta que atormenta a la familia de Antonio, el asesinado: ¿Por qué te casaste con él si al final parece que planeaste su asesinato?

Antonio, un joven ingeniero que cada mañana conducía de Valencia a Requena para trabajar hasta las cinco de la tarde de lunes a viernes para una empresa de infraestructuras. Mientras, su mujer, Maje, trabajaba en un hospital como sanitaria. Era normal que Maje tuviera que enlazar guardias y turnos de trabajo nocturnos, eso Antonio ya lo sabía cuando se casó con ella. De lo que el joven ingeniero no tenía ni idea era de que su joven esposa entraba en la cama de un amante cuando el calor de su cuerpo todavía no se había disipado de la cama del anterior. Y lo que menos podía imaginar era que uno de esos amantes era el hombre que iba a matarlo meses más tarde.

En su trabajo Maje tenía como compañero a Salvador. Un hombre 20 años mayor que ella, casado y con una hija, sanitario como Maje, y totalmente obsesionado con ella. El fiscal asegura en su escrito de acusación que Maje y Salva mantenían una relación sentimental en la fechas cercanas a la muerte de Antonio.

Salva, el amante de Maje y asesino confeso de Antonio.

 

Lo de sentimental parece que era al menos en lo que afectaba a Salva, porque a tenor de los hechos cada vez parece más claro que Maje usó sus encantos sexuales para amarrar tan fuerte al débil de Salva que este estuvo ahí para perder toda su humanidad y ser capaz de matar a otro ser humano porque su joven novia lo necesitaba.

Nota: ser un imbécil con la bragueta fácil no te convierte en inimputable… la responsabilidad de Salvador en el asesinato de Antonio está intacta pese a que su defensa lo quiera presentar en el juicio que se avecina como una marioneta que nada pudo hacer para librarse de los encantos de su amante. Desgraciado, sí, responsable de un crimen, también.

Los investigadores llegaron a la conclusión de que Maje pasó meses quejándose a un puñado de personas de lo que según ella era su infernal matrimonio. A algunas amigas les explicaba que Antonio no era un buen marido según ella. Le fiscalizaba los gastos, la controlaba en exceso, no dejaba ni que se comprara un coche nuevo. A sus amantes les decía que se aburría, que el matrimonio la estaba matando de hastío.

Lo que Maje le decía a Salva era mucho peor. A Salva le contó que era víctima de malos tratos y que la tristeza la embargaba día sí y día también. Poco más le hizo falta al infeliz de Salva. El creyó que era su responsabilidad ayudar a Maje y es de suponer que en su cabeza se veía a sí mismo como una especie de caballero andante con reluciente armadura. Pero lo que en realidad estaba a punto de protagonizar era un acto cruel y cobarde contra un joven que ni siquiera lo vio venir.

Los investigadores explicarán en el juicio cómo Maje y Salva fueron dándole forma poco a poco a su plan. El joven matrimonio vivía en un piso de Valencia que incluía una plaza de garaje. El aparcamiento en cuestión era usado casi siempre por Maje, pero cuando por alguna circunstancia quedaba libre una noche por el trabajo de su mujer era Antonio quien aparcaba allí su coche de empresa.

El 15 de agosto Maje pasó todo el día con su marido. Pasadas las nueve de la noche se despidió de él. Tenía guardia en el hospital, se llevaba su coche, el parking quedaba libre, lo vería al día siguiente. Mentira, Maje se iba a pasar la noche con otro hombre, no tenía guardia, mentira, no lo vería al día siguiente, ella misma lo había organizado todo.

A las siete y media de la mañana Salva abría el garaje de Maje y Antonio con una llave que le había facilitado días antes la mujer. Le entregó el modo de entrar, le facilitó el número de plaza, el modelo y la matrícula del coche de su marido. Salva puso el cuchillo de 15 centímetros de hoja y la cobardía de esperar a Antonio agazapado en la oscuridad.

El garaje donde Salva esperó a Antonio y le asestó varias puñaladas.

 

El ingeniero nada pudo hacer. Estupefacto recibió varias puñaladas en el pecho. No tuvo la menor opción. Tres días más tarde Maje emocionaba a la familia de su marido leyendo una carta de amor ante su ataúd. Meses más tarde esa misma familia no daba crédito. La joven viuda Maje y su amante cincuentón le habían dado matarile a un buen chaval por capricho y por un calentón.

Cuando Salva fue detenido estuvo tentado de mantener la versión quijotesca del crimen. Juró que Maje no sabía nada del plan de matar a Antonio. Tuvo que mediar la propia hija del homicida para convencer a su padre de que protagonizara por fin un acto de dignidad. Salva reconoció que Maje lo planificó todo y que le dejó muy claro que no quería un susto para Antonio sino algo definitivo.

Maje por su parte hizo lo que se esperaba de ella. Mantuvo y mantiene su inocencia, se presentará como el objeto de la enfermiza obsesión de Salva. Ella amaba a Antonio y su muerte le fue tan dolorosa como a todos. Frente a eso varios de sus amantes, sus amigas, mensajes de whatsapps y pinchazos telefónicos demostrarán en el juicio que Maje miente y que si bien ella no sujetó el cuchillo que mató a su marido es lo único que no hizo, porque todo lo demás lo planificó ella, la viuda negra de Valencia.