| 23 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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El Rey en Bolivia.
El Rey en Bolivia.

El Rey del moño

Ya nadie se pregunta qué hace el titular de la Vicepresidencia de Derechos Sociales en Bolivia, haciendo a la vez de presidente de España, de Rey y de ministra de Asuntos Exteriores.

| Liusivaya Opinión

 

Hay un tipo de personas que un dicho popular español denomina muy acertadamente como “el perejil de todas las salsas” y su homólogo ruso bautiza como “el tapón en todos los barriles”. Ese conocido que todos tenemos y que ninguno soporta al que la batuta, de tanto trasladarla de evento en evento, ya se le ha hecho parte del cuerpo.

Lógicamente el Gobierno de España no iba a ser ninguna excepción, pues tenemos, formando parte del mismo, a la especie gubernamental más peligrosa de todas: el vicepresidente segundo, que actúa como si fuera el primero. En todo. Haciendo de presidente en sus ratos libres y de Rey de España los fines de semana: unos en su palacio de Galapagar y otros fuera del mismo e incluso fuera del país.

Este domingo Luis Arce tomaba posesión como nuevo presidente de Bolivia. Y ahí estaban: el Rey de España y el Rey en la sombra. Uno con una impecable diplomacia, aguantando puños en alto y la aberración musical que una orquesta improvisada por el Gobierno de Bolivia le quiso vender por himno de España.

Otro con su ya habitual traje que no quedaba bien ni en la cabeza de quien lo diseñara, elegido especialmente para la ocasión para destacar aún más lo extraordinario de su persona, y su agenda paralela en la cual representaba como de costumbre todos los cargos menos el suyo.

Un niño malcriado para convertirse en tal requiere de unos padres con un umbral de permisividad bien alto. Al igual que Pablo Iglesias requiere de un Pedro Sánchez que con tal de no bajarse de la poltrona presidencial es capaz de aplicar con su vicepresidente segundo todo el laissez faire, laissez passer que le niega sistemáticamente a la economía española.

Ya nadie se pregunta qué hace el titular de la Vicepresidencia de Derechos Sociales en Bolivia, haciendo a la vez de presidente de España, de Rey y de ministra de Asuntos Exteriores, luciendo una vez más su marcado partidismo: firmando manifiestos contra la ultraderecha y denunciando el “golpe de Estado” llevado a cabo contra Evo Morales en un acto en el que, se supone, no debería caber partidismo ninguno. Todos dan por hecho que contra el Rey del moño no hay guillotina política que valga. Y le dejan. Y él hace.

El escenario político español parecería una buena comedia si no fuera una mala realidad. Los bolivianos, por lo tanto, no se equivocaron con la versión del himno, malsonante a todas luces, que dedicaron a nuestro país a modo de bienvenida. Porque con políticos de la talla de Pablo Iglesias al timón no hay una pieza musical que represente mejor lo que quedará de España el día que decidan dejar de gobernarla.