| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La intransigencia del Orgullo Gay desprestigia una causa muy respetable

| EDITORIAL Editorial

 

 

Las vergonzosas agresiones a destacados dirigentes de Ciudadanos en el Orgullo Gay son  muy graves por razones obvias, pero tanto o más lo son el comportamiento de quienes las calentaron primero, caso del ministro Marlaska, o las justificaron después, como la práctica totalidad de los partidos de izquierdas.

En esta ocasión los supuestos pactos de Cs con Vox, que no se han firmado con las consecuencias vistas por todos en Murcia y el riesgo de que ocurra lo mismo en Madrid, se han utilizado como excusa para desatar la enésima tormenta sectaria de una izquierda que, en nombre de causas nobles y asumidas por todos como la igualdad de la mujer, las desigualdades económicas o los derechos de los gais; estigmatiza a sus rivales con el objetivo de retener o lograr parcelas de poder.

Sin Vox también hubo desprecio

Para eso, se melodramatizan hasta la manipulación más abyecta las críticas o diferencias contra cualquier discurso oficial y, a continuación, se cargan en los adversarios políticos unas intenciones prohibicionistas que en realidad no existen. Ahora la coartada es Vox, pero el trato en el Orgullo al PP y Cs ya fue así de despectivo en anteriores ediciones, cuando ni estaba ni se esperaba al partido de Abascal.

Inventar ataques a derechos para luego cargárselos a todo el centroderecha es una táctica sectaria y vergonzosa

Nadie, ni siquiera Vox, discute la protección de la mujer, la lucha contra el maltrato o los derechos de los homosexuales; como mucho se discuten los añadidos ideológicos o las facturas económicas que acompañan a esos consensos.

Una izquierda sectaria

Algo que se puede compartir o no, pero que no afecta al consenso básico y, desde luego, no amenaza a nadie ni define la posición conjunta del centroderecha. Responder a una amenaza ficticia y encarnarla en un contrincante coral forma parte del sectarismo tradicional de esta izquierda sobreexcitada, que solo ve franquistas, machistas u homófobos en un alarde de demagogia que daña a las causas que dice defender.

España es un país tolerante, y su articulado legal lo evidencia. Pero en nombre de esa tolerancia, con un déficit extremo de ella, se están cometiendo barbaridades como el acoso violento a los dirigentes de Ciudadanos, que también tiene que saber extraer una conclusión: haga lo que haga, si no se entrega a la izquierda será señalado y vilipendiado. Quizá debe dejar de intentar hacerse perdonar de algo que en realidad nunca ha hecho.