| 28 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Algunos saben que si Rajoy se marcha se les llevará la corriente.
Algunos saben que si Rajoy se marcha se les llevará la corriente.

La agonía de Rajoy que su círculo esconde para mantenerse con vida

El pedestal que eleva al presidente del PP y sus íntimos va a derrumbarse, pero no con brusquedad sino de forma parsimoniosa. No obstante, el desmoronamiento ya no tiene vuelta atrás.

| Antonio Martín Beaumont Opinión

¿Quién le dice al Rey que está desnudo? En el PP, como en la fábula de Hans Christian Andersen, esa es la cuestión. Porque, si es verdad que Mariano Rajoy no es la solución sino el problema, ¿quién de los suyos le pone el cascabel al gato, levanta la mano  y dice: “Mariano, querido, ha pasado tu hora”? Con todo respeto, claro. Sin desmerecer lo que ha dado, que ha sido mucho.

Rajoy se encuentra “empotrado” en un primer círculo de personas tan preocupadas a estas horas por lo suyo, es decir, por lo que se les viene encima si “el jefe” abandona La Moncloa, que naturalmente sólo buscan que la noria siga girando. Dure lo que dure. Al precio que sea. Y si la última bala que queda en la recámara para continuar es ir a unas nuevas elecciones, pues bienvenidas sean.

Ese primer círculo monclovita del presidente ha sido estos años parte de su mayor tribulación. Está integrado fundamentalmente por asesores que en la vida real ni podrían gestionar un establecimiento de fotocopias. Desde luego, desde esa acomodaticia guardia pretoriana, difícilmente le llegará cualquier luz objetiva al líder del PP.

Porque les va su cargo en ello o por amistad, nadie se atreve a decirle a Rajoy la verdad

Un segundo círculo de confianza del presidente es el de los ministros. Y el problema en este ámbito confluye también en un lugar común: la mayor parte de quienes se han sentado en el Consejo de Ministros estos cuatro años lo han hecho por ser amigos personales de Mariano Rajoy. Son contados los miembros del Gobierno que han accedido a una cartera ministerial por otras razones. Y estos pocos temen dar un paso que les cuelgue el cartel de ratas que abandonan el barco cuando ven que se hunde.    

Ni siquiera desde los grupos parlamentarios del Congreso y Senado hay posibilidad de desmarcarse del guion oficial. Los diputados y senadores populares viven como nadie el síndrome de la repetición de elecciones. Por tanto, su futuro político está en manos de quienes tienen la llave de las listas electorales. 

Por último, están los llamados barones y lideresas… Asunto de otro costal. Sus razones para guardar silencio en público son variopintas. Aunque casi todas se coloreen por “la imprescindible unidad interna”. Unos están ya de salida y no desean meterse en follones. Otros aspiran a suceder a Rajoy o seguir en la quiniela dirigente del nuevo PP que se eleve tras el marianismo. La mayoría ha sufrido un revolcón en las urnas de tal envergadura que recomienda mantener el perfil bajo. En conclusión: reina la unanimidad de que no es el momento de dar el paso al frente.

El final de Rajoy y el marianismo

Pero de lo que no hay duda es que la hora de Mariano Rajoy ha terminado. En realidad, se acabó la noche del 20-D. El PP ha perdido 3,5 millones de votos, en esta legislatura se ha escindido el centro derecha y la corrupción gangrena las estructuras de su partido. ¿Algo más? Sí, con Rajoy, seguro, el PP no va a seguir gobernando porque ha perdido la centralidad política. 

Ojo, esto no quiere decir que el pedestal que eleva al presidente del PP y sus íntimos vaya a derrumbarse con brusquedad. No. Su caída será, como la vida política del rajoyismo, parsimoniosa. No obstante, el desmoronamiento ya no tiene vuelta atrás.

Si el PSOE y Podemos fraguan un pacto, Rajoy tendrá que decir adiós en un Congreso nacional sucesorio (como el propio José María Aznar pidió nada más conocer los resultados de las pasadas elecciones) que debería ser abierto al voto de toda la militancia. Este aspecto es fundamental: los líderes del Partido Popular deben dejar de asentar su autoridad en “notables”.

Ya es hora de terminar con ese “despotismo ilustrado” trasnochado que vive el PP y que pruebe la fortaleza que da la legitimidad democrática del respaldo de las bases. ¿Cómo pueden Rajoy o María Dolores de Cospedal pedir a Rita Barberá que dé un paso atrás cuando su legitimidad en el partido les llega, precisamente, del apoyo de la ex alcaldesa de Valencia y otros mandatarios ilustres como ella?   

Rajoy debe ser generoso con el PP

Pero, tampoco si Pedro Sánchez fracasa en su intento de investidura se abren mejores perspectivas para Mariano Rajoy. Porque el presidente del PP sabe que nunca logrará continuar al frente del Gobierno con el veto de tan amplia mayoría de diputados que lo ven como la cara de los recortes y de la corrupción y han hecho cuestión política apartarlo de La Moncloa.

Si hay un Gobierno del PP no podría ser Rajoy quien lo encabece

Llegado ese momento, sólo cabría que Rajoy asuma que debe ser tan generoso con el PP como el partido lo ha sido con él durante tantos años. Tiene que hacerse a un lado para permitir abrir el camino a un Gobierno PP-PSOE-Ciudadanos, con otro candidato popular al frente, que afronte sin sobresaltos las reformas que España necesita. Sólo de esta manera podría además Mariano Rajoy transitar su retirada sin llevarse el partido por delante.

Desde luego, lo que no puede permitirse el Partido Popular es ir a otras elecciones. Tal supuesto, en contra de lo que se viene afirmando interesadamente desde La Moncloa, como apuntan las encuestas, supondría un paso más en el camino a la nada. Puesto que permitiría a Albert Rivera y Ciudadanos continuar la renovación del centro derecha (por la base, conquistando electores) que el PP equivocadamente se ha resistido acometer.