| 25 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Antidisturbios, los escudos de la democracia

Los antidisturbios son objeto de una propaganda negativa e injusta: su papel real es restaurar el Estado de Derecho por orden del juez. Y los españoles son los mejores de Europa.

 

 

En agosto de 2011 Londres se sumió tras varias noches de disturbios raciales en un caos de saqueo de comercios, incendio de vehículos y asalto a propiedades privadas con centenares de personas heridas y cinco muertos. Los daños se calcularon en más de cien millones de euros.

Días después, el Jefe de la Policía de Londres afeó las críticas del Ministro del Interior a la actuación policial manifestando que era muy fácil opinar desde un despacho, y acto seguido acudió a la BBC a dar explicaciones.

Los antidisturbios son el último estadio de la democracia, pedirles diálogo es estúpido

En mitad de esa entrevista en la cadena británica, el Jefe de Policía dijo una frase que desconcertó a la periodista que le interpelaba: “Esto en España no habría pasado”.

 —¿Por qué?— preguntó la reportera.

 —Porque allí tienen los mejores antidisturbios de Europa.

No existe ninguna Policía en el mundo capaz de atajar la desobediencia de miles de personas concertadas desde un grupo organizado para subvertir la ley generando sólo dos herido graves, uno de ellos un infartado.

Los antidisturbios españoles son admirados por las policías de toda Europa, su eficacia en el control de masas  es un lujo que no se merecen muchos opinadores de baratillo de este país.

¿Qué diálogo?

Lo primero que hay que entender es que los antidisturbios son el último estadio de la democracia, pedirles diálogo con la otra parte es sencillamente estúpido.

El dialogo tiene cabida hasta que ellos llegan, cuando aparecen en escena es porque el diálogo no ha sido posible y el imperio de la ley acude a garantizar el estado de derecho que es la base de nuestro sistema democrático.

Si ellos no aparecen, entonces triunfa la ley del más fuerte, y no la que emana de las cámaras de representación popular.

Cuando los antidisturbios utilizan la fuerza para enfrentarse a una masa de gente, no están agrediendo a un pueblo como algunos intelectuales de Rincón del Vago y Wikipedia nos quieren hacer creer, están restaurando el estado de derecho allí donde un grupo organizado —y generalmente con claros intereses partidistas— lo está violentando.

Un grupo organizado, no el pueblo

Eso eran los manifestantes de hace unos días en Cataluña, un grupo organizado dentro de un pueblo, no un pueblo.

Un grupo organizado cuyos cabecillas pertenecen a organizaciones regadas de dinero público, y que por lo tanto deben su sustento a que la farsa continúe hasta el infinito y más allá.

La inmensa mayoría de ese pueblo no quiere salir de sus casas a enfrentarse a nadie en la calle,  se pasa el día trabajando o cuidando de su familia y paga impuestos para que sean otros los que salgan a la calle a defender la democracia, y esos otros, son los policías.

Esa inmensa mayoría silenciosa da por sentado que serán las fuerzas del orden siguiendo los mandatos judiciales los que se ocupen de esa parte, por eso lo de algunos Mozos de Escuadra el otro día fue extremadamente grave: ponerse del lado de un grupo de presión organizado, es dejar de defender a los millones de catalanes que no estaban en la calle porque no quieren una guerra civil.

La desobediencia

No se puede ser juez y parte.

Los policías deben obedecer órdenes de los jueces, y cuando un político les pide ir en contra de la ley, deben desobedecerle. Esa desobediencia está amparada en nuestro ordenamiento jurídico.

Es de primero de academia de policía; pregunta de examen de libro:

Cuando un mando policial o político te da una orden contraria al ordenamiento jurídico ¿qué debes hacer?

Respuesta correcta: DESOBEDECER LA ORDEN.

El problema es que la sociedad actual hace que todos los policías trabajen bajo la atenta mirada de un teléfono móvil, y una sola acción desproporcionada, sacada de contexto, sin un antes ni un después, muchas veces manipulada y conseguida después de horas de insultos, vejaciones, coacciones y en algunos casos agresiones, sirve de justificación para hablar de represión policial en un país muy dado a dividir entre buenos y malos de manera estúpida y simplona.

 

Cuando utilizan la fuerza para enfrentarse a una masa, no están agrediendo a un pueblo, están restaurando el estado de derecho

 

El genio italiano del género poliziesco Stefano Sollima, construyó una obra maestra basada en la vida de un grupo de antidisturbios en la película A.C.A.B.: All Cops Are Bastards,  poniendo al espectador a juzgar a los personajes por sus acciones y no por su ideología, hecho éste inconcebible en nuestro adoctrinador cine español y sus goyas de uniformidad intelectual y política tipo secta, donde el que se mueve, no sale en la foto.

Aquí la pose tiene mucho que ver en cómo te va a ir en el futuro en la profesión, y valientes la verdad, hay muy pocos.

El 95% del tiempo de trabajo de una unidad antidisturbios transcurre en lo que los policías llaman “plantones”, servicios estáticos donde los agentes se van rotando para estar en un puesto o descansar en la furgoneta.

Aguantando insultos

Si la pandilla habitual de morados rufiancitos ignorantes y fanáticos que les suele gritar a escasos metros de su cara durante horas cosas tan simpáticas como fascistas o asesinos, y luego corren llorando a buscar una cámara de TV al primer gomazo, pudieran entrar en una de esas furgonetas, se sorprenderían al descubrir cosas tan extrañas para ellos como un libro de Pérez Reverte o de Agatha Christie,  o un pendrive lleno de películas de Kurosawa.

El descanso del guerrero.

Hace años, cuando una serie de protestas hicieron a muchos políticos ponerse de perfil antes las intervenciones policiales por el coste político que defender a los antidisturbios podía tener, la entonces diputada por UPYD Rosa Díez hizo un alegato en la comisión de Interior del Congreso a favor de la policía dejando en evidencia al entonces Director General Francisco Javier Velázquez López, cobarde e incompetente como ha habido pocos.

El escudo de todos

En ese alegato la diputada vasca pronunció unas palabras que son recordadas con cariño por unos policías a los que generalmente se les manda a hacer el trabajo que nadie quiere hacer, y luego se les deja a los pies de los caballos a las primeras de cambio.

Seguro que los agentes desplazados a Cataluña estos días esperaban palabras de sus líderes como las que pronunció la Sra. Díez en aquella comisión de interior cuando dijo:

 —La Policía y la Guardia Civil son los escudos de la democracia.